Liberado del casco aerodinámico, Rohan Dennis tiene cara de niño, rubicundo y con pecas. Pasaría por un chico de catorce años, uno de esos muchachos que pintaba Norman Rockwell para ilustrar los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX. Las apariencias engañan, ya habrán tenido ocasión de comprobarlo. Dennis no es americano, sino australiano, y tampoco es un adolescente, sino un campeón de 25 años (plata olímpica, entre otros metales), ganador de la primera etapa del Tour 2015 y primer líder de la carrera.
El aspecto es un detalle circunstancial, aunque llamativo: los ciclistas de antaño (casi hasta anteayer) eran deportistas conocidos por llevar el sufrimiento escrito en la cara, hasta el punto de que un corredor guapo era una rareza digna de ser destacada (Koblet, Anquetil, Pérez Francés, Visentini, De Wolf…).
La edad es lo fundamental en este caso. Entre lo mucho que se decidirá en este Tour está el nombre de una generación cuyos principales representantes tienen, casualmente, veinticinco años, los mismos que el líder. El primero de ellos es Nairo Quintana, el ciclista más prometedor (y cumplidor) de los últimos tiempos. Tras él aparece el francés Thibaut Pinot y junto a ellos se asoma el eslovaco Peter Sagan, quizá el más precoz y, actualmente, el más perdido.
Bien, pues ya podemos decir que esa generación al asalto del poder ha sido la triunfadora en el estreno del Tour 2015. Y no sólo por la victoria de Dennis. Pinot fue la sorpresa de la jornada al mejorar los tiempos de los candidatos oficiales Nibali (a 2s), Froome (a 9s), Contador (a 17s) y Quintana (a 20s). Es fácil imaginar el regocijo de los franceses. Durante treinta años han ejercido el triste papel de pinchadiscos en su propio guateque: ahora quieren bailar, arrimados a ser posible. Péraud (a 18s), Barguil (a 36s) y Bardet (a 53s) también se apuntarán a la fiesta.
Superado. Quintana, por su parte, superó el obstáculo de la crono sin sobresaltos ni pérdidas relevantes. Ahora sólo le queda por librar el pavés antes de afrontar las montañas donde vuela. Apuesto a que sus tres rivales soñaban con una diferencia mayor; al final entraron todos en 18 segundos. En algo coinciden las estrategias de Nibali, Froome y Contador: hay que atacar a Nairo durante la primera semana.
Hubo otras sorpresas. Los holandeses Kelderman (24 añitos, ojo con él), Gesink (eterna esperanza) y Mollema (siempre a medio metro del cielo) se colaron entre los 15 primeros sin ser especialistas. Sin duda, corrieron espoleados por los vecinos de Utrecht, una población tan limpia, cívica y ejemplar que hasta los nenúfares flotan en sintonía. Hay ciudades de Playmóbil menos ordenadas.
El resto de la crono nos dejó postales conocidas: las babas de Ten Dam, los jamones de Cancellara y una colección de monos ultraligeros, escotados y transparentes que acabarán por venderse en lencerías, sección noche traviesa.
Ya en el podio, Rohan Dennis se acaparó besos y maillots, a excepción del jersey de la montaña, ondeado por Jan Janssen y Zoetemelk, únicos campeones holandeses del Tour (1968 y 1980), cuando ser feo era lo normal.