A inicios de febrero pasado, Morelia atravesaba por una crisis deportiva aguda, en la que el equipo se encontraba en el último puesto de la clasificación porcentual. Reportes locales indicaban que nadie quería tomar a este escuadrón; de hecho, se llegaron a ver imágenes de estrategas como Guillermo Vázquez en el palco de la directiva, pero sin concretar después su fichaje al timón. Roberto Hernández, con alma de DT, pero colocado en el cuadro purépecha como dirigente, se remangó la camisa y acudió al llamado de auxilio. Él asumió las riendas.
De antemano se sabía que era un tipo institucional, un hombre apegado a los valores de Morelia, que ya en otras ocasiones había intervenido en momento de crisis, acudiendo como entrenador interino; sin embargo, ahora la prueba era mayor, sin mencionar el riesgo de que las cosas salieran mal y que la franquicia terminara en la división de ascenso. Roberto Hernández comprometió al plantel, fortaleció la confianza y sembró en la nómina la certeza de una idea futbolística que les funcionaría. En los 12 encuentros que acumuló, registró cinco victorias, cuatro empates y tres derrotas. Les alcanzó para meterse a la fase final, pero los eliminó de inmediato Xolos.
Las 19 unidades que completó Hernández y su modesta plantilla, le sirvieron para instalarse de lleno como la apuesta principal de la directiva, que ratificó su presencia; a la par de lo conseguido en la Liga, Roberto consiguió que Morelia accediera hasta la Final de la Copa, donde sucumbió frente a Chivas. Terminado el Clausura 2017, la gran mayoría del gremio futbolístico en México reconoció su valía y lo conseguido; parecía que Monarcas había encontrado a su estratega ideal, pero más allá de unos retoques mínimos en la plantilla, lucía complicado que para el siguiente semestre se lograra algo mejor.
Hernández mantuvo a la mayoría de los elementos con los que logró la salvación de Morelia y planificó una estrategia más ambiciosa, que incluía pelear por el campeonato. Muy pocos lo tomaron en cuenta. Al recuento de 17 jornadas, los purépechas tenían 29 unidades, por encima de los cuatro escuadrones más populares del país y ubicado en el cuarto peldaño general. Ni así, se logró dimensionar la importancia de la gesta de un equipo humilde y sin grandes estrellas, que con su clasificación a la Liguilla metió por combinación de resultados al Atlas, su hermano político, por pertenecer ambos a Grupo Salinas.
En cuartos de final, con un 3-3 global, ante Toluca, terminó con una sequía de más de seis años sin acceder hasta semifinales y hoy, nadie puede quitarle el mérito al trabajo de Hernández, así como la ilusión a una afición que sueña con un campeonato. "Trabajamos mucho; estábamos desahuciados hace un semestre y ahora en una semifinales; es por el trabajo de los muchachos. El apoyo de la afición ha sido una constante, siempre están con nosotros y buscamos devolverles el cariño que siempre nos muestran", dijo el propio estratega con el boleto en mano. En menos de un año, salvó a la institución del descenso, los metió a una Liguilla y contenderán por ser monarcas.