BARCELONA .- Algunos se olvidan de pasar al ataque, otros no se atreven a encarar el desafío sin la ayuda de sus compañeros, y un tercer grupo decide directamente “rezar y tener suerte”. Surge evidente, en todo caso, una idea común entre los defensores encargados de marcar a Lionel Messi, una idea muy fácil de sintetizar: hay que, por sobre todas las cosas, evitar el “papelón”.
Comprensible. Desde aquel 16 de octubre de 2004 en el que Messi debutó oficialmente vistiendo la camiseta del Barcelona en la Liga española, el “misterio” subsiste. ¿Qué hacer con Messi, cómo anticoparlo, cómo neutralizarlo? En aquellos primeros partidos, el delantero impactó a los defensores y los entrenadores rivales. Generó primero asombro y luego precaución. Casi 13 años después casi todos ellos parecen rendidos ante el pie izquierdo (y el derecho, y la cabeza, y...) del rosarino, capaz de reinventarse temporada tras temporada. Arrancó como un clásico gambeteador arrinconado en el carril derecho, pasó a jugar en el callejón del 10 evolucionado en goleador y ahora es un futbolista total, imposible de descifrar para los que cargan con la cruz de marcarlo. Después de 347 goles, 137 asistencias y 1.558 gambetas en sus 380 partidos en la Liga, distintos defensores explican lo imposible: ¿cómo intentar pararlo?
“Lo primero que tienes que hacer como entrenador cuando te enfrentas al Barça es ser consciente de que es imposible frenar a Messi”, asegura Marcelino García Toral, ex entrenador del Sevilla y del Villarreal. “Una vez que tienes claro eso, buscas intentar minimizar su enorme capacidad de juego, mucho más difícil en un equipo que tiene la circulación del balón del Barcelona”, completa. Para David Lombán, central del Granada y ex del Barça, la receta tiene un punto místico. “¿Jugar contra Messi?”, dice; “Hay que rezar y tener suerte. Los defensores tenemos la ventaja de que esto es un deporte colectivo, y, a veces, entre todos puedes llegar a, entre comillas, controlarlo. Si fuese individual, perderíamos siempre”.
Cuando Frank Rijkaard mandó a Messi por primera vez a la cancha, con la camiseta 30 en la espalda, lo ubicó de wing derecho. Todavía verde en el juego colectivo, demoledor en el mano a mano. “El primer día que me enfrenté a él, en un Villarreal-Barça, pensé: ‘¿De dónde salió este chaval?”, recuerda Joan Capdevila, lateral izquierdo en la España campeona del mundo en Sudáfrica. “Yo no le salía, reculaba poco a poco mientras esperaba alguna cobertura. Si lo buscaba, le terminaba mirando la patente, en un suspiro te sacaba cinco metros. Lo único que esperaba cuando jugaba contra él era no hacer demasiado el ridículo”, subraya Capdevila. Antonio López, también ex lateral y capitán del Atlético de Madrid, resume sus duelos contra el rosarino: “Nada de pasar al ataque e intentar sufrir lo menos posible”.
En sus primeras cinco campañas en el Camp Nou, instalado en el extremo derecho, Messi jugó 109 partidos en la Liga, metió 54 goles, repartió 27 asistencias y tenía una media de gambetas de 5,4 por partido. “Me acuerdo de una anécdota con Andrés Palop (arquero)”, explica Fernando Navarro, ex jugador del Sevilla, hoy en el Deportivo. “Me encaró por su izquierda y la pelota pegó en el palo. ‘Déjale el perfil derecho’, me gritó Palop. A la jugada siguiente, le hice caso a Andrés. Me encaró y le dejé la derecha: ¡palo! Lo miré a Palop y le dije: ‘Este tío es imposible, yo hago lo que puedo y tú haces lo que puedes”, añade Navarro.
Pep Guardiola aterrizó en el banco del Barça y el fútbol de Messi sufrió su primera evolución, pasó a jugar de falso nueve. Se tornó menos agresivo en el uno contra uno (4,6 dribblings por partido), pero más goleador que nunca: 189 en 168 partidos (1,12 por duelo). “Cuando jugaba de delantero centro, lo importante era tener mucha gente cerca de él. Jugadores muy agresivos, presión muy alta y que nunca reciba sólo. Era clave mantener las líneas muy apretadas, porque cuando el partido se rompe y Messi tenía espacio para conducir estabas muerto”, explica Víctor Sánchez, 5 del Espanyol.
Pero desde que Luis Suárez llegó al Barcelona en la temporada 2014-2015, Messi le dejó el área al uruguayo. Arranca de extremo derecho y comienza a flotar. Con un promedio de goles similar a la de su etapa como falso nueve, 1,01, sumó un nuevo registro a su juego, las asistencias. En las últimos tres años, el 10 tiene un media de 0,49 pases de gol por partido. “Cada día es más difícil, porque aumenta los sectores del campo en los que tiene influencia. Rompe líneas con un regate o con un pase de los que solo él ve”, vuelve García Toral. “Hay jugadores que piensan en su jugada, él no. Está siempre pendiente del colectivo. Es muy inteligente, sabe leer lo que necesita el partido, por eso a veces se tira de extremo, otras de enganche y hasta lo ves jugar de interior. Como central respiras, porque, al menos, lo tienes lejos”, explica Fernando Navarro.
Imparable en los partidos, también en los entrenamientos. “Esta clase de jugadores regula mucho en el día a día. Un poco lo que hace en los partidos. Messi corre siete u ocho kilómetros; no necesita correr, necesita estar fresco cuando le llega la pelota. Yo cuando me tenía que poner fino para un partido lo marcaba a él en los entrenamientos. Ese es el mejor ejercicio”, cuenta el brasileño Adriano, que compartió vestuario durante siete temporadas con el capitán de la selección argentina.
Hay algo, sin embargo, que no cambia en Messi en la Liga: la cantidad de infracciones que le hacen. Al 10 lo pararon con falta en 851 ocasiones (2,25 por partido). “Lo recuerdo calladito. No se suele quejar y eso que recibe”, puntualiza Antonio López, campeón de la Europa League con Diego Simeone en 2012. “Es un tipo respetuoso y honesto en el campo. No hablo por mí, hablo por todos. Él sabe que es el mejor, pero no se las da de nada. Eso sí, es una bestia competitiva”, concluye Fernando Navarro.
Del Estadio de Montjuïc al Camp Nou, pasando por toda España, en la Liga siguen en la búsqueda de la fórmula para frenar al 10. Van ya 13 años, sufieciente tiempo para que no sea aventurado decir que les costará encontrarla.
Cifras para el asombro
347 goles en la liga, son los que anotó Messi enla Liga Española desde su debut en octubre de 2004 con la camiseta blaugrana
1,12, el promedio de gol por partido con Pep: mientras Guardiola entrenó a Barcelona, el rosarino fue más goleador que nunca: anotó 189 tantos en 168 encuentros.
137, el gran asistidor: sirvió una gran cantidad de goles a sus compañeros, pero el promedio aumentó cuando Luis Suárez se volvió el 9 del Barcelona: 0,49 pases de gol por partido.
1558 gambetas: una estadística sensacional: a razón de más de cuatro por partido, desespera a sus rivales, con jugadas en las que rompe líneas o clarifica el panorama
851 faltas sufridas: fue víctima de los intentos a veces descontrolados de los marcadores por detenerlo, recibió en promedio 2,25 infracciones por encuentro de Liga.