De pronto, la rancia Copa de Europa se vistió de Libertadores. Con final de escándalo bajó el telón del apasionante choque Real Madrid-Juventus, que en el global finalizó 4-3 en favor de los merengues. Un penal polémico -ya histórico- a los 93 minutos (que recién pudo ejecutarse a los 98), tarjeta roja a Buffon, acorralamiento al árbitro, protesta masiva, manotazos en el túnel y declaraciones incendiarias. Todo lo que aplica para una noche copera de acá, pero allá. Sólo faltaron policías con cascos y escudos. Y algunas piedras…
Juventus hizo el partido perfecto en el Bernabéu, jugó con serenidad, confianza y grandeza. Anuló al Real Madrid y vencía 3-0, devolviendo el plato que el cuadro de Zidane le había dado a probar en Turín. Gran faena de Allegri al presentar un equipo así, y estupendas actuaciones de muchos: Mandzukic, Douglas Costa, Pjanic, Buffon, Benatia, Chiellini, Lichsteiner, Alex Sandro, Khedira… Mostrando ese video, el allenatore puede pedir trabajo en cualquier parte.
Cristiano Ronaldo ejecutó extraordinariamente el penal (nada de dudas ni de amagues ni de inventos: eligió un palo, sacó un cañonazo arriba y a tesorería). Y la Juve se fue con las manos vacías. La pregunta del millón: ¿fue penal…? Tuvimos que mirarlo decenas de veces y aún así no nos atrevemos a ser contundentes. Finalmente optamos por el no: no nos pareció falta, sencillamente porque no vemos golpe. Benatia se excede un poco en su afán de evitar que Lucas Vázquez, con el arco a disposición, remate al gol. Apoya una mano en la espalda del madridista, pero el toque no significa penal, es un emparejamiento y este es un deporte de contacto. Luego intenta rechazar el balón con su pierna izquierda, le erra a la bola y la pierna sigue hacia el pecho de Vázquez, pero no lo impacta. Lucas cae aparatosamente (aunque no fingiendo) y el inglés Michael Oliver marca el punto de los once metros. Fin del cuento: el Madrid a semifinales.
No fue penal, pero de ninguna manera es un escándalo como reclaman los jugadores juventinos. Era igual de cobrable que de no cobrable, una jugada de apreciación, en el límite justo entre lo legal y lo ilegal. Queda a decisión del juez. Y si todos tuvimos que verla tantas veces es porque no lo teníamos claro. Oliver no tenía esa posibilidad, debía resolver en un segundo y decidió que era falta. Además, en líneas generales, los réferis británicos parecen honestos. No da para indignarse ni para usar la palabra robo. Y menos por la hora, pues iban 92 minutos y 32 segundos y el juez había adicionado lo usual, tres. Estaba perfectamente en tiempo.
Lo que irrita a la Juventus, como al resto del fútbol, es la histórica “suerte” del Real Madrid con los arbitrajes. En caso de duda, siempre es a favor del Madrid. El mundo entero piensa que, si era en el área de enfrente, no se sancionaba. Esto lleva muchas décadas. Ya hacia fines de los cincuenta, en tiempos de Di Stéfano, se hablaba de los favores arbitrales al Madrid. En 1979, el Sporting peleaba el título punto a punto con el Madrid cuando se enfrentaron en Gijón. Partido clave. Piqui Ferrero, un hábil puntero argentino, entró al área y San José, defensa blanco, lo barrió sin conmiseración, a lo Sergio Ramos. Cuentan que fue un penal enorme como una catedral, pero el colegiado dijo “siga siga”. La hinchada del Gijón estalló y en su cabreo inventó el cantito que se hizo célebre, universal: “¡Así, así, así gana el Madrid…!”
El tema del Madrid va más allá de las caricias arbitrales, a sus hinchas no les alcanza con recibirlas, además no hay que decirlo, se encrespan, y eso ya es demasiado. El precio a pagar es la difusión. El exárbitro español Eduardo Iturralde, ahora comentarista de As, vivió un calvario por haber opinado que no hubo penal. Y no fue él sólo, millones lo vieron igual. Pero que conste en actas: es el club más beneficiado de que se tenga noticia.
Los árbitros tuvieron demasiada influencia en estos cuartos de final. En el cotejo Manchester City 1 - Liverpool 2, el juez español Mateu Lahoz no convalidó un gol del City que lo ponía 2-0 arriba. Milner, del Liverpool, rechazó hacia atrás y Sané marcó gol. No existe un gol más reglamentario. Lahoz, nefasto juez, dijo no. City se ponía 2-0 y su remontada (necesitaba 3 goles) empezaba a corporizarse. Faltaba más de un tiempo.
En el Roma 3 - Barcelona 0, el local logró una proeza al remontar un 1-4. Con fútbol, con corazón, inteligencia, fe y ambición. Ningún otro semifinalista conmovió tanto por su entrega y su lucha. Pero debió terminar el partido con nueve. Fazio y Juan Jesús debieron ser expulsados por juego brusco reiterado y por agresión estando ya amonestados. Sin embargo, siguieron en campo.
“No tenemos ninguna prisa con el VAR”, cacareó Aleksander Čeferin, presidente de la UEFA. Pero el juego es cada vez más veloz, los árbitros fallan y los jugadores son insoportables. Las broncas seguirán.
Barcelona recibió una preciosa lección: la de que, cuando se hace todo mal arriba, se paga abajo, en el césped. Un club que gasta cientos de millones de euros para fichajes “equivocados” y luego termina pidiéndoles a los mismos viejos próceres que le salven la ropa, porque los nuevos nunca dan la talla. Messi no puede ganar los 60 partidos de la temporada. Un día se complica y el Barcelona pierde. Ser eliminado después de un 4-1 a favor es un bochorno. El técnico presentó un planteo ultracauteloso que podía costarle el puesto. Y ya no da espectáculo el Barza. Su primer objetivo era la Champions, para emparejar un poco al Real Madrid en ese terreno. Ahora no le alcanzará con ganar la Liga y aún la Copa del Rey (si la gana), su temporada está dañada.
El sorteo de las semifinales decretó un nuevo Bayern Munich-Real Madrid, ya convertido en un clásico europeo y muy parejo ciertamente, con 11 victorias para cada uno, aunque con muchos triunfos madrileños en los últimos años. Este tendrá dos condimentos salientes: 1) Que el Bayern terminó el año anterior enfurecido con los arbitrajes frente al Madrid, como Juventus ahora. 2) La posibilidad de James Rodríguez de hacer dos grandes partidos y demostrar que Zidane se equivocó al abrirle la puerta de salida.
Los cuatro están en un momento de gracia, muy motivados y han merecido el derecho de estar ahí. Pero, si le permiten a este cronista apostar unas rupias por alguno de los cuatro, pondrá este nombre en su boleta: Liverpool.