Jorge Célico es argentino, nacido en Buenos Aires y radicado en el país desde el 2009, cuando llegó para trabajar en El Nacional. A partir del 2010 y hasta el 2017, ofició de entrenador de la Universidad Católica, hasta que el directorio del Carlos Villacís, decidió incorporarlo para que sea responsable técnico de las selecciones juveniles de la FEF. Su trabajo en esas categorías era silencioso, hasta que estalló la crisis que provocó el alejamiento de Gustavo Quinteros, antes de finalizar las eliminatorias del Mundial Rusia 2018.
Ante esas urgencias la Ecuafútbol llamó a Célico para que se encargue, a finales del 2017, de la Selección mayor en los dos últimos partidos que faltaban para culminar con las eliminatorias. Y se le vino la noche porque en el último compromiso en Quito, contra Argentina, se produjo un acto irresponsable: la fuga de cinco tricolores que se escaparon de la Casa de la Selección y se fueron a divertir en una famosa boîte antes del juego.
Lamentablemente, Célico cometió un sensible error al irse contra un principio que, según él, siempre lo había practicado y lo hizo a sabiendas de la indisciplina: alineó a los irresponsables, decisión que lo involucró, tal vez sin querer queriendo, en el acto reprochable.
Cuando nos enteramos de semejante desacierto de ser complaciente pensamos que la FEF no tenía otro camino que despedirlo o que el otro evento, ante la avalancha de críticas, renuncie el propio Célico. Al final, no se dieron ninguna de las dos cosas. La Federación prefirió hacerse de la vista gorda, esperar que pase la tormenta y le recomendó al DT que se mantenga en el silencio, alejado y que en una especie de retiro consensuado siga trabajando en lo que venía haciendo antes del incidente en la Selección.
Alguna vez en el editorial que denominé ‘La sub-20, ecos de una gesta histórica’, publicado el 16 de febrero de 2019, manifesté: “Acaba siendo anecdótico que la abstención de castigar a Célico, haya terminado siendo beneficiosa para el entrenador, que se reivindicó de un capítulo tormentoso, gracias al escarmiento y a su reconocida capacidad de planificación, que nunca estuvo en discusión”.
Luego del nuevo fracaso de la Tricolor en la reciente Copa América, esta vez en manos del colombiano Hernán Dario Gómez, la nueva directiva de la FEF fue a buscar nuevamente a Jorge Célico para que se encargara de la Selección mayor y utilizando una prevención dialéctica, le comunicaron que ni se haga ilusiones, que el cuerpo técnico titular de la Selección será europeo y de clase mundial. Y que luego del intinerazgo retorne a sus cuarteles, apenas el nuevo cuerpo técnico de la selección, pise territorio nacional.
El público que llegó al Alejandro Serrano Aguilar de Cuenca, y que disfrutó con el triunfo contundente 3-0 a Bolivia el martes pasado, pudo apreciar la nueva versión de Célico y al término del partido comenzó a corear “¡Célico, Célico!”. Ese grito que retumbó en el estadio cuencano, mientras que el DT lagrimeaba. Muy sentimental se daba abrazos con todo el que se le cruzaba en el camino. Miraba al cielo y tal vez recordaba esas lastimeras frases que le infirió Gustavo Quinteros, tratando de ningunearlo: “No voy a hacer famoso a alguien que no está al nivel mío o alguien que no ha ganado nada”.
Célico, algo más sereno, compareció a la rueda de prensa. Lucía más tranquilo, aunque sobregirado en las pulsaciones. Mencionó una gran verdad que todos los ecuatorianos queríamos escuchar: “Lo que hay que tener en claro es que no hay imprescindibles. Esos que se hacen los loquitos y se creen que lo son, no son imprescindibles (en la Selección) porque hay otros que vienen empujando”.
Se refería por supuesto a todos esos jugadores que fingieron lesiones o que tuvieron pocas ganas de comprometerse con la Tricolor. Y diría también contra los libertinos, los que exigían que los premios sean en efectivo, los que cerraban cabarets o armaban borracheras adueñándose del piso de un hotel. Para ellos el mensaje de Célico les llega en el momento correcto.
¿Qué hizo Célico para llenarnos de esperanza nuevamente? En primer lugar dio un discurso potente cuando habló de quienes tienen derecho a vestir la camiseta de la Selección. Luego agregó gente joven que había sido descartada por la ceguera del cuerpo técnico anterior (el del Bolillo) y a esos jóvenes les contó que los sueños no se hacen realidad mágicamente, que se requiere sudar, determinación y trabajo arduo.
La actual dirigencia de la FEF está en una disyuntiva emocional porque sabe que el pueblo en la tertulias de esquina habla de que “¡Célico es el hombre!”. Que por qué arriesgar, que más vale viejo conocido que nuevo por conocer y que las encuestas están mayoritariamente a favor de Célico. El discurso del estratega argentino ha sido abundante. Habló de cero tolerancia a la indisciplina, de los cimbronazos con los que se crean imprescindibles y que él puede estar “gordo, pelado”, pero que no tiene “un pelo de pendejo”.
Pienso que Célico ha iniciado el cambio generacional necesario. Ha impuesto disciplina, exigió que la actitud de los jugadores de la Selección se la puede mostrar y ha conseguido ilusionar al aficionado. Pero algo es verdad: no sabemos a ciencia cierta si el nuevo cuerpo técnico de Ecuador vaya a convalidar lo hecho por Célico; por eso, al momento la consolidación del proceso es incierto.
Las presentaciones de Ecuador, tanto en Nueva Jersey ganando a Perú y en Cuenca ganando a Bolivia, dejó muy claro que los ecuatorianos estamos cansados de las inconductas, de los irresponsables del pasado, de aquellos famosos que hasta divinos se creen, que confundieron los valores y que jugaron con nuestros sentimientos.
Mientras se discute sobre el nuevo DT de la Selección, la FEF no se ha quedado quieta y nos ha puesto a pensar si es factible un nuevo horizonte en nuestro fútbol al presentar el proyecto ‘La Tri 2030’.
En el que enuncian que la filosofía de juego debe tener un modelo basado en los principios de ejemplaridad del balompié para la sociedad. Y para cumplirlo quiere compartir con el Gobierno nacional y otros actores de la sociedad, una alianza estratégica para hacer realidad tal proyecto creando escuelas de fútbol en todo el país, 1.000 canchas para juego limpio e inversión en alta competencia.
La propuesta, como está diseñada, es muy buena porque coincide con el principio que vengo impulsando: que no hay nada mejor que el deporte como prevención de las adicciones.
Mientras tanto, tendrán que resolver, en pocos días, quién es el nuevo DT, pero no podrán olvidar el llamado popular ni aquel grito que retumbó en el estadio. Los dirigentes siguen firmes pensando que el proyecto de largo aliento debe ser liderado por un europeo. Esperemos que acierten en la decisión, mientras tanto el aficionado común, el que llena los estadios, sigue coreando ¡Célico, Célico, Célico!
Célico les envió un mensaje a los libertinos, a los que exigían premios en efectivo, a los que cerraban cabarets o armaban borracheras adueñándose del piso de un hotel".
(O)