“Neeskens, Neeskens”, todo el Camp Nou gritaba su nombre, algo que hoy se repite casi con cualquiera, pero insólito hace 50 años... Una leyenda de carne y hueso
BARCELONA -- Johan Neeskens, fallecido este siete de octubre a los 73 años, fue el primer ídolo extranjero de carne y hueso del Barcelona después de abrirse las fronteras del fútbol español en 1973. Amigo y compatriota de Johan Cruyff, se ganó de inmediato el apodo de Johan II y también rápidamente el favor, fervor y amor incondicional de la hinchada del Camp Nou, que idolatrando la magia de Cruyff se enamoró sin condiciones de la entrega y pundonor innegociable de Neeskens.
Se antoja imposible hacer entender a las nuevas generaciones ese amor que el viejo Camp Nou, sin tercera gradería, sin gradas de animación ni, todavía, entornos interesados, le profesó a Johan Neeskens. Su mejor y mayor éxito de azulgrana no fueron los títulos, fue el escuchar su nombre coreado a voz en grito por todo el estadio, algo tan de moda (y regalado) hoy en día pero entonces impensable.
Llegó al Barça de manera insólita, rompiendo un equipo campeón por razones que nunca se acabaron de explicar, y se marchó llorando al cabo de cinco años porque el presidente de la época, Josep Lluís Núñez, entendió necesaria su salida por los informes que el club manejaba de su vida privada. No ganó muchos trofeos (apenas una Copa y una Recopa), pero sus cinco temporadas bastaron para convertirle en leyenda... Hasta el punto que puede considerarse el primer futbolista cuyo nombre fue coreado a voz en grito por el Camp Nou.
'Neeskens, Neeskens' se gritaba en el estadio azulgrana y 'Neeskens sí Núñez no' se gritó cuando se conoció que el presidente, en la primavera de 1979, semanas antes de la final de la Recopa de Basilea que el Barça ganaría al Fortuna de Dusseldorf, decidió no renovarle el contrato y cambiarle por un danés llamado Allan Simonsen.
LA LLEGADA
Poco importó en aquel momento que el fichaje de Neeskens, cerrado días antes del inicio del Mundial de 1974, provocase el ostracismo del delantero peruano Hugo Sotil y motivase el final sorprendente de un Barcelona llamado a dominar el futbol español a mediados de la década de los 70 del pasado siglo y que fue, sin embargo, efímero.
El Barça pagó casi 1,1 millones de dólares de la época convencido de que la Federación Española de Fútbol aprobaría durante aquel verano la nacionalización del Cholo Sotil... Pero eso no sucedió y el equipo azulgrana que había conquistado el título liguero (acabando con una sequía de 14 años) con una superioridad aplastante se quebró.
Nada ni nadie, sin embargo, trasladó a Neeskens ningún tipo de responsabilidad. Al contrario, conquistó en un abrir y cerrar de ojos el favor indiscutible de una afición entregada a su fútbol físico sin reservas. Puso de moda las tobilleras blancas por encima de las medias azulgranas y convirtió en tendencia sus tackles, barriendo el balón por el suelo para arrebatarlo al rival.
Eso y, claro, aquellos penalties nunca vistos y que transformaba con un lanzamiento directo, potente... Un verdadero obús por el centro mismo de la portería. Nunca se sabía si el meta rival había sido engañado o se apartaba por si acaso...
Si Rexach popularizó la frase mítica "correr es de cobardes", Neeskens podría considerarse el mayor cobarde del Barça, porque corría como si no existiera un mañana persiguiendo balones imposibles para provocar la ovación de unos aficionados que, curiosamente, le otorgaban más cariño a su fútbol rudimentario pero de innegociable esfuerzo que al de otros jugadores menos esforzados pero de una calidad infinitamente mayor a la suya.
Cruyff, y también Rexach y Marcial, disfrutaron de tener al lado a un futbolista de las condiciones del rubio holandés, por más que en Barcelona comenzasen a conocerse las andanzas nocturnas de Neeskens.
EL FINAL
Al público, al aficionado de aquella época poco le importaba, o eso parecía, la vida particular, nocturna y desordenada de algunos futbolistas... Pero cuando los resultados o el rendimiento no acompañaban, el Camp Nou se convertía en un juzgado implacable.
En marzo de 1977, después de un triste empate en Burgos, Rexach, Marcial y Neeskens fueron fotografiados de madrugada en una discoteca de Madrid. El primero llegó a agredir al fotógrafo que le inmortalizó con una vedette llamada Bárbara Rey (hoy otra vez noticia por su relación con el antiguo Rey de España) y en Barcelona se armó un escándalo enorme...
Los tres fueron apartados del equipo y se llegó a especular con su despido, pero si a Rexach le salvó su condición de canterano, a Neeskens lo hizo su amistad con Cruyff. Y solo Marcial, el rubio de oro, se tuvo que marchar...
Aquel suceso, sin embargo, fue el principio del fin para Johan II. La siguiente (1977-78) fue la última temporada de Cruyff en el Barça y los informes referidos a la desordenada vida de Neeskens se agolparon en el despacho del nuevo presidente que aún tuvo que esperar un año más para echarle.
Su salida del Barça estuvo rodeada de una polémica clamorosa. El equipo ganó la Recopa en mayo de 1979 y por toda la ciudad resonaron los cánticos en favor de Neeskens y en contra del presidente Josep Lluís Núñez, que llegó a amagar con su renuncia.
Así acabó aquella etapa tan lejana y legendaria de un Barça de otra época en que un holandés, cuya calidad futbolística no podía compararse a la excelencia de su amigo Johan Cruyff, se convirtió en el primer ídolo de carne y hueso del Camp Nou, al que regresaría al cabo de 27 años para ser, durante dos temporadas, asistente de Frank Rijkaard.
Aunque entonces, en 2006, las nuevas generaciones apenas repararon nunca en él. Su época habían sido otra.
Como te quisimos, Johan...