En las palabras del Himno Nacional de México, “Mexicanos, al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón; y retiemble en sus centros la tierra al sonoro rugir del cañón,” encontramos inspiración y orgullo. Este fin de semana, Sergio Pérez, quien llega bajo escrutinio, se enfrenta a dos desafíos monumentales: consolidarse en una competencia por el subcampeonato cada vez más reñida y convertirse en el primer mexicano en celebrar en lo más alto del podio en casa. La presión recae sobre los hombros de Checo, quien en más de una ocasión recientemente ha dejado en claro que llevar el casco de Red Bull es una armadura emocional que puede derrumbarse bajo la intensa atención mediática y las críticas implacables.
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Sergio está maldito con la necesidad de ser el segundo mejor. Conducir el mejor auto en la parrilla (aunque Verstappen no haya tenido reparos en criticar a los ingenieros en el reciente Gran Premio de Austin por la radio), con los colores de la escudería bicampeona y sus competidores reconociendo la evidente superioridad. Tras los airados reclamos de 2022, donde acusó que el equipo no respaldó su interés en asegurarse el subcampeonato, hoy en Red Bull no se escucha otra prioridad que no sea que Checo asegure el segundo lugar en el campeonato. Christian Horner, el jefe de la escudería austriaca, no ha dudado en señalar: “Sabemos de lo que Checo es capaz y no está en su mejor momento. Con un vehículo como el nuestro, probablemente se esté presionando a sí mismo. Necesitamos desesperadamente que recupere su mejor forma para mantener el segundo lugar en el campeonato. Puedes ver a los pilotos de Mercedes, McLaren y Ferrari muy parejos entre ellos. Nosotros también teníamos eso a principios de año, pero a medida que avanzó la temporada, se ha ido desvaneciendo. Necesitamos que Checo vuelva a estar en su mejor forma”.
Nadie es profeta en su tierra, pero Checo puede serlo este domingo como el mejor mexicano en la historia de la Fórmula 1. Solo seis pilotos mexicanos han competido en la F1, y Pérez es sin duda el más destacado. Ha disputado 257 carreras, subido al podio 33 veces y logrado seis victorias, cifras que superan ampliamente el legado de los hermanos Rodríguez, Ricardo y Pedro, cuyo nombre lleva el autódromo que acogerá la carrera este fin de semana. Estos dos pilotos no corrieron más de sesenta carreras y solo lograron dos victorias en total. Lo que Solana, Rebaque y Gutiérrez lograron, aunque meritorio, tampoco se compara con la grandeza de Pérez: entre los tres compitieron en 108 carreras sin victorias ni podios. Sergio Pérez es el más grande y la gran esperanza local para escuchar el himno nacional mexicano como resultado de una victoria en lugar de un mero protocolo en la historia del autódromo.
En teoría, debería ganar, pero la tendencia indica lo contrario. Antes del parón, Checo solía calificar mal pero tenía buenas carreras los domingos. Ahora ni siquiera eso, ya que ha luchado por mantener la consistencia durante el fin de semana. Aunque cuenta con un auto excepcional y un talento innegable, en este momento no ha logrado la regularidad. Como si esto no fuera suficiente, Verstappen ha afirmado, en medio de los abucheos en Austin, que está aún más motivado para ganar en México. “¿Me afectan los abucheos del público? No, porque al final soy yo quien se lleva a casa un trofeo. Así que está bien para mí. Seré quien se lleve ese trofeo a casa, así que está completamente bien”, declaró Max, dejando en claro que no tiene la intención de mostrar clemencia hacia su compañero de equipo y que la relación entre ellos está más tensa que nunca. Todo esto sucede en medio de rumores crecientes de que la escudería, a pesar de que Pérez tiene contrato hasta 2024, está buscando otro piloto para el próximo año.
Esta podría ser, tal vez, la última carrera de Checo Pérez en su país con Red Bull. Rara vez un piloto mexicano tendrá la oportunidad de defender el asfalto local con un monoplaza tan letal como el de este fin de semana. Más allá de la temporada y de la lucha por el subcampeonato, Pérez debe encontrar su mejor nivel, ya sea por orgullo o por la oportunidad histórica que tiene ante él. De él, y solo de él, depende que su victoria honre el himno y haga que “retiemble en sus centros la tierra al sonoro rugir del cañón.” Nunca antes un mexicano ha estado tan cerca de la inmortalidad.