Atlético de Rafaela está de duelo. Ayer falleció uno de sus dirigentes más emblemáticos en la historia de la institución. Directamente emparentado con su inserción en el fútbol profesional, un auténtico "adelantado" para esta región y que consiguió no solo que la Crema pegue el salto a la B Nacional con el equipo que dirigía Horacio Bongiovanni en 1989, sino que lo mantuvo en la división en momentos en que no era sencillo lograrlo.
Aníbal Carlucci, "Cacho" para sus amigos, llegó muy joven a Rafaela desde Santa Clara de Saguier. Al tiempo que empezaba a trabajar en el viejo Correo Argentino, le iba dando forma a su inquietud como dirigente en la Subcomisión de Fútbol de Atlético. Con el tiempo su vida laboral derivó hacia el comercio, llevando adelante un local de venta de prendas de vestir y blanco sobre calle Belgrano. Y como sucedía en aquellos tiempos, una suerte de "base de operaciones" para darle forma al mejor equipo posible.
En tiempos donde la Liga Rafaelina era lo más importante para nuestro fútbol, su llamado era un orgullo para los jugadores. Para sus pares de otras instituciones locales, quizás un motivo de atención, pero siempre dentro de un respeto y una relación cordial.
El año 1989 marcó un antes y un después para Carlucci, lo mismo que para el deporte de Atlético Rafaela. El ascenso logrado el 4 de junio ante Atlético Ledesma en Jujuy lo depositó en la segunda categoría del fútbol argentino.
Empezar a agrandar el Monumental (construyendo las dos cabeceras), negociar con jugadores de Buenos Aires, representantes, hacerse conocer en AFA, relacionarse con el poder político y empresarios. Todo nuevo desde una pequeña ciudad del interior del interior que vivía meses de ebullición por el salto a algo totalmente distinto y hasta inesperado.
El primer año hizo pie, Carlucci y el equipo. Una gran campaña, una de las mejores en el ascenso hasta la llegada a Primera en 2003. Ya en la Asociación del Fútbol Argentino se lo conoció y gracias a él a Atlético, y a a Rafaela. Tuvo una buena sintonía con Julio Humberto Grondona, algo que no fue sencillo ni mucho menos para cualquier dirigente, y ayudó a abrir puertas no solo para gente de Atlético.
Como es natural, el desgaste obligó a dar un paso al costado en 1996. Pero no fue por mucho tiempo, regresó con un protagonismo activo en 2001, para capear la gran crisis institucional y económica de la institución por la situación de la Mutual. Junto a Ricardo Tettamanti fueron los estandartes para brindar credibilidad, mientras su hijo Gabriel, con Carlos Eguiazu y Ricardo Castro, se hicieron cargo de la parte futbolística. Desde allí, la etapa más conocida y exitosa de la entidad con los dos pasos por primera división inclusive.
Fuera del ámbito deportivo, también se vinculó con el Roberto Grau, del cual fue presidente.
Para el periodista, consultarlo a Aníbal era tener allanada cualquier duda. No había grises en las respuestas, era sí o no. Y siempre se mostraba dispuesto para atender una consulta, como así también para explicar una postura ante determinados conceptos o maneras de ver desempeños en la cancha.
No caben dudas que Atlético le debe muchísimo a Aníbal Carlucci, que ahora seguirá cada partido de su Celeste desde el cielo. Sus restos serán sepultados este martes a las 9, en el Cementerio Parque Colonial.
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