La resolución de la Comisión de Apelaciones, que arrojó como veredicto sancionar con un año de suspensión de la actividad futbolística a Pablo Aguilar y Enrique Triverio, ha dejado coja a la defensa de América, las Águilas pierden un jugador clave en su aparato defensivo. Pablo César Aguilar Benítez, es un tipo serio, comprometido con la causa. Una muestra: fue el único futbolista azulcrema que el semestre pasado registró la mayor cantidad de minutos; completó todos los partidos de la Liga Mx, jugó los tres partidos del Mundial de Clubes y seis de la pasada Copa Mx. Nadie en Coapa estuvo más tiempo en la cancha como él.
En lo que va del año, Pablo no se había perdido ningún minuto, de los nueve juegos que se han disputado en la Primera División. En la Copa también había tenido tres apariciones, dos en partidos de la fase de grupos y el de los octavos de final contra Xolos, 270 minutos, porque la tarjeta roja que vio fue cuando el árbitro Fernando Hernández ya había pitado el final, justo cuando América había quedado eliminado.
Pablo está arrepentido de su acto, esos cinco segundos de la semana pasada en los que su suerte cambió, ese acto que lo ha dejado fuera un año, sin Liga, sin Copa, la fase de grupos de la Concachampions y sin la posibilidad de jugar con la selección paraguaya que mantiene opciones de clasificarse al Mundial de Rusia 2018. El defensa aún cuenta con la posibilidad de recurrir al TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) y apelar dicha sanción, un proceso que tampoco se resolvería en el corto plazo.
TRAYECTORIA PULCRA
Pablo llegó a México en el Apertura 2009, lo fichó San Luis, un equipo que en ese entonces era dirigido por Juan Antonio Luna, curiosamente su primer juego en México fue ante América. Fue titular en todos los partidos que jugó, su saldo final fue de tres tarjetas amarillas y una roja, su primer gol en México se lo marcó a Cruz Azul en la Jornada 9 y sufrió su primera expulsión en la Jornada 14 contra Monterrey.
Solo vivió un año en San Luis Potosí, porque se fue al futbol de Argentina, ahí coincidió con Antonio Mohamed, el Turco fue el encargado de regresarlo al futbol mexicano, el entrenador lo hizo una de sus piezas fundamentales en la zaga fronteriza, junto a Javier Gandolfi conformó un bloque sólido que llevó a los Xolos a conquistar el primer título de Liga en su historia.
En la frontera pasó dos años, ahí demostró sus condiciones, mismas que le valieron despertar el interés de los clubes grandes en poder ficharle, y es que Pablo pertenece a una raza de jugadores paraguayos que han ganado prestigio en México. Fue América el que ganó la puja, se juntó de nuevo con Mohamed, el Turco lo hizo uno de sus hombres de confianza y en su aterrizaje en Coapa pidió contar con él.
No le falló Pablo a Antonio, pero sobre todo, no le falló al americanismo, en la Final del Apertura 2014 marcó el segundo gol de las Águilas que empezaron a doblegar a los Tigres. Levantó su segundo título en México, un premio para él que siempre ha sostenido que fue un sueño vestirse con la casaca amarilla. Consciente de la responsabilidad y exigencia que exige vestirla, ha sido un obrero más en el campo.
Aguilar no solo es un defensa que marca su zona, un tipo que busca imponer su ley en la retaguardia, también es un arma más en ataque, porque ha habido partidos en los que sus goles le han dado vida al equipo. En el vestuario se le tiene por buen tipo, bromista, pero todos reconocen que es un líder nato.
La acción de Pablo no se justifica, lo sabe él, fueron cinco segundos en los que su mente se nubló, cinco segundos en los que hubo una mezcla de sentimientos que se conjuntaron con la impotencia de que el equipo no funcionaba y había quedado eliminado de la Copa Mx, pero esa acción tampoco lo identifica como un tipo violento. Está lejos de ello.
En los tres años que lleva en Coapa solo ha visto tres tarjetas rojas. La primera en la Jornada 3 del Clausura 2015, en el partido América-Puebla, fue una acción sobre el final del partido en la que remató un centro con la mano, el árbitro César Arturo Ramos le mostró la segunda amarilla. Nada de mala leche.
La segunda fue en la Jornada 8 de ese mismo torneo, en el juego América-UdeG, en el medio campo se barrió sobre Jonathan Gonzáles, una acción que el árbitro Luis Enrique Santander evaluó como roja directa, pero tampoco fue una entrada violenta.
Hacía un año que Pablo no veía una tarjeta roja, ni en la época más cruda en la que las Águilas recibieron tarjetas a destajo. Apenas fue expulsado una sola vez en los últimos 12 meses. El 27 de febrero de 2016, Jornada 8 del Clausura 2016, por doble amarilla, la segunda que le ameritó la roja fue por una mano en el área.
Pablo no es un jugador violento, fue un fugaz instante en el que perdió la cordura el que hoy lo ha dejado un año fuera del campo, eso es lo más duro, porque el futbolista vive de estar sobre el césped semana a semana. Habrá que esperar la apelación ante el TAS, por lo pronto, las Águilas pierden a un baluarte, en un momento crítico y crucial de la temporada, no contarán con uno de sus generales.
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