La frase es antológica. "¡Boludo, cobrás 100 pesos por mes, gil!", asoma como trending topic en la Argentina y se viraliza a través del mundo. "¿Qué mirás, gato, vigilante?", otro de los epítetos que empleó Jorge Sampaoli para dirigirse a uno de los oficiales del control vehicular, también.
Un vocabulario soez, chabacano, una falta de respeto a la autoridad, muy lejano a la investidura del puesto que ocupa el Zurdo de Casilda y más propio de barrabrava subido al paravalancha. Injustificable hasta para aquellos que ponderan sus valores ciudadanos, esos que brillan por su ausencia durante la vigilia navideña.
La vergonzosa discusión de Jorge Sampaoli con un agente de tránsito en Casilda
Un papelón. "¿Y quién no quedó envuelto en una discusión de tránsito?", es la pregunta que se hace cualquier hijo de vecino. Pero Sampaoli no lo es. Una disculpa por escrito, a través de la página oficial de la Asociación del Fútbol Argentino, parecía atenuar el efecto dominó que provocó su rato de furia. Hasta que del otro lado de la Cordillera, el entrenador que intentará ayudar a Lionel Messi a levantar la Copa del Mundo que se le escapó hace tres años y medio, sube la apuesta.
Entrevistado por la televisión chilena minimiza el escándalo que protagonizó en su tierra. "Fue un hecho totalmente menor. Estamos en una sociedad de mucha división, de mucha envidia, en la que se celebra que al otro le vaya mal", dispara ante su interlocutor, sentado en un sillón, despojado de la histeria que se observó a través de la imagen que filmó un automovilista con olfato periodístico.
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Sampaoli dice una verdad a medias. La sociedad se vuelve a agrietar entre aquellos a los que le resulta indignante que el técnico haya denigrado a un policía que sólo buscaba cumplir con la ley y los que ofrecen una mirada indulgente porque les cae simpático o comparten su visión hacia los uniformados.
El técnico es un confeso kirchnerista. Pero hasta sus correligionarios se espantaron. Entonces, caben otras preguntas. ¿Es genuino el arrepentimiento del entrenador cuando en Chile, el país donde tomó impulso su carrera, le da un carácter insignificante al bochornoso episodio que vivió en Santa Fe? ¿Hay que creer que no juzga a las personas por su billetera, como hizo con el agente de tránsito la noche del casamiento de su hija? ¿Mostró la hilacha? Hay una certeza: se equivoca cuando dice que quiere que al otro le vaya mal. ¿O acaso los argentinos no deseamos lo mismo que él, que la Selección pueda coronar?
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Después de sus dichos en el país trasandino, resulta difícil evacuar los interrogantes. Lo que está claro es Sampaoli no debe pegar un portazo y, mucho menos, ser despedido por Claudio Tapia. Ya lo dijo César Luis Menotti, un sabio: "Es un disparate que le pidan la renuncia. Los políticos dicen cada barbaridad..."
Tan real como que el técnico debe tener más cuidado. Y en todo caso, si se tiene que ir de la Selección que sea porque la pelotita no entró (ergo, no cumplió con los objetivos) o porque el proyecto no convenció y no por ese monstruo en el que se corporizó el penúltimo sábado del año.
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