Franck Ribéry, con su habitual número siete en la espalda y lágrimas en los ojos, dijo adiós a los aficionados de la Salernitana, un día después de la oficialización del final de la carrera del jugador, a la edad de 39 años.
La exestrella de la selección francesa y del Bayern Múnich, obligado a colgar las botas debido a dolores recurrentes en una rodilla, dio una vuelta de honor antes de la victoria de los suyos contra La Spezia (1-0), aplaudido por los tifosi en pie, antes de abrazar a todos sus compañeros.
Para este adiós sobre el terreno, en el que no estaba desde agosto, se enfundó de nuevo el número 7 de la Salernitana. En su vuelta de honor no pudo retener las lágrimas, aunque seguirá en el club, en el equipo técnico, al lado del entrenador Davide Nicola.
"En el futuro, querría ser entrenador. Me gusta estar en el terreno y cercano al equipo", explicó Ribéry a La Gazzetta dello Sport del sábado.
"He dicho a mis compañeros que lo más difícil no es colgar las botas sino no poder ayudarlos ahora. Lo seguiré haciendo, en una ciudad donde el fútbol se vive como me gusta, con pasión", añadió.