Espantado el fantasma del descenso, los aficionados del Athletic Club esperan con verdadera ansiedad el final de una temporada que podría catalogarse como aciaga. El cuadro vasco ha naufragado en Liga (difícilmente alcanzará la mitad de la tabla) y en Copa del Rey (cayó en dieciseisavos ante el Formentera, conjunto de Segunda B) y si ha llegado hasta octavos de final de la Europa League ha sido más por arreones puntuales que por una verdadera capacidad competitiva. De hecho, caer ante el Olympique de Marsella por un global de 5-2 dejó bien claro que en ningún momento hubo en realidad motivos para ilusionarse con un éxito europeo.
Aunque los jugadores cargan con una importante cuota de responsabilidad en este fracaso -especialmente algunos de ellos-, lo cierto es que el principal culpable es, sin duda, José Ángel Ziganda. El navarro no ha sido capaz ni de motivar a una plantilla claramente acomodada ni de dotar al equipo de un estilo de juego definido. Que haya habido que esperar hasta las jornadas 31 (victoria a domicilio ante el Villarreal), 33 (empate ante el Real Madrid en el Santiago Bernabéu) o 36 (triunfo convincente ante el Real Betis en San Mamés) para ver la mejor versión del equipo es el mejor síntoma de que el Cuco ha tardado demasiado en sacar provecho al trabajo diario.
Tras dibujar una trayectoria tan decepcionante, la directiva ha optado por poner fin a su contrato con un año de antelación y anunciar que será otro técnico distinto quien lleve las riendas del equipo en la 2018-2019. En principio, pocos serán quienes le echen de menos, aunque lo cierto es que, para ser justos, algún mérito sí debe serle reconocido.
La mejor apuesta de Ziganda
El más evidente, sin duda, el que tiene que ver con la promoción de dos jugadores del equipo B que han logrado consolidarse en la primera plantilla: el extremo zurdo Íñigo Córdoba y el zaguero Unai Núñez (21 años). El primero, por su condición de atacante habilidoso, ya ha dado pie a numerosos artículos y comentarios positivos, pero el segundo, tal vez por realizar un trabajo más oscuro y silencioso, ha recibido menos elogios de los que merece.
Central de la vieja escuela que destaca por su poderío aéreo, su capacidad de anticipación y su valentía, el portugalujo ha sabido soportar la presión con absoluta solvencia. Es más, en determinados choques, su determinación ha resultado decisiva para que el equipo no se desangrase más de la cuenta. Igualmente, tampoco ha tenido problemas para aguantar sobre los hombros la responsabilidad de tapar las dolorosas ausencias del carismático y completo Yeray Álvarez (incluso con el bilbaíno recuperado, Núñez se ha mantenido como titular en muchos partidos).
Aunque debe mejorar en la salida de balón y en la toma rápida de decisiones, el zaguero despedirá el curso con unos números extraordinarios (suma ya 35 choques) y, lo que es más importante, dejando una impronta de que se puede confiar en él y hacerlo, además, durante muchos años. Que el club le renovase en octubre (hasta junio de 2023) y que FC Barcelona le haya seguido en varios partidos abundan en esta idea.