Conocido su dominio local, las metas autoimpuestas de Cristal siempre fueron recuperar protagonismo internacional y, como alguna vez dijo Pancho Lombardi, ayudar a rescatar al fútbol peruano de la “mediocridad”, elevando sus estándares.
Y es ahí donde los rimenses están en debe, no solo por el juego y los resultados en copa –claramente deficitarios-, sino porque su estructura interna tenía demasiado intervencionismo y se alejó -si me permiten- de los altos niveles que precisamente deseaban alcanzar. Y si en las ligas A1 se imponía la gestión de directores deportivos fuertes como Monchi en Sevilla, en Cristal, en paralelo a un gerente decorativo, tenías a una comisión de fútbol integrada por 4 o 5 'señorones' que opinaban, cuestionaban y decidían muchas veces con tanta fuerza o más que su entrenador. Gran contradicción: si quieres ser del primer mundo deportivo, ¿no se supone que tu orden interno debe asemejarse a los grandes clubes? Y si hasta la selección eliminó las comisiones, ¿por qué Cristal se aferraba a ellas?
Se trata de gente inteligente, no lo dudo, pero con ellos el proceso se hacía largo y hasta tortuoso porque algunos, más que dirigentes, parecían entrenadores cumpliendo su fantasía infantil de intervenir (si no creen, pregúntele a Mosquera). Y ni qué decir a la hora de los refuerzos. Unos llegaban por vía de Juan, otros por vía de Pepe y algunos por el amigo del amigo de Juanito. Intocables en el club en honor a títulos ganados en un medio local donde les bastaba ser más ordenados que los quebrados U y Alianza, los dirigentes de la comisión sostuvieron su modelo por años sin reparar en lo anacrónico del mismo. Claro, la comisión les permitía poder y el poder a su vez decidir las grandes cuestiones del club.
Si estos cambios anunciados en el Rímac representan el regreso a la fuerza de un gerente/director deportivo que simplifique la tarea, bienvenido. Si es solo una fachada para que la comisión siga activa pero de otro modo, Cristal no habrá aprendido nada.