¿Así que Leo Messi no ganó Mundiales? Que se jodan entonces los Mundiales...
El concepto lo tomo prestado. Lo encontré unos días atrás en un artículo que Juca Kfouri, acaso el mejor periodista deportivo de Brasil, escribió el miércoles pasado en “Folha de San Pablo”, el diario más importante de Brasil. Lo tituló “Messi espectacular”. Y recordó que décadas atrás, cuando se debatía sobre Zico, uno de los principales cracks en la historia del fútbol brasileño, sus críticos decían que Zico no había ganado Mundiales. Y que fue su colega Fernando Calazans quien entonces escribió: “¿Así que Zico no ganó Mundiales? Mala suerte para los Mundiales”. Un “mala suerte” que, si le añadimos cierto fastidio, podríamos traducir entonces en el nuestro “que se jodan los Mundiales”. Porque Messi, dijo Kfouri, y coincidimos con él, después de una década de goles y hazañas en serie, no tiene que demostrarle nada a nadie. “Ni aunque falle penales” hoy en Nueva Jersey, Messi “dejará de ser lo que ya es y será para siempre en la historia del fútbol”, afirmó Kfouri, brasileño que ama el fútbol y que por eso quiere ver campeón a Messi. “No porque él lo precise, sí para que los pobres de espíritu no tengan más tonterías que decir sobre él”.
También Jorge Valdano, en su columna semanal en el diario mexicano “Record”, recordó ayer que Messi celebró sus 29 años anotando un golazo de tiro libre a Estados Unidos para pasar a la historia como goleador histórico de Argentina, justo en la semana en la que Diego Maradona festejó los treinta años de su coronación en el Mundial de México 1986. “Como su pelea es contra un mito”, escribió Valdano, “nada de lo que haga bastará para que Argentina lo santifique. Messi no juega finales para alcanzar la gloria, sino para que lo perdonen. No se sabe muy bien el qué. Si Argentina gana se atenuará su condena y, en este nuevo matrimonio entre fútbol y política, nos parecerá más patriota. Todo esto no es porque el fútbol se haya vuelto loco. El que se está volviendo loco –cerró Valdano- es el mundo”. Basta ver también de qué modo jugadores hablan de patria, gritan himnos y ven las peleas de sus fanáticos para advertir que también en la culta Europa el fútbol toma dimensiones cada vez más desproporcionadas. Aunque para algunos resulte tentador, no es bueno dejar a la pelota como refugio único de la patria.
No está claro por qué. Acaso tal vez porque la desatención fue excesiva. Porque no se puede dejar de pagar un sueldo por siete meses (como llegó a sucederle a “Tata” Martino). Y porque se trata de la selección número uno del ranking FIFA. Y del mejor jugador del mundo. Por todo eso, Messi, cuyas características de líder volvieron estos días a estar en el tapete, decidió lo inesperado: criticar públicamente a la AFA.
Él mismo se autocriticó luego diciendo que su tuit sobre el “desastre” de la AFA acaso no fue oportuno a tan pocas horas de la final. Pero al día siguiente cortó la polémica y mandó el aviso de que tiene más para decir. ¿Faltaba acaso algún dato más para advertir que en la AFA han tirado excesivamente de la cuerda? ¿Y hay que decir que fue sólo la AFA la que lo hizo? Por el negocio de la nueva TV, por el cambio de paradigma de los nuevos tiempos políticos, porque simplemente no quiere que el poder de la pelota quede en manos enemigas, por lo que fuere, el gobierno de Mauricio Macri también ayudó a este desaguisado. No fue sólo la AFA. Ahora se agravó el cuadro. Se buscó inclusive que el estallido de la bomba no afectara a la Copa América. Pero, terminado el torneo, la Selección deberá seguir jugando eliminatorias. Y Boca semifinales de Libertadores. Una ley nacional, una justicia nacional, está por encima de cualquier Ley FIFA. Pero la FIFA ya está informada del apetito que tiene el gobierno argentino por la AFA.
