Cuando no estás la casa vacía pregunta cuándo volverás
Y escribo versos un poco crueles conmigo
Cuando no estás estoy esperando que vuelvas
¿Cuál es la unidad de medida de un legado? ¿En qué magnitud podemos calcular una historia?
¿En años? ¿En títulos? ¿En finales? ¿En ovaciones? ¿En estatuas? ¿En declaraciones? ¿En corbatas?
¿Y cuáles serían sus parámetros normales?
Quizás su mayor logro sea habernos hecho vivir en un estado de nostalgia del presente permanente.
Sí, ese concepto, acuñado por Jorge Luis Borges en su faceta de poeta y tomado prestado (o resignificado) por Hernán Casciari en diversas ocasiones, se acerca a nuestro punto.
Los seres humanos, o al menos algunos, los fervientes añorantes del pasado y voraces pronosticadores del futuro, tendemos a prescindir del hoy como unidad fundamental de nuestras vidas. A veces, aunque lo intentemos, nos cuesta frenar la pelota.
A lo largo de 3054 días, el tiempo transcurrido entre su presentación y su adiós, generó una sensación difícil de explicar. Si el mundo se trata de disfrutar a pleno y luego todo cae en picada, lamento advertirles, queridos amigos, que debemos prepararnos para la hecatombe.
3054 días, e incluso muchos menos, muchísimos menos, bastaron para que uno con mucha memoria hiciera un gran esfuerzo por recordar similitudes con equipos de antaño, pero también para que otro, que busca construirla, efectivamente sembrara la propia.
Probablemente se trate de distintos multiversos con un destino en común. O, al menos, con un protagonista en común.
Tantas veces escuchamos y repetimos, acaso sin detenernos en nuestras palabras, que nadie, ningún sujeto, está por encima de un club, pero otras tantas, en silencio o en coro con decenas de miles de personas, nos planteamos si no se podía tratar de una excepción a la regla.
Este domingo, en el mismo lugar de siempre, tuvimos una oportunidad más, la última –sin contar la eventual presentación de su yo gigante y de bronce, pautada para el nueve del doce–, para develar el misterio. Se trata de una cuestión casuística.
Un estilo de vida, una forma de ser y un modo de creer subordinan a la tentadora importancia material de ocho años y medio, doscientas veintiséis victorias, catorce títulos y cinco eliminatorias ganadas, incluida la final más importante de todas.
Esa que define como una “historia hermosísima”, después de 3054 días, llega a su fin.
Nacer, crecer, aprender, envejecer y morir. No conocer a otro, cerrar etapas y terminar con finales felices. Todo eso, o alguna parte de eso, significa para quienes en algún momento encarnó una ilusión, la luz al final del túnel, el ‘todo va a estar bien, porque yo estoy acá’.
La preparación anual para un anuncio que nunca llegaba devino, esta semana, por fin, en un estado de negación. Pero vamos, lo tenía merecidísimo, mas nada que agradecer(nos). Si hace casi cuatro años no parecía haber “nada más que eso”, hoy, efectivamente, no habrá nada más.
3054 días de saber que estábamos viviendo los días más felices terminan, pero esa nostalgia del presente con Marcelo Gallardo como director técnico de River Plate se convierte, cerrada la etapa más laureada y exitosa en la historia del club, en memoria, porque las leyendas permanecen y, en definitiva, trascienden. Y, como él mismo sentenció esta noche, “ya nos volveremos a ver en algún momento de esta vida”.
Cuando no estás solo espero verte llegar por esa puerta
Lo que ocurre cuando vuelves que te quiero más
Estoy esperando que vuelvas