El Real Betis ha decidido invertir la tendencia de los dos últimos cursos. Tras un par de años en los que los responsables de fichajes habían decidido apostar fuertemente por jugadores de diversas nacionalidades, el cuadro verdiblanco ha arrancado el mercado estival de 2017 con la firme intención de ampliar su cupo de jugadores españoles o con, al menos, experiencia en nuestro país.
Hace dos campañas, el cuadro de Heliópolis incorporó a un total de 15 futbolistas, de los que sólo tres tenían algún tipo de relación con la Liga (Martín Montoya, Joaquín y Francisco Portillo), una línea que fue seguida un año más tarde, cuando también apenas tres de los 12 futbolistas reclutados procedían de nuestro país (Rubén Pardo, Manu Herrera y Nahuel). Este verano el modus operandi es diametralmente opuesto.
Hasta la fecha, los béticos han cerrado seis fichajes. De ellos, sólo el versátil centrocampista mexicano Andrés Guardado no ha nacido en España, pero basta con echar un vistazo a su trayectoria para constatar que estamos ante un jugador que conoce a la perfección los entresijos del torneo nacional (suma 7 temporadas de experiencia entre Valencia y Deportivo de La Coruña).
Junto al azteca han aterrizado en el Benito Villamarín futbolistas españoles tan contrastados como los zagueros Jordi Amat y Antonio Barragán (ambos en calidad de cedidos por Swansea City y Middlesbrough, respectivamente), el centrocampista Víctor Camarasa (procedente del Levante), el extremo Cristian Tello (FC Barcelona) y el delantero Sergio León (Osasuna).
Aunque el origen de un futbolista no tiene por qué garantizar la buena salud de un proyecto, parece claro que el nuevo técnico Quique Setién encontrará más facilidades para ensamblar las piezas que sus antecesores en el cargo, quienes en mucho casos tuvieron que lidiar con jugadores que no estaban acostumbrados al ritmo competitivo de la Liga española.