“Un estadio vacío es un esqueleto de multitud”, escribió Mario Benedetti. Eso fueron los coliseos de Guangzhou, Shanghái, Pekín, Tianjin, Qingdao… Fantasmales todos, silenciosos, apenas el viento estaba conversador. El viernes 21 debía iniciarse la temporada 2020 de la creciente Superliga China de fútbol, cada vez más prestigiada de figuras, pero el juego estuvo ausente. La Asociación China suspendió indefinidamente toda actividad debido al azote del coronavirus, que ya se ha cobrado casi 2500 vidas según el último reporte de la Organización Mundial de la Salud (ciudadanos chinos que llegan de allá duplican como mínimo esa cifra).
Y suman 78 000 infectados más en 29 países. Espanta incluso la velocidad con que se propaga el virus.
Es un cuadro tan grave como atípico. “Tengo miedo, está terrible la situación en Wuhan”, confesó hace unos días al diario La Razón, deLa Paz, el delanteroboliviano Marcelo Martins Moreno, quien seguro estará con su selección en la primera fecha de la eliminatoria el 26 de marzo frente a Brasil. Martins milita en el Shijiazhuang Everbright y desde hace un mes el equipo está en Abu Dabi. Los clubes acostumbran realizar pretemporadas en el exterior antes del campeonato, esta vez directamente sacaron a los planteles del país y los llevaron a Catar, Emiratos Árabes Unidos, Australia, España. Permanecen allí a la espera de señales de las autoridades para retornar.
Martins envió a su familia a Brasil; igual reconoce estar atemorizado por este trance. Que además vive muy de cerca, pues antes de fichar por el Shijiazhuang jugó dos años en el Wuhan Zall FC, de la ciudad donde se originó el brote infeccioso. “Mis amigos y excompañeros en Wuhan me dicen que nunca pasaron por un momento tan dramático”, cuenta el fornido goleador, hijo de un brasileño que fue un día a jugar a Santa Cruz y se casó con una cruceña.
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“Está terrible la cuestión sanitaria en Wuhan, donde se registran más casos de esta enfermedad. El Gobierno cerró el aeropuerto y las carreteras, nadie puede salir a la calle, no hay circulación de autos. Se dispuso la cuarentena para solucionar este tema que está alarmando al mundo”, agrega.
“Ir cada día a un entrenamiento sin saber cuándo empieza la temporada y hacerlo después de hablar con la familia, que está en una situación complicada, sin tú poder hacer nada...”, dice de sus jugadores el español José González, entrenador del Wuhan Zall, equipo varado en Cádiz. “Lo pasan mal. Lo que viven sus padres, mujeres o hijos, encerrados en sus casas, no lo controlamos. Intento que siempre sean positivos. Si los que están fuera transmiten pesadumbre, los de allí lo tienen más complicado. Son importantes aun estando tan lejos”, agrega.
En Wuhan, urbe de 11 millones de habitantes, casi no se nota presencia humana. Está blindada para no expandir más la letal enfermedad. Nadie entra ni sale. Está en la China central. Pero ya no se puede hablar de una epidemia de lugares remotos, vivimos en una aldea global, más de 12 millones de pasajeros se trasladan universalmente en 120 000 vuelos diarios; el coronavirus viaja en avión, barco, tren, bus, llega a todas partes. Arribó a Europa, pegó fuerte en Italia y ya tocó al fútbol: el domingo se suspendieron cuatro partidos de primera división: Torino-Parma, Inter-Sampdoria, Atalanta-Sassuolo y Verona-Cagliari. Y ojo a la Champions: Barcelona jugó en Nápoles bajo extremas medidas de seguridad. El Inter de Milán se medirá mañana al Brujas por la Europa League a puertas cerradas.
La Asociación China suspendió indefinidamente toda actividad debido al azote del coronavirus, que ya se ha cobrado casi 2500 vidas según el último reporte de la OMS.
Aún no se sabe bien la razón, pero Italia es el principal foco europeo, con una alarmante cantidad de infectados. Ya suman 230 internados más siete muertos. El peligro, y sobre todo el pánico es tal que, tras la reunión del Consejo de Ministros, el Gobierno decidió medidas drásticas para aislar el virus. Cuarentena total en los lugares donde se presentaron más cantidad de casos (el norte del país), inmovilidad absoluta de la población con amenaza de sanciones penales si la violan. Lombardía, Véneto, Piamonte, Emilia Romaña y Lazio son las cinco regiones más afectadas. Las tres primeras han cerrado todos los centros educativos, desde primarios hasta universitarios, cines, museos, teatros; Venecia canceló el carnaval. Medidas dolorosas. El fútbol no podía escapar a esta realidad. En esas zonas el deporte entero ha sido paralizado. Si en lugar de Napoli-Barcelona hubiese sido Juventus-Barcelona se habría postergado por la pandemia, dado que Turín está comprendida entre las áreas de riesgo.
A diferencia de otras industrias, el fútbol moviliza a cientos de millones de personas semanalmente que viajan, se mezclan, comparten. Es un posible factor de contagio importante.
Si esto se expandiera, podría ser catastrófico para la actividad, tanto como lo es para el turismo, que engloba hotelería, gastronomía, aviación, cruceros, traslados, etcéteras varios. El fútbol también genera millones de puestos de trabajo.
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Esta calamidad comenzó en diciembre y, lejos de apaciguarse, se viralizó cada vez más. No existe una vacuna todavía. Si no se halla rápidamente un antídoto, el fútbol estará en problemas. Desde luego lo más importante es la vida humana, la pelota es secundaria, no obstante, es el tema que nos ocupa. Si el coronavirus atravesara otras fronteras, el desastre deportivo y económico podría aumentar. De suspenderse el choque Juventus-Lyon del 17 de marzo por la Liga de Campeones, u otro cualquiera de los programados, la situación desencadenaría consecuencias imprevisibles. Se podría llegar a posponer la competencia. O cancelarla. Incluso las ligas de cada país, como en este caso la italiana (Juventus-Inter jugarán sin público el domingo), quedarían truncas y no se sabría quiénes ganan el título, quiénes descienden, cuáles clasifican a los siguientes torneos continentales.
No habría resolución para cientos de casos ni tiempo para arreglarlo. Quedarían los estadios despoblados, pero a los profesionales habría que seguir pagándoles contratos fabulosos. La misma prensa deportiva sufriría un golpe terrible.
No estamos siendo apocalípticos, hasta el sábado no se pensaba en la suspensión de los partidos del Calcio y, desde luego, el fútbol debe someterse a cualquier disposición gubernamental en salvaguarda de la salud de los pueblos.
Cuando se descubrió el sida el fútbol tuvo una preocupación, había un riesgo de contagio entre los protagonistas, pero era microscópico en relación con esto, y estaba referido a los jugadores exclusivamente por si se lastimaban y se mezclaba sangre. Este es un caso infinitamente más inquietante. Y ya llegó, obligó a suspender partidos. Lo que viene es impredecible. (O)