BARCELONA -- Luis Enrique Martínez, despedido (no renovado) por la Federación Española de Futbol tras el Mundial de Qatar, se pasó la primavera viendo su nombre ligado con no pocos clubs de toda Europa. Entre varios más se le relacionó con el Chelsea, se especuló con un precontrato firmado con el Atlético de Madrid, se publicó que volvería a Italia para entrenar a la Juventus y también que era el elegido para dirigir al Tottenham. Al final se decidió por el PSG.
¿Sorprendente? Sí en una primera impresión atendiendo a que en París se dio por hecha la contratación de Julian Nagelsmann después de un acercamiento infructuoso con Zinedine Zidane. Luis Enrique apenas no fue tenido en cuenta en los últimos meses, ya desde marzo cuando la eliminación en la Champions provocó que la etapa de Christophe Galtier se se diera por finiquitada y el club se encaminase a un nuevo proyecto en el que se debía decidir el nuevo entrenador.
No tan sorprendente, sin embargo, si se atiende tanto a la urgencia que traslada el PSG por convertirse en un club ganador a nivel europeo (su gran asignatura pendiente) como al carácter del entrenador español, quien allá donde va no duda en ponerse el listón en lo más alto.
Una charla con Luis Campos, director deportivo del club, y un par de encuentros con el presidente Nasser Al-Khelaïfi, en los que le presentó las líneas maestras de su filosofía futbolística bastaron para ilusionar al mandatario, convencido de la necesidad de tener un entrenador que esté por encima de sus estrellas... Pero que a la vez sea su líder.
Al-Khelaïfi no olvida que el Barcelona de Messi y Neymar, pero también de Luis Enrique, infringió a su PSG la mayor humillación sufrida por el club en la Champions, en 2017, la noche de aquella remontada histórica que permanece en los libros de la competición. Y allí comenzó a descubrir el carácter innegociable de un entrenador tan dominador del escenario mediático como metódico y meticuloso de puertas adentro.
Eso fue, precisamente, lo que acabó por conquistarle la última semana de junio: descubrir que Luis Enrique conocía a la perfección a la plantilla del PSG y que le trasladó, con toda la claridad, qué podía necesitar para darle el empujón definitivo.
"La Champions debe ser un objetivo para nosotros. Ser ambicioso es positivo en la vida", proclamó el entrenador español en su presentación. Sabe bien que la máxima competición continental es poco menos que una obsesión en París y quiso convertir esa obsesión en un desafío. Contando, de entrada, con Kylian Mbappé pero consciente de la dificultad que encara de entrada con una estrella que no sabe a ciencia cierta si seguirá en el club.
Este viernes se estrenará con un partido amistoso frente al Le Havre para el que ha citado al crack. Y después ya se verá...
Pero el reto, descomunal, empezará de inmediato para un entrenador acostumbrado al vértigo, que nunca muestra debilidad ante los medios y que es capaz de enfrentarse a toda clase de desafíos. Ninguno tan mayúsculo como este que le espera en París.