El mundo se enteró el 31 de diciembre de 2019 que el brote de la enfermedad llamada coronavirus (COVID-19) podía convertirse en una gran amenaza. Conocida la noticia no le dimos la atención que merecía porque la considerábamos como una epidemia distante, tan lejana como su misma cuna: Wuhan (China). Alarmaba, pero la mirábamos de reojo.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) ya declaró que el COVID-19 es una pandemia. También nos hemos enterado de que sus consecuencias son infinitas e indescifrables y que si las estrategias para contener o mitigar su avance son de acuerdo con las circunstancias de cada país. Qué nos queda a nosotros si países desarrollados científicamente como China informan que está controlando la pandemia, mientras Italia declaró a todo el país en cuarentena.
El deporte, que responde a convocatorias masivas, no sintiéndose aislado del grave riesgo ha venido tomando medidas para evitar la propagación. De una vez por todas las autoridades deportivas deben entender lo que es una pandemia declarada y bajo ese criterio deben interrumpir todos sus respectivos calendarios deportivos.
Nos llamaba la atención el inmovilismo que tenían las autoridades de la Conmebol para solicitar a la FIFA la suspensión de las eliminatorias al Mundial 2022, que en pocos días más debía comenzar. Es recién el jueves pasado que las diez asociaciones pidieron posponer el inicio con la finalidad de salvaguardar la salud de toda la familia del fútbol. Ante ese sensible petitorio, la FIFA tenía la obligación de suspender el comienzo de las eliminatorias en Sudamérica por la simple razón de que no existen las condiciones sanitarias para realizarlas.
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La FIFA y la Conmebol no tienen demasiado espacio ni le corresponde hacer análisis, sino, tan solo, acatar las decisiones de las autoridades sanitarias y migratorias de cada país miembro de CSF. Al final son estos funcionarios los que deben resolver su factibilidad. Por ejemplo, Chile ha decidido que toda persona proveniente de Europa, en especial de España y de Italia, debe someterse a una cuarentena para evitar contagios. Y claro, ahí están incluidos sus futbolistas que deberán cumplir ese protocolo riguroso.
En Ecuador recién el jueves 12 de marzo el Gobierno Nacional declaró la emergencia sanitaria para mitigar la expansión del coronavirus. La medida incluye restricciones para eventos masivos y concentración de gente, en función del riesgo del territorio y el número de casos.
El presidente de la FEF, Francisco Egas, está consciente de la situación y ha expresado que “el cambio alteraría y generaría cosas positivas y negativas, entre las que está la afectación de la planificación económica del año”. Sobre este tema económico un grande hizo conocer su posición: el FC Barcelona, que decidió jugar sus partidos a puertas cerradas (antes de la suspensión de toda la Liga por 15 días).
Josep Maria Bartomeu, presidente del Barça, explicó cómo las arcas del club se afectarían con 6 millones de euros en pérdidas por concepto de venta de entradas al jugarse sin público. Mientras, el reputado técnico español Pep Guardiola ha declarado: “Si la gente no puede venir al estadio, no tiene sentido jugar”. Pero no es solo porque el dicho de Guardiola se refiere a que el cemento de un estadio vacío es símbolo de tristeza, sino porque vivimos en condiciones en que nos sometemos al desamparo científico, entendiendo que el virus tiene una velocidad increíble de transmisión.
No tiene vacuna que lo controle, lo que crea incertidumbre y pánico. No alcanza con las explicaciones estadísticas que demuestren que el riesgo es moderado; es posible que informaciones distorsionadas hayan generado este estado de tensión mundial, esa incertidumbre ha hecho que muchos recordemos al premio nobel de literatura José Saramago y su libro Ensayo sobre la ceguera, entratándose de una pandemia, y esa conclusión contundente: “el miedo ciega”.
Jordi Cruyff nos saca en cara que puede irse si le llega una propuesta interesante de un equipo poderoso. Si lo hace público, es porque así debe constar en alguna cláusula de su contrato.
Si bien es cierto que Egas se refirió a las cosas negativas que genera la postergación de las eliminatorias, tengo entendido que lo positivo es el mayor tiempo que el cuerpo técnico tendrá para preparar a la Selección. Pienso que, con suspensión o no de los partidos de marzo, la tarea de Jordi Cruyff es compleja.
La modificación de la fecha de la iniciación de las eliminatorias al Mundial 2022, por el brote de COVID-19, no nos despeja las dudas que tenemos de la preparación de la Tri porque todavía sentimos las consecuencias del rezago de no haber tenido un DT con la debida anticipación. Lo contrario le habría permitido evaluar a nuestros futbolistas en los varios partidos amistosos que se realizaron en el 2019.
El tiempo perdido y los apuros de Cruyff ahora nos crean la duda de si tiene clara la idea de con quiénes debemos enfrentar: la selección Argentina, en el estadio del Boca Juniors; y enseguida, de vuelta, con la de Uruguay en Quito. Partidos difíciles por los pergaminos de estos dos primeros rivales.
Con estos antecedentes, la principal preocupación es cuál es el criterio de Cruyff para enfrentarlos en vista del escaso tiempo que ha tenido en la preparación. Solo quedará la explicación virtual, el pizarrón, los software y lo que pueda transmitir a los convocados, por lo que ha podido ver o le hayan comentado sus auxiliares. O tan solo que pueda aplicar otros métodos en el tiempo que falta por motivo de la postergación del inicio de las eliminatorias.
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Uno de los temas que me llamó la atención fue que Cruyff haya manifestado que no quiere saber nada sobre jugadores sancionados por romper los códigos de conducta. Dice que no le interesa. Eso representa todo lo contrario a lo que los principales directivos de la FEF manejaron respecto al tema de la inconducta ocurrida en el famoso piso 17. Y hay otros casos que todavía recordamos y que generaron críticas, sobre todo porque de un momento a otro, apareció esta medida de gracia que otorga el indulto total a los tricolores.
Lo declarado por Cruyff nos hace saber que él tiene toda la facultad para convocar a cualquier jugador que él requiera. En conclusión, pesó más la necesidad de tenerlos en el equipo que la escala de principios y valores que deben primar en una selección ecuatoriana.
Confiamos en que el nuevo cuerpo técnico sepa y pueda aprovechar todo el tiempo que tenga para inteligenciarse de nuestro potencial y el de los rivales. Tengo fe en que aplicarán todos sus conocimientos.
Pero al margen de todo aquello es importante también que solventen un tema que incomoda: que Jordi Cruyff nos saque en cara que puede irse si le llega una propuesta interesante de un equipo poderoso. Me imagino que lo hace público y nadie puede desmentirlo porque así debe constar en alguna cláusula de su contrato con la FEF.
Con estos antecedentes y entratándose de que lo fundamental es no dejar de apoyar a nuestra Selección, abrigamos la esperanza que el esfuerzo realizado por la Federación dé sus frutos. Ojalá se cumpla lo expresado por el director deportivo de la Ecuafútbol, el español Antonio Cordón, que a ellos solo les interesa ser objetivos, profesionales, para así confundirse lo menos y acertar lo mejor posible. Por ahora solo nos encomendamos al Creador para que la crisis de salud que sufre el mundo tenga la más pronta solución para así disfrutar de la vida como Dios manda. El resto vendrá por añadidura. (O)