Llegará el invierno y todavía no sabré por dónde empezar. Lo lógico sería comenzar por la victoria de Purito, flamante vencedor en el Muro de Huy. Así se hubiera hecho hace 30 años, cuando ganar etapas era una hazaña, y así lo haremos dentro tres o cuatro, cuando ganar etapas sea la única hazaña posible. Purito, además, es un ciclista tan especial como el Muro que le coronó ayer. De hecho, si Purito fuera montaña sería una subida corta de porcentajes violentos, una pared tan explosiva y prestigiosa como la que culmina la Flecha Valona.
Purito, cuyo único defecto es cumplir años (36), cruzó la línea de meta con ventaja suficiente para sonreír y desplegar los brazos, como si alguien le esperara al otro lado de la pancarta. Su filosofía de vida la lleva escrita en el antebrazo izquierdo, junto a un trébol de cuatro hojas: “Cerca la tua fortuna”. Busca tu propia fortuna. Ayer la encontró.
La victoria de Purito Rodríguez (segunda en un Tour) merecería mayor espacio en esta crónica, pero hay una inquietud que gana terreno a la alegría: Contador perdió 18 segundos en meta. Ni aguantó el ritmo de Froome ni fue capaz de seguir la rueda del grupo de Nibali y Nairo. Es verdad que la pérdida es mínima y que admite un millón de excusas, pero señala una debilidad. Existe el peligro de que los rodadores del Tinkoff-Saxo, en permanente zafarrancho de combate, estén fundiendo al líder al que pretenden proteger. Existe el riesgo de que Contador no los frene para no reconocer su flaqueza. Hoy, entre los temblores del pavés, rezaremos por estar equivocados.
Resumen - Etapa 3 (Anvers > Huy) - Tour de France 2015 by Le Tour de France (Canal Español)
Froome fue el otro vencedor del día. Aventajó en once segundos a Nairo-Nibali, en 18 a Contador y sumó seis de bonificación que le hacen líder. Tony Martin tiene razones para estar frustrado: si en Zelanda perdió el amarillo por tres segundos, ayer se le escapó por uno solo. Al alemán no le acompañan ni la suerte ni los jueces, que debieron picar algo de tiempo entre Froome y Purito.
La impresión, quizá queramos consolarnos, es que el nuevo líder se posiciona como el rival a batir desde demasiado pronto. Hasta ahora resultaba difícil forjar alianzas; a partir de este momento todas las escopetas apuntan al amarillo, imán de lo bueno y de lo malo.
Una jornada más, Barguil (a 24s) fue el único francés a la altura de las expectativas. Pinot se dejó 2:58 después de quedarse cortado en la penúltima ascensión. Todo indica que el disco de La Marsellesa seguirá acumulando polvo.
Sangre. Al margen de las peripecias deportivas, una terrible montonera marcó a fuego y sangre la etapa. Ocurrió a 56 km de la meta, con el pelotón lanzado. El francés Bonnet hizo el afilador y su derrumbe provocó el de una veintena de ciclistas, Cancellara incluido. Fue una caída de motociclismo, pero sin monos de cuero. La conmoción que siguió recordó a la de algunos atentados: heridos, quemados, hombres sentados en el asfalto intentando comprender...
La organización tuvo que neutralizar la carrera por quedarse sin ambulancias y de pronto nos acordamos de que el ciclismo no es un juego. Es la vida en equilibrio. Inestable, casi siempre.