A todos los gobiernos les interesa la pelota. Estados Unidos, que lo llama soccer y coloca por delante a su football, al béisbol, a la NBA y al hockey sobre hielo, sabe que la Copa América del Centenario fue un acontecimiento para buena parte de su población latina. En la transmisión por TV de hoy, Hillary Clinton, candidata en las elecciones presidenciales, emitirá un comercial a esa parte de la población para reivindicar la política migratoria de Barack Obama, afectada por una reciente decisión de la Corte Suprema. Será un anuncio en español, en plena final Argentina-Chile, que buscará marcar contraste con la política de su rival, Donald Trump, el hombre que, en cambio, quiere construir muros.
El fútbol, sabemos, sigue en crecimiento en Estados Unidos. No hay país con tantos niños de ambos sexos que juegue fútbol. Se sumó estos últimos años una Liga profesional renacida, con más estrellas y equipos. Pero los números de la Copa no acompañaron ese crecimiento. Dos años atrás, 30.000 hinchas fueron al Soldier Field para ver a Estados Unidos caer ante Bélgica en el Mundial de Brasil. En esta Copa, Estados Unidos jugó en ese estadio ante Costa Rica. Había apenas 40.000 para un escenario con capacidad para 61.000 personas. Los 47.000 hinchas que fueron luego a la victoria contra Ecuador en Seattle superan la media de 30.000 que tienen los partidos de la Liga local. Pero siguen siendo pocos si se los compara con las 80.000 que llenan estadios cuando van a jugar amistosos de pretemporada de Manchester United, Milan, Real Madrid o Barcelona.
Leo Messi, justamente, robó los flashes del torneo, aún jugando poco y nada en primera fase. Brasil, que no trajo a Neymar, siguió siendo una sombra; Luis Suárez ni siquiera pudo jugar para Uruguay y la responsabilidad mayor quedó para Messi, figura central de los hinchas que pagaron boletos de U$S 65 a U$S 450, aunque luego los precios treparon a casi U$S 1.000. Univisión Deportes (canal en español) tuvo mejores ratings que en el Mundial de Brasil. No fue así en el canal en inglés, cuyos ratings cayeron drásticamente. La media de Estados Unidos fue superior igualmente a la de 25.000 hinchas que registró la Copa América de Chile. Pero, me cuentan dirigentes sudamericanos, no quedó en la Conmebol una buena sensación de esta Copa que incluyó también a los mejores de la Concacaf.
A nivel deportivo, México fue humillado 7-0 por Chile y Estados Unidos 4-0 por Argentina. Los mejores goles de Estados Unidos, dicen irónicos esos dirigentes, fueron los del FBI, que arrestó a sus pares más corruptos y se apresta a dictar condenas más leves, a cambio de una delación que jaqueó como nunca a la Soberana República de la FIFA.
Messi, como sus compañeros, desea hoy el título que se le viene escapando. Martino sabe que lo precisa acaso más él que los jugadores para cierta lógica de jungla resultadista que domina al deporte de la alta competencia. “¿Creés que el reconocimiento va a depender sólo del resultado?” de la final, le preguntó el jueves un periodista. “Mi pensamiento no, pero el de ustedes (los periodistas) sí. Estoy seguro”. El cronista repreguntó buscando acaso una visión de Martino algo más generosa sobre el periodismo. “Digo que no porque ya lo vi en Brasil”. En el Mundial 2014, es cierto, la Selección, recordó Martino, jugó acaso su mejor partido en la final contra Alemania.
Pero faltó el título. “Para cambiar esto tenemos que ganar. No queda otra. No quiero tener razón, pero no tengo ninguna duda de que es así”, dijo “Tata”. Chile, por calidad, por ranking y por historia reciente, es acaso el mejor rival para dar vuelta esa página. Ojalá ganen hoy los jugadores y DT ante todo por ellos. Para seguir señalándole al resto, autoridades deportivas y políticas, cuál podría ser el camino.
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