Se sabía que podía pasar. Un Mundial sin una sorpresa mayúscula… sencillamente no es Mundial. Y se estuvo esperando desde que comenzaron los octavos de final, sí, ya en la etapa del matar o morir donde tienen que consumarse; pero conforme pasaban los partidos la lógica se imponía a la rebeldía histórica. Sucumbieron Australia, Senegal, Japón y Corea del Sur, todos ellos derrotados hasta que llegó Marruecos, el último que faltaba.
Y se supo desde un principio a qué jugaban los marroquís: defender hasta que España saliera de sus casillas con ese juego estéril de pases y posesión; sí, defender hasta que llegaran los tiempos extras y luego los penales; sí, defender hasta que la responsabilidad cayera en las manos prodigiosas de Yassine Bounou, quien con dos penales atajados, más uno más que se estrelló en el poste, certificó la gran sorpresa de esta Copa del Mundo.
Marruecos jugó a lo que pudo, de acuerdo a sus limitaciones y virtudes, y fue suficiente para dejar en el camino a la España de Luis Enrique, que después de golear a Costa Rica en su primer juego (7-0) se fue desinflando poco a poco. Ahora, en el horizonte del conjunto africano aparece Portugal, que ha descubierto su mejor versión sin Cristiano Ronaldo al golear a Suiza (6-1), una nueva cita histórica para todo un continente.
La barrera de África
Cuando parecía que Asia, con Corea del Sur y sobre todo Japón, daría el salto en esta Copa del Mundo, de nuevo se quedaron en el escalón del cuarto partido (octavos de final); entonces volvió a aparecer un representante del continente africano para tomar la estafeta y tratar de superar el que ha sido su límite histórico: los cuartos de final.
Ahora le toca su turno a Marruecos. Justo en su sexta participación mundialista, el conjunto marroquí ha logrado firmar su mejor actuación en la Copa del Mundo al llegar al quinto partido. Antes, su mayor mérito se situaba en los octavos de final del Mundial de México 1986; torneo en el que empató sin goles con Polonia y Alemania, y luego logró un triunfo histórico de 3-1 sobre Portugal, con lo que avanzó como primer lugar de su grupo. Ya en la siguiente ronda cayó por la mínima con Inglaterra.
Hasta ese momento, ningún conjunto africano había logrado pasar de la fase de grupos. Egipto, en Italia 1934, se quedó en el primer juego que por el formato correspondió a los octavos; luego, ya en México 1970, cuando se dio el regreso de los representantes de África a la Copa del Mundo, le correspondió a Marruecos quedar eliminado en la primera instancia. Así transitaron después República Democrática del Congo (antes Zaire) en Alemania 1974, Túnez en Argentina 1984, y luego Argelia y Camerún en España 1982. Todos sin rebasar la ronda de grupos.
En 1986 Marruecos abrió una nueva época, en la que también la FIFA le empezó a dar mayores lugares a esta confederación. Cuatro años después, en Italia 1990, vino la primera gran sorpresa del continente africano, cuando Camerún llegó hasta los cuartos de final, luego de sorprender en el primer partido al campeón Argentina.
Sin embargo, a la Confederación Africana le ha faltado consistencia. De ese salto que demostró Camerún, luego Nigeria fue el mejor representante con dos octavos de final consecutivos, en Estados Unidos 1994 y Francia 1998, hasta que Senegal volvió a meterse entre los ocho primeros en Corea-Japón 2002; Ghana tomó la estafeta en 2006 y 2010, sumando otros octavos y cuartos de final, respectivamente.
En Brasil 2014, Argelia y Nigeria se volvieron a quedar en octavos de final, y para Rusia 2018 el continente africano tocó fondo al no tener a ningún representante en la segunda ronda del Mundial.
Hoy Marruecos vuelve a dar la cara. Sí, fue el primero en romper la barrera de la fase de grupos y ahora sueña con romper la de los cuartos de final.