El 5 de marzo del 2016 será posiblemente, con el tiempo, una fecha histórica para el fútbol; no a raíz de un suceso en el campo de juego sino por un acto administrativo: ese día, a 130 años de su fundación, el International Board (IFAB) aprobó, por fin, la aplicación del video para decidir en jugadas polémicas. Después de mucho oponerse, fue su medida más revolucionaria en tantísimo tiempo. El VAR (Árbitro Asistente de Video), lo estamos viendo en la Copa Confederaciones, está aún en fase experimental y origina disímiles comentarios; algunos lo aceptan, otros que pedían a gritos la tecnología se arrepienten y prefieren seguir como antes. Sin embargo, se ha demostrado que sirve y ya no tiene retorno. Es cuestión de acostumbrarse. Pero lo haremos, y el juego será más limpio, y como tal, mejor. Un dato de la realidad: las tres veces que se utilizó en esta copa fueron aciertos.
Lo que se espera no es alcanzar un 100% de precisión en cada uno de los fallos del juez, sino evitar decisiones claramente incorrectas que pueden inclinar la balanza, como goles, penales, situaciones de tarjeta roja y confusión de identidades.
No obstante, el VAR no viene solo, lo acompañará una batería de cambios que se están preparando, y que serán anunciados oficialmente tras la 132ª. reunión anual del Board en la sede de la FIFA en marzo del 2018.
El ambiente del fútbol se asustó recientemente con las propuestas de Marco van Basten, que parecía querer inventar otro deporte, y ahora tembló cuando se anunciaron nuevos cambios, algunos revolucionarios como jugar los partidos en dos tiempos netos de 30 minutos. ¿De dónde surge todo esto? ¿A qué viene? ¿De verdad van a estropear nuestro querido juego? Por una vez en 130 años, el ultraconservador International Board parece llevarle la delantera a la FIFA en el afán innovador y ha elaborado, precisamente a través de Elleray, un plan denominado Fair Play (juega limpio), basado en tres objetivos:
1) Mejorar el comportamiento y aumentar el respeto.
2) Aumentar el tiempo de juego efectivo.
3) Aumentar la equidad y el atractivo del juego.
Cada objetivo reúne varias ideas para aplicar, las cuales están en tres estados: a) Listas para adoptar; b) Para ser experimentadas; c) Para análisis. El primer punto ataca específicamente las protestas colectivas de un equipo al árbitro. Por ello acrecienta la figura del capitán: será el único que podrá dirigirse al réferi en situaciones polémicas. Sugiere ser mucho más firme con los jugadores que “intimiden” al árbitro o asistentes. Y atención a esto: habrá penalizaciones o pérdida de puntos para un equipo responsable de “intimidación”.
El punto 2 focaliza las pérdidas de tiempo, deliberadas o no. Dice: cuando se indica el tiempo adicional, el cuarto árbitro suele conceder un minuto al final de la primera parte y tres al final de la segunda, pero la cantidad de tiempo perdido en las paradas del juego suele ser mucho mayor. Se deberá exigir a los árbitros que sean muy estrictos en calcular el tiempo adicional, deteniendo su reloj de este modo: en penales, goles, lesiones, cambios, etc. Así podría haber reposiciones de 10 o 12 minutos como mínimo. Y está bien. Aquí se desliza que una posibilidad sería instalar una mesa de control para jugar tiempo neto, pero esto como análisis para el futuro.
En el tercer objetivo, que habla de equidad, señala: si un jugador marca un gol con la mano, debe ser expulsado, así como es expulsado quien salva un gol del mismo modo. Aunque esto será sometido a análisis.
No hay que temer: el fútbol seguirá siendo fútbol, pero mejor.
Luego está, como siempre, el criterio del árbitro, porque tampoco es posible parar por todo. En el gol de Chile frente a Alemania, el alemán Mustafi hizo una entrada criminal sobre Vidal; al instante, Alexis marcó gol y la falta quedó tapada, pero el juez iraní Faghani no sacó ni amarilla. Era roja directa y una noche de calabozo. Si no hay sentido común, no hay regla que sirva.