En tiempos donde la grandeza de un equipo es tema de conversaciones y algunos buscan el reconocimiento de terceros, Chivas demostró por qué ese mote no lo puede llevar cualquiera.
Fue un partido de Liga de Campeones de Concacaf, pero la gente hizo lo suyo. Apretó al rival y empujó a los suyos buscando la remontada. Esa palabra que no paró de sonar en el campamento rojiblanco desde que habían caído en el juego de ida 1-0.
El segundo tiempo fue la demostración de cómo un club grande soluciona los problemas. Rodolfo Cota no apareció. Sí lo hicieron los casi 29 mil aficionados, el escudo bordado en la camiseta de los que vestían de rojo y blanco pesó. Chivas salió a comerse la cancha buscando el boleto a Semifinales.
De paso, la gente aprovechó para demostrar, aunque sea a distancia, que en México los Estados Unidos tampoco son bien vistos cuando la pelota rueda en el rectángulo verde. Un Cielito Lindo adaptado a los “gringos” como fueron denominados durante los 90 minutos y uno que otro insulto.
La grandeza de un club no se construyó de la noche a la mañana. Tampoco la otorga el dinero. Esa mística acompaña a muy pocos y Guadalajara demostró el por qué es de los elegidos.
GPE