Hay una foto partida; no es vieja, aunque ya genera nostalgia, es la de la MSN, el fabuloso tridente sudamericano del FC Barcelona: Messi-Suárez-Neymar. Acaso una de las mejores delanteras de la historia del fútbol. O la mejor. Clase, inventiva, preciosismo, contundencia, fantasía, toque milimétrico entre bosques de piernas… Pim-Pam-Pum y a la red. El genio de Messi, la astucia y bravura de Suárez, la habilidad y técnica de Neymar. Duró tres años y tal vez nunca se repita. La foto está rota. Neymar la rompió. Dice que quiere crecer, ser feliz en otro lado.
“NEYMAR ESTÁ INCÓMODO EN EL BARZA”, tituló el periodista Albert Masnou en el diario Sport, de Barcelona, la mañana del 18 de julio. Y agregó: “Una parte del entorno más próximo al crack le insiste en que va llegando la hora de abandonar el Barza. Le piden alejarse de la prolongada sombra de Messi para intentar crecer lejos del Camp Nou y buscar una mayor gloria individual”. El informe Masnou fue casi ridiculizado por el público: “Las cosas que inventan para vender periódicos”. Por la tarde, Marcelo Bechler, periodista brasileño de Esporte Interativo con asiento en la ciudad de Joan Miró, fue más allá: “Neymar aceptó una oferta del PSG y se va del Barcelona”. Dieciséis días después -en medio de un tenso mutismo del jugador-, una corte de abogados se presentó en el Camp Nou y depositó un cheque por 222 millones de euros. El “invento de la prensa” era real: Neymar, efectivamente, dejó de ser jugador azulgrana. El viernes fue presentado en París con su nueva camiseta. Pero está claro que su marcha estaba sellada cuando la anunció Bechler.
Se consumó así el pase más extraordinario de este deporte. Por el monto invertido, que cuando se sumen impuestos, contrato del jugador, comisiones, costas de abogados, terminará en alrededor de 528 millones en cinco años. Muy propio de la prepotencia económica de un jeque ultramillonario. También por tratarse de una estrella que parecía atada con cadenas a un superclub como el Barza, con un salario ya estratosférico, por el ultramediatismo del personaje, y por forzar la salida para ir a un club de menos tradición y a una liga más flaca que la española. La lógica va en sentido contrario: un futbolista anhela pasar a un club más grande para lograr títulos y reconocimientos. En 2003, para alcanzar el estrellato, la gloria deportiva y el Balón de Oro, Ronaldinho hizo el camino inverso: fue del PSG al Barza.
En su libro Liderazgo, Alex Ferguson cuenta que, al momento de firmar el pase del Sporting de Portugal al Manchester United en 12,24 millones de libras esterlinas, Cristiano Ronaldo le avisó: “Mire que mi sueño es jugar en el Real Madrid”. Y después de seis preciosas temporadas en las que dio todo, se marchó por 80 millones de libras. “Le cumplimos el sueño”, escribe el gran DT. No querían darlo a ningún precio, pero Cristiano les había sido claro, de modo que no hubo traición, se fue por la puerta principal.
Neymar eligió otra salida. Más allá de la legalidad de la operación y el derecho del futbolista de romper su contrato e irse en tanto paga la cláusula rescisoria, queda una sensación inequívoca: se fue como los que se mudan de noche, por la puerta de atrás y en puntas de pie. Lo reflejan durísimos titulares de diarios españoles como “HASTA NUNCA”, “PAGA Y VETE”, “EL NUEVO FIGO”, “MERCENARIO”, etc. Incluso quienes estuvieron allí cuentan que la despedida en el vestuario fue breve y fría, con un discurso de treinta segundos, unos abrazos y adiós. Hay un hecho indiscutible: el PSG le apuntó a la única bailarina que le hacía ojitos, a la que podía sacar después de unas cuantas copas.
"Nunca he estado motivado por el dinero", dijo Neymar, aunque nadie le cree. En estas situaciones siempre se apela a los “sueños” y los “nuevos desafíos” para explicar lo inexplicable. ¡Estás en el Barcelona…! ¿Dónde hay más desafíos…? Neymar había renovado con el Barza por cinco años sólo nueve meses antes. Su meta indisimulable es ser, por fin, el número uno del mundo, pero ese trono se gana en la cancha. Y en el césped, por ahora, ha estado lejos de Cristiano y de Messi.
Los números del tridente en sus tres temporadas son bastante elocuentes: Messi 194 goles y 90 asistencias; Suárez 121 y 59; Neymar 90 y 61. Y hay un rubro que las estadísticas no registran: los pases gol. Messi lo ha hecho beneficiario a Neymar de cientos de mano a mano que Neymar no concretó. Cuando se está frente al arquero, no cuenta quien es el uno y quien el dos. La sombra de Messi podría haber opacado también a Suárez, pero el uruguayo no tiene dramas: la manda adentro. Fue goleador de España 2015-2016 con 40 tantos.
“Si él considera que la vida de un atleta se mueve por desafíos, no había desafío mayor para él que el de superar a Messi en el campo”, opina Luís Curro, analista brasileño de Folha de São Paulo. “Si él lo superaba ahí, estando juntos, no podía haber dudas de quién era el mejor”, agrega Curro. Cuando Messi empezó, en el Barza estaba Ronaldinho, Balón de Oro 2005 y máxima figura mundial. Y Leo lo desbancó. Estando Dinho aún en el club, Messi fue Balón de Bronce en 2007 y de Plata en 2008, apenas superado por Kaká y Cristiano.
Naturalmente, la condición superestelar que le brinda el PSG le permitirá no sólo usar la camisa 10, sino también moverse libre por todo el ancho del terreno, lo cual lo beneficia, como se nota en la Selección Brasileña. Ahí podrá patear los penales, los tiros libres y los demás deberán jugar para él. Debería mejorar su cosecha de goles; también porque la de Francia es una liga menos poderosa y el PSG ejerce una primacía absoluta, como el Bayern en Alemania. Por otra parte, encontrará un plantel riquísimo, y con cinco brasileños: Dani Alves, Thiago Silva, Marquinhos, Lucas Moura y Thiago Motta. Con los cuatro primeros comparte selección. Una situación idílica desde el punto de vista futbolístico. Y tendrá a los costados a Cavani, Verratti, Draxler y Rabiot, otros cuatro cracks. No debería extrañar a Suárez, aunque ya no recibirá los pases sensacionales de Messi.
Ganar la liga francesa es una obligación perentoria, de ello ni se habla; el listón está puesto en la Champions, si no levanta la orejona a fin de temporada y no es Balón de Oro pronto, lo deportivo habrá perdido terreno frente a lo económico.
¿Qué hará el Barza con 222 millones de euros…? Es la gran pregunta que se hacen en Cataluña, vista la reiterada ineptitud de este club para los fichajes. El Barcelona gastó más de 222 millones en los últimos tres mercados en la contratación de Arda Turan, Aleix Vidal, Paco Alcácer, Denis Suárez, Cillessen, Umtiti, Digne, André Gomes, Semedo y Deulofeu. El resultado de tal amontonamiento de suplentes (salvo Umtiti) es casi de escándalo. Todos recuerdan cuando el Real Madrid le birló a Figo en el año 2000 pagando una cláusula de 61 M€. El entonces presidente Joan Gaspart, cuentan, los quemó en una tarde en los pases de Marc Overmars y Emmanuel Petit, monumentales fracasos posteriores. Al Barza ya se le fueron, en fase de esplendor, luminarias como Maradona, Ronaldo, Michael Laudrup, Romario. El daño futbolístico que provoca la salida de Neymar es indiscutible: para el rival no es igual marcar a dos que a tres, sobre todo si ese tercero es Neymar, jugador que encara y es indescifrable en la gambeta (aunque ha tenido reiterados problemas de finalización de jugadas).
Pero acaso impacta más la lesión institucional que el Barza ha sufrido, sus hinchas. Ha quedado, una vez más, como un club ingenuo, al que se puede apedrear y salir corriendo risueñamente, pusilánime ante la adversidad, lento de reacción, carente de firmeza. Sobre todo, porque la perfidia proviene de un jugador al que club le consintió todo y le hizo el contrato más alto desde el día que llegó, a los 21 años, por encima de todos los históricos que habían glorificado al club y le dieron un estilo que fue orgullo y concitó la admiración mundial. Se va justo cuando el Barcelona esperaba que le devolviera algo de los muchos mimos que le prodigó. No ser parte de los títulos, decidirlos él. Que eso es lo que hace un número uno.
No hay dudas, su adiós es un gancho al hígado. Una vez más, el Barza deberá ponerse en pie y reinventarse en Piqué, Busquets, Iniesta, Messi, los valores de la casa, los viejos guerreros -estos sí- azulgranas hasta el hueso.