La valoración de los cracks es unánime. Los hinchas, la prensa y los entrenadores creen todos lo mismo: no deben faltar nunca. Sobre los jugadores normales sí hay debate. Pensemos en Aldo Corzo. Los hinchas lo ignoran, cierta prensa lo subestima y los entrenadores nunca lo dejan de citar. Desde Sergio Markarián hasta Juan Reynoso, ha sido una fija de la selección.
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Armado con músculos de trainer y una técnica solo promedio, Aldo Corzo recorre la defensa como un robot programado para cortar y destruir. Su estilo no tiene grandes fans porque pierde feo contra el molde del lateral completo, esos aviones ofensivos tipo Cafú que son nuestro ideal platónico. Corzo, en cambio, es un destructor a pedido, un especialista en el marcaje que elige momentos puntuales para subir por el andarivel. Pesa más sin la pelota que con ella y justamente esa característica lo hace dudoso para los hinchas aunque muy necesarios para los técnicos.
Corzo jugará por Luis Advíncula ante Brasil esta noche. Su perfil versátil permite que haya sido citado como stopper (así juega en la ‘U’) y sea usado como marcador derecho, su vieja-nueva posición en la selección. Admito haber dudado de él por años, creerlo un “agarrado empeñoso y punto”, pero debo reconocer que su aplicación defensiva en el uno contra uno es notable. Y no solo a nivel casero sino ante rivales internacionales.
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¿Una muestra? el marcaje del paraguayo Sosa, una pesadilla hasta que apareció él. O el que le hizo al colombiano Díaz en el 2021 en Barranquilla. O si no vamos a su marcaje sino a su muestra de temple: su lanzada de cara en 2017 para propiciar el tiro libre de Paolo ante Colombia que nos mandó a repechaje.
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