23/12/2024

"Neymar: los demonios del chico 10", por Jorge Barraza [OPINIÓN]

Domingo 24 de Septiembre del 2017

En poco más de cuatro meses, Neymar cumplirá 26 años; ya no es un garoto. Puede que un día, cuando se jubilen Cristiano y Messi, herede el trono. Hoy, está lejos

En poco más de cuatro meses, Neymar cumplirá 26 años; ya no es un garoto. Puede que un día, cuando se jubilen Cristiano y Messi, herede el trono. Hoy, está lejos

El viernes Neymar recibió dos noticias, una buena y una mala. La mala primero: no fue convocado para el partido de ayer en el cual Paris Saint Germain enfrentó al Montpellier. El club comunicó que tenía molestias en un pie; Radio Montecarlo, siempre muy bien informada, deslizó otra razón: sería un escarmiento del club por haber viajado sin aviso a Londres, donde pasó dos días y se mostró sin reservas en una fiesta con Lewis Hamilton y varias modelos de Victoria’s Secret, terminando la noche con la bellísima húngara Bárbara Pelvin. Desde luego, no se trata de introducirse en su vida privada sino cómo esta repercute en su actividad deportiva. Si en verdad tenía alguna dolencia, lo aconsejable era reposo y kinesiología.


La buena: se enteró de que estaba ternado junto a Messi y Cristiano Ronaldo para el premio The Best de FIFA al mejor de la temporada. De nuevo recibió más de lo que dio, una constante en su carrera. Futbolísticamente tuvo un año muy flaco Neymar, salvado en parte por su noche del 6 a 1 al PSG, donde convirtió un penal y un tiro libre. Su balance no brilla: apenas ganó una Copa del Rey y marcó 20 goles (3 de penal) en medio de muchos partidos grises. Mbappé jugando de a ratos anotó 26; Icardi 26; Lukaku 27; Falcao, sin alcanzar su mejor año, hizo 30 (y con Mbappé fueron campeones de Liga y semifinalistas de Champions); Higuaín anotó 32, Mertens 34, Luis Suárez 37, Harry Kane y Edin Dzeko 38, Aubameyang 40, Cristiano Ronaldo 42, Lewandowski 43, Cavani 49, Messi 54. Pero entró en la terna Neymar. No hay duda: el marketing y las redes sociales funcionan…


El jueves por la noche el plantel del PSG se reunió en una cena para componer la relación entre el Chico 10 y Édinson Cavani, con quien discutió tres veces en medio de un partido por los lanzamientos de falta. Un penal es un penal, y Neymar lo sabe. A fin de año nadie pregunta cuántos de sus goles son desde los 12 pasos. Todo suma: una foto en Instagram con un rockero de moda, un gran contrato de publicidad, un penal… El periodista brasileño Luís Curro, de Folha de Sao Paulo, escribe esta semana: “Neymar precisa de los goles de penal para competir con los principales artilleros… Si quiere ser Balón de Oro tiene que encargarse de todas las faltas”. Cristiano Ronaldo, gran candidato al trofeo, marcó 10 goles entre cuartos de final y final de Champions -impresionante- y ninguno de penal.


El forcejeo con Cavani por ejecutar el penal ante el Metz fue definitivamente desagradable y recorrió el mundo. Neymar arregló con Nasser Al-Khelaifi ser el número uno en todo en el PSG, pero con Cavani no arregló nada. Y los uruguayos no le piden autógrafos a los brasileños. Por lo menos desde el Maracanazo en adelante. Cavani es un líder del PSG, lleva cuatro años allí, es su máximo goleador y estrella, está encargado de las pelotas paradas y tiene un alto porcentaje de eficacia.


Ya había tenido un problema similar en 2010 en el Santos. Neymar tironeó con un compañero para ejecutarlo, el DT Dorival Junior respaldó al compañero, que era el designado, y Neymar, recién con 18 años, tuvo una discusión con el entrenador en plena cancha. "Nunca tuve un problema de indisciplina en mis equipos, con Neymar han ocurrido varios. No sé (qué le ocurre). Estoy haciendo todo lo que puedo para ayudarle. Lo solucionaremos", declaró Dorival. A los seis días fue despedido. El Santos no podía tener a disgusto a su estrellita. Pero Renê Simoes, técnico del equipo rival, Goianiense, fue menos diplomático: "Estamos creando un monstruo" y "un señor todopoderoso en la cancha y al que todo el mundo deja hacer”. En Barcelona no sufrió ese problema: Messi le dejó 11 penales, pese a que falló 5.


