Los New York Giants actuales son Tom Coughlin. La imagen del vetusto entrenador en la banda, con las mejillas y la nariz rojