Las máquinas también lloran. Erling Haaland transformó su rostro rígido, inflexible, como de laboratorio, en una figura roja, colorada, bañada en lágrimas. El ‘Androide’ dejó ver su lado más humano y se derrumbó de emoción tras ganar su primera Champions League. Quizá haya en su alegría el secreto de que una era ha empezado hoy y él la firma. Fue el goleador del torneo con 12 tantos, no marcó en la final, ni en las semis, pero celebró como si hubiera metido un hat trick. Es que para Erling la Champions era su obsesión, no necesariamente el gol (a pesar de que es el mejor en eso). Este sábado de gloria es un anuncio: este 2023 ha sido suyo.
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Es conocido que el noruego tiene el magnífico himno del torneo como ringtone de su celular. “Me encanta esta competencia y también es una canción muy bonita”, declaró alguna vez a los medios. Su fijación con la máxima competición europea inició el 2008, cuando tenía 7 años y vio la final Chelsea-United, una de las más dramáticas, en la que Cristiano falló su tiro en la tanda de penales tras el empate 1-1 (finalmente ganaron los ‘red devils’). El pequeño Erling quedó impresionado por las celebraciones, el gozo de los que alcanzan la gloria, y se juró ser alguna vez uno de ellos.
Su voluntad por lograr el objetivo ha resistido cualquier crítica, cualquier presión de las redes, la afición y la prensa. “City sabe cómo ganar la Premier sin mí. Lo único que extrañan es la Champions. He venido aquí por una razón”, declaró en la previa sin atisbo de duda.
- Erling Haaland, 12 con el Manchester City.
- Mohamed Salah, 8 con el Liverpool.
- Kylian Mbappé, 7 con el PSG.
- Vinicius, 7 con el Real Madrid.
- Joao Mario, 6 con el Benfica.
- Taremi, 5 con el Porto.
- Robert Lewandowski, 5 con el Barcelona.
- Rafa Silva, 5 con el Benfica.
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Haaland va por el Balón de Oro
El partido se planteó tras lo previsto: Inter en la cueva, City cargando la chapa de favorito. Rodrigo, que anotó el único gol del partido a los 67 minutos, definió el trámite con una frase certera: “Estuve horrible, estaba muerto, pero anoté el gol de la final”.
¿Y Haaland? No jugó para 8 puntos. Estuvo desaparecido, pero también es cierto que, ante tamaña amenaza, el entrenador del Inter lo encerró bien rodeándolo de Acerbi, Brozovich, Çalhanoğlu y Barella. No estaba ahogado, pero le cortaron bien los caminos para recibir pases gol de su mejor socio, Kevin de Bruyne.
Pese a lo incómodo de su partido, la dupla se las arregló para encontrar espacios y Haaland pudo conectar un zurdazo a los 27′, pero el arquero Onana del Inter, bien colocado, detuvo el tiro. Diez minutos después Kevin se fue cambiado por lesión y el noruego se quedó solo arriba, luchando contra una de las defensas más duras de Europa. Su frustración se notó ya al final del encuentro, cuando cuidaban la victoria, y se ganó su primera amarilla por un roce con el arquero del cuadro italiano. Luego, como todos los ciudadanos, se dedicó a defenderse de la avalancha azul y negra que los acechaba. Pero ya el título tenía dueño.
Para Haaland esta Champions significa la copa más deseada en su vitrina, de seguro ganará más, pero para los aficionados al fútbol, su triunfo significa una nueva esperanza. Son tiempos de transformación, con Messi y Cristiano se están acabando los jugadores de potrero. Cuando el mejor jugador de la historia se acaba de ir a un retiro “fuera de los focos” en Miami; o mientras el animal deportivo más competitivo del siglo, CR7, se está dedicando a ser un embajador del fútbol árabe todavía en actividad; o cuando Zlatan, el último tótem y figura del fútbol, se retiró en lágrimas ante un estadio lleno, Erling Haaland emerge para convertirse en el próximo Balón de Oro y en el futuro rey del fútbol de esta década. El mundo -que no para- está esperando al sucesor. Alguien por quien levantarse temprano los fines de semana. Alguien a quien admirar.