El 3 de junio de 1990, Boca le ganaba 1-0 a Independiente en la primera final de la Liguilla y, en Trigoria, Diego Maradona anunciaba a pocos días del debut ante Camerún que no faltaría al primer partido del Mundial aunque estuviese lesionado. En ese domingo futbolero nacía Iván Marcone , que se haría hincha de los Rojos de Avellaneda y sería convocado a la selección por uno de los hombres que integraba aquel plantel argentino finalista de la Copa del Mundo, Edgardo Bauza. Ahora, a los 27 años, es uno de los pilares de Lanús en el sueño de alzar la Copa Libertadores. La derrota ante Gremio lo tuvo como uno de los mejores del equipo en un rendimiento parejo que de todas maneras no evitó el 1-0 en contra con el que el Lanús regresó de Porto Alegro. Sin embargo, el resultado adverso no hace mella en la confianza del granate, que después de haber revertido las series contra San Lorenzo y River confía en dar una prueba más -la última y más importante- de su capacidad de recuperación.
El estadio de Lanús está vacío, sobrevuelan algunos pájaros que luego se posan en el campo de juego que mañana será el epicentro del fútbol sudamericano. Ahí se definirá al ganador del trofeo más jerarquizado de esta parte del mundo. Sentado en el banco de suplentes local, Marcone charla con LA NACION con economía de palabras, rostro impertérrito y la mirada fija en un punto perdido. Sin embargo, se suelta cuando reconoce que sueña con ganar su primer título internacional y también al señalar la valía de Jorge Almirón , el técnico que no duda en afirmar le cambió la carrera. "Este en mi mejor momento, tanto dentro como fuera de la cancha", asegura el hombre que se desdobla para participar en cada faceta del juego: el repliegue defensivo lo tiene como una columna necesaria y es el eje en la gestación del tejido de pases para llegar a posiciones de gol.
-¿Cuándo empezaste a ganarte el reconocimiento de los hinchas de Lanús?
-Por surete fue dándose desde el primer momento, lo conseguí con la ayuda del equipo. Cuando llegué tenía el objetivo de jugar en un club con aspiraciones de ganar algo. Individual y colectivamente había un grupo con hambre de conseguir cosas importantes.
-Ganaste seis títulos, tres en Arsenal y tres Lanús. Tenés más campeonatos festejados que la mayoría de los jugadores de los equipos grandes.
-Me tocó atravesar dos procesos de mucho éxito, primero en Arsenal y después acá. Ahora sueño con ganar mi primer título internacional, pero hay que manejar la ansiedad; en una final hay muchas cosas que quedan de lado y se juega de otra manera.
--¿Hay alguna conexión entre Almirón y Alfaro?
-En Arsenal, la propuesta era más defensiva, pero hay que tener en cuenta el plantel que había y las posibilidades que tenía ese equipo. Hoy Almirón cuenta con la posibilidad de hacer un armado más ofensivo. Traté de asimilar lo mejor de Gustavo en cuanto a lo defensivo y el orden, y a eso le agregué el manejo que me dio Almirón. Pude complementar esos dos aspectos para cumplir ambas funciones en el centro de la cancha.
-¿Qué clase de técnico es Almirón?
-Es un entrenador de excelencia y tiene mucho más para dar. Su techo está muy alto y no tengo dudas de que pronto va a estar dirigiendo en Europa. Estoy muy agradecido con él porque aprendí cosas que no esperaba.
-¿Qué aspectos de tu juego te ayudó a mejorar?
-Yo venía de trabajar con otros esquemas y en otras posiciones, y él potenció mi juego. Hoy soy un jugador más completo. Hizo un cambio muy grande en mí. Le debo mucho a Jorge en relación al jugador que soy hoy.
Marcone se sumó a Lanús a comienzos del año pasado, en medio de la controversia que se había desatado por la salida de Matías Fritzler. Esa partida coincidía además con el regreso de Agustín Pelletieri. El desafío era entonces reemplazar a un referente y competir por el puesto con un ídolo del club. "Sabía que iba a tener que ganarme lo mío haciendo lo mejor adentro de la cancha, en silencio y humildemente". Además, la llegaba al granate había despertado algunos cuestionamientos por desembarcar junto con Almirón siendo ambos representados por Christian Bragarnik, un hombre influyente en el fútbol argentino.
-¿Fue difícil reemplazar a un referente como Fritzler y llegar de la mano del mismo representante de Almirón?
-A mí no me afectó, pero era consciente de lo que significaba tanto la salida de Fritzler como la llegada de Agustín. Sabía que iba a tener que ganarme lo mío haciendo lo mejor adentro de la cancha, en silencio y humildemente.
-¿Te incomoda que se hable tanto de tu representante?
-Los jugadores estamos acostumbrados a que se digan muchas cosas, por eso yo guardé silencio y me dediqué a demostrar adentro de la cancha. Confiaba en lo que podía hacer y en sabía lo que quería conseguir. Yo estoy muy cómodo con él; se dicen muchas cosas, pero estoy al margen de todo eso.
-Nunca ocultaste que sos hincha de Independiente, ¿te trajo algún inconveniente?
-No, nunca me generó nada en contra. Prefiero ser honesto y decir la verdad, la realidad de lo que me hace feliz. Tengo claro que soy jugador de Lanús; estoy muy bien acá y le debo mucho a este club. Que sea de otro cuadro no cambia mi responsabilidad.
-Sea cual fuere el desenlace ya lograron algo histórico...
-No sé si nos damos cuenta de lo que conseguimos hasta ahora, tratamos de mantenernos al margen de todo eso. Seguramente cuando termine la copa le vamos dar la importancia y la transcendencia que tuvo a la serie contra River. Queremos hacer una gran final y ganar. Lanús no llegó hasta acá en vano.
-¿Tu futuro está en Lanús?
-Mi contrato es hasta junio de 2019 y estoy muy cómodo, pasando un muy buen momento. Tengo el objetivo de jugar en Europa y de enfrentarme con grandes jugadores, pero ahora lo importante es la final. Solo pienso en consagrarnos en la Copa Libertadores . Después las puertas se abrirán solas.