Cuando la selección de Brasil deslumbró al mundo con el llamado ‘jogo bonito’ en el mundial de 1970, muchos (no necesariamente brasileños) alabaron el regreso del hijo pródigo, O Rei Pelé, quien por entonces tenía bien cumplidos sus 30 años. Sin embargo, era apenas solo uno de los rescatados de las dos anteriores selecciones que llegaron a coronarse en 1958 y 1962, en las cuales militaba también un carioca llamado Mané Garrincha.
Manuel Francisco do Santos, jugador ídolo del Botafogo, siempre fue la piedra en el zapato entre la relación de Pelé con Brasil. Muchos han asegurado que O Rei nunca fue muy querido en Brasil y Mané es, posiblemente, una de las razones indirectas para ello.
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Quién fue Garrincha y por qué es ídolo en Brasil
Nacido en Río de Janeiro y conocido por sus piernas torcidas, Garrincha es considerado como uno de los mejores extremos y regateadores de la historia. Su historia de éxito en Botafogo y la selección brasileña no está alejada de la de Pelé.
Sin embargo, Mané, o el ‘ángel de las piernas torcidas’ como solían decirle, tiene su propia leyenda: de los 70 partidos que jugó con la selección de Brasil, apenas perdió uno y empató siete.
De hecho, todos los encuentros en los que Brasil alineó a Garrincha y Pelé en el campo, fueron victorias para la pentacampeona del mundo. Entre ellos, los más recordados, aquellos que los consagraron en Suecia 58 y Chile 62.
Cuando jugó Garrincha junto a Pelé
Uno de los pocos y más conocidos fracasos de la selección brasileña, quizá tan trágico como el ‘maracanazo’, el 7 a 1 ante Alemania o la eliminación de España 82 e Italia 90, fue sin lugar a dudas su terrible defensa del título en el mundial de Inglaterra 66.
Puede decirse que Brasil fue el primero en caer en la ‘maldición del campeón’, ya que, previamente, el último campeón del mundo en caer en primera fase al defender su título fue Italia, pero con 12 años de diferencia.
Pelé y Garrincha: los amigos que nunca perdieron
La campaña de Brasil en Inglaterra fue trágica. Tras ganarle con un justo 2 a 0 a Bulgaria, se volvería a casa tras dos derrotas en las que ni Pelé ni Garrincha jugaron juntos. El partido ante los magiares del este había sido el último.
Hungría, los del oeste, vencieron a la verdeamarela por 3 a 1. En el único partido que perdió Garrincha con la camiseta de Brasil, Pelé estuvo en la banca.
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O Rei jugaría el partido decisivo ante una Portugal que lo marcó agresivamente, y que, Garrincha esta vez, vería desde la banca.
Mismo resultado, 3 a 1 y a casa. El primer campeón en volverse a primera ronda después de Italia en 1950.
¿Por qué se habla de una enemistad?
Con el paso de los años, la redención de Pelé en 1970 y la sombra bajo la cual vivió Garrincha hasta su muerte en 1983, mucho se comentó acerca de si ambos jugadores llegaron a ser amigos o si existía algún recelo entre ambos.
En una entrevista de la década de los años 70, Garrincha dijo que “Pelé es una persona diferente, otro genio diferente, un hombre gol. Yo siempre fui el que preparaba la jugada. No hay nada que decir, para mí es un amigo. El rey del fútbol. Yo pasé a segundo plano, pero estoy feliz con eso”.
En el año 2000, en otra entrevista para el semanario Época de Brasil, Pelé se refirió a su amistad con Mané. “Bebía hasta en los entrenamientos. Bebía caipirinha”.
Sobre su presunta amistad con él, señaló: “Es una de las cosas que me ponen más triste. Todo el mundo cree que éramos amigos. En Europa me preguntan hasta hoy mismo por ‘mi amigo’ Garrincha. Pero yo no tenía ninguna amistad con él. Nos entendíamos bien en los entrenamientos, pero eso era todo. Cuando murió, me criticaron porque no fui a su entierro. No lo hice porque a mí no me gustan los entierros y porque no estaba ligado a él”.
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¿Era Garrincha mejor que Pelé?
Pese a lo mucho que se comentó durante las décadas posteriores a los tres campeonatos de Brasil, todavía quedan las dudas de por qué cierta parte del público brasileño parece recordar con especial cariño.
Lo cierto es que, tras su muerte, el estadio de Brasilia, capital del país, llevó como nombre Estadio Nacional Mané Garrincha en su honor.