Messi es el humano que un Dios generoso puso en la Tierra para extrañar menos a Maradona. El coleccionista de balones de oro. El futbolista que no ha dejado de llevar la pelota pegadita al pie como un jugador de hockey a los 35 años. El rey sin mundial. El zurdo que se convirtió en uno de los mejores ejecutantes de tiros libres después de los 25 años. La figurita más buscada del álbum. Leo y también Lio. La ‘Pulga’. Y la ‘Cabra’.
Por estas horas, tras revelarse los millones que pidió para continuar en el Barza en plena pandemia, Messi es un hacha que ha partido a la fanaticada azulgrana en tres bandos: quienes lo justifican, alegando que podía pedir lo que quisiera porque era el mejor del mundo y generaba mucho más; quienes lo acusan de sangrar al club y ser el culpable de su ruina económica; y finalmente, quienes no niegan sus malos manejos, pero prefieren quedarse con los recuerdos que construyeron a partir de él, viéndolo innumerables veces por una pantalla.
Ver noticia en El Comercio: DT