Si los trofeos internacionales se cotizaran como acciones en la bolsa, Zinedine Zidane sería un lobo de Wall Street. Con el récord –que por ahora suena inalcanzable– de tres Champions League consecutivas al mando del Real Madrid, ‘Zizou’ se ha consagrado como un administrador de riquezas, después del triunfo 3-1 ante Liverpool en Kiev. Desde el análisis futbolístico se le ha restado protagonismo por no ser un revolucionario de la táctica y por no tener un libreto que se lea de memoria con sus equipos. Pero sí hay una estrategia en esta era dorada de Zidane con los merengues. El plan, para este entrenador francés, es facilitarle el camino a sus jugadores top para que exploten todo su talento. Tiene el look y el discurso de tipo moderado; sin embargo, cuando debe mandar un equipo al campo es, sin dudas, el más grande derrochador. Zidane es campeón de todo, porque teniéndolo todo no ahorra nada.
Lo sencillo es decir que invirtiendo millones de euros en un plantel es un crimen no llenarse de vueltas olímpicas. El fútbol es mucho más complejo que una inversión inmobiliaria. Sobre todo en estos tiempos de jeques árabes y multimillonarios empresarios que compran equipos, vemos desfilar decenas de equipos multimillonarios que ni siquiera pasan a las semifinales de torneos importantes (PSG y Manchester City como ejemplos emblemáticos). “Una buena logística es inteligente en el fútbol, aunque nunca garantiza un buen resultado. Hay más variables para llegar a eso”, dijo hace unas semanas el argentino Diego Latorre.
El Real Madrid siempre ha sido galáctico, con Zinedine Zidane está logrando ser mucho más que eso. Ha cruzado la barrera del tiempo. Es infinito.
Zinedine Zidane aprendió de los mejores administradores de abundancia en su carrera como jugador y en sus inicios como técnico. En Francia 98 fue dirigido por Aimé Jacquet, quien logró el campeonato mundial de selecciones con un plantel muy talentoso, aunque algo menor en comparación a maravillosas selecciones galas como las de 1982 y 1986, que se quedaron a puertas de una final mundialista. Jacquet supo conducir a Zidane, Thuram, Henry, entre otros, para que logren lo que Platini, Tigana y Giresse no pudieron hacer.
–Hijo de la realeza–
Otros maestros que tuvo Zidane aparecieron en sus años como parte de la realeza. Primero, Vicente del Bosque, también silencioso y paciente, con quien consiguió la Champions como jugador en el 2002; y hace poco Carlo Ancelotti, otro pragmático en el manejo del tesoro futbolístico, cuando fue su asistente técnico y también ganador de la Champions en el 2014. ‘Zizou’ viene del árbol genealógico de la oportuna prudencia. Ha decidido quedarse callado casi siempre o decir menos de lo que parece suficiente en cada victoria. No grita tanta gloria acumulada para poder conservarla.
“En su mejor hora de Dios, Zinedine Zidane decidió despedirse como hombre”, escribió el mexicano Juan Villoro, cuando ‘Zizou’ se puso gallito y le propinó un cabezazo de videojuego a Marco Materazzi en la final de Alemania 2006. A este Zidane, en versión técnico, será difícil volverlo a humanizar. El cielo en Madrid tiene su nombre.
–Zinedine sí va–
Tres títulos de Champions consecutivos no tienen antecedentes en la historia del fútbol. El inglés Bob Paisley y el italiano Carlo Ancelotti consiguieron ese trío en torneos interrumpidos. No hay precedentes para Zidane, quien ya suma nuevos títulos en sus dos años y medio como capitán del barco real.
Un héroe del silencio. Un héroe de leyenda. Zinedine Zidane es el líder ideal, equilibrado, despojado de cualquier tentación vanidosa. Tan humilde puede ser ‘Zizou’ que el gol que más celebró en Kiev fue la genial chalaca de Gareth Bale, que ya habría desplazado a su volea ante Bayer Leverkusen en las preferencias por el mejor gol de una final de Champions.
En su segunda juventud, que la alcanzó para jugar su segunda final de Mundial, a Zinedine Zidane lo apodaron ‘Harry Potter’ por hechizar a los monstruos brasileños en cuartos de final de Alemania 2006. Desde que se vistió de corto en una cancha, nunca perdió la varita para sorprendernos con algún truco. Ni el día de su retiro ni como asistente, mucho menos como técnico del Real Madrid. Zinedine Zidane no necesita palabras para confirmarle al mundo que su magia es blanca.