Tras el incidente con Cavani, el mundo del fútbol comenzó a pensar que tal vez el Barcelona, sin quererlo, hizo un gran negocio: vendió un problema por 222 millones de euros. Nadie niega las condiciones futbolísticas del jugador, sobre todo técnicas, sin embargo ya entró en su décima temporada en Primera y la promesa de ser un rey al estilo Pelé empieza a demorarse. Es el pase más caro del mundo, el sueldo más alto, el de mayores contratos publicitarios, el futbolista más mediático, le falta corresponderlo con juego. Y en un delantero, con goles. Aunque Messi y Cristiano se van poniendo maduros, Neymar sigue lejos. Y empiezan a acercársele jóvenes como Mbappé o Asensio.


No sería lo peor; se le vienen acumulando dos tópicos que, en grandes cantidades, son malsanos: el dinero y los incidentes. Lo primero relaja, puede envanecer; lo segundo desestabiliza. Los embrollos fuera del campo y de roces adentro se le van sumando y Neymar, un joven de natural alegre, empieza a convertirse en un indeseable para sus colegas, que lo buscan con pierna fuerte por sus actitudes provocativas. En 2015 se fue de la Copa América en medio de un bochorno, peleado con todos los jugadores de Colombia. Y al juez, que lo había expulsado, lo esperó en la boca del túnel para insultarlo. Unos días antes, en la final de la Copa del Rey, los vascos del Athletic de Bilbao quisieron comérselo vivo por una bicicleta que tiró en el minuto 89, con el partido ya decidido por goleada a favor del Barcelona. Quedó claro que no era un lujo sino una tomada de pelo. “Es mi forma de jugar”, se defendió. Tuvo un serio cortocircuito con Juan Carlos Unzué, asistente técnico de Luis Enrique en el Barsa, quien le reprochó una mañana haber llegado al entrenamiento en condiciones inadecuadas, al parecer directo desde una fiesta. La lista es larga.


En estos pocos días en el PSG, fue noticia un duro altercado con el sueco Mikael Lustig en el cotejo Celtic 0 - PSG 5. Pero lo feo fue al final del juego: Anthony Ralston, un juvenil escocés de 18 años, le extendió la mano y Ney se negó a saludarlo. Hubo un cambio de palabras y el santista le recordó el resultado: “se comieron cinco”.
El PSG dispuso para Neymar una casona en París en la que vive con otras 21 personas, entre ellas sus diez amigos inseparables, a quienes se ha dado en llamar “los Toiss”. Viven con él desde los tiempos de Barcelona y conforman el séquito que lo acompaña a todos lados, sobre todo a las numerosas fiestas que organizan. Él es feliz con ellos, pero seguramente no es el entorno más apropiado para un deportista de élite.


“Nuestro mejor jugador necesita crecer y hacerse hombre”, tituló su nota el columnista número uno de Brasil, Juca Kfouri, preocupado porque buena parte de las chances de Brasil en el Mundial dependen de este jugador habilidoso; y consciente de que el fútbol tiene dos capacidades: de la cintura para abajo y, la más importante, de la cintura para arriba. Se está fortaleciendo la imagen de niño malcriado al que se le permite todo. El PSG casi que no puede decirle nada, le prometió cualquier excentricidad con tal de ficharlo. El padre, menos, pues montó una industria en torno a su hijo y se hizo millonario él también. ¿Los técnicos…? No tienen poder frente a él. ¿Quién entonces…? ¿Los Toiss…?


En poco más de cuatro meses, Neymar cumplirá 26 años; ya no es un garoto. Puede que un día, cuando se jubilen Cristiano y Messi, herede el trono. Hoy, está lejos.

Ver noticia en El Comercio: DT

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