Un día como hoy a las 5 de la tarde en la ciudad de Belo Horizonte no había nadie caminando por sus calles. Todos, residentes y turistas se encontraban en tres posibles lugares: en el Estadio de Mineirão, en sus casas o en algúin restaurante viendo a través de un televisor la semifinal del Mundial de fútbol del 2014.
El evento era importante por dos razones: la esperanzadora victoria de Brasil demostraría que no era un mal equipo, como más de un crítico ya venía diciendo y se ganaría su justo puesto en la final del Mundial, en la que ellos como país eran los anfitriones. Sin embargo, en el fútbol no hay favoritos.
Sonó el pitazo inicial y el equipo de Brasil intentaba presionar a los alemanes a través de sus pases. Todo indicaba que tenían todo bajo control, hasta que en el minuto 11, el alemán Thomas Müller sorprendió a todos con el primer gol.
Con la hinchada en contra, los alemanes ganaron confianza después del primer gol, hasta que en el minuto 23, Miroslav Klose marcó el segundo gol. Mientras que Toni Kroos marcó dos goles en los minutos 24 y 26. Fue en este último gol en que la gente empezó abandonar el Estadio de Mineirão, creyendo que se trataba de una broma de mal gusto, ya que ni siquiera había terminado el primer tiempo y Brasil ya tenía 4 goles en contra.
El quinto gol lo hizo Sami Khedira y acabó el primer tiempo. A nivel mundial nadie podría creer lo que estaba viendo. La emblemática selección brasileña estaba siendo derrotada en su propia cancha.
Cuando inició el segundo tiempo, Alemania jugaba con amplia ventaja, de modo que bajo la intensidad de su juego. El equipo de Brasil, con los ánimos bajos intentaba revertir el fatal resultado, mediante tiros de Oscar, Marcelo y Paulinho. Pero, André Schürrle marcó el sexto gol en el minuto 69, y diez minutos después marcaría el séptimo gol alemán.
Como especie de un autoreflejo, ante una situación irreversible, Brasil marca su primer gol en el minuto 90, por parte de Oscar.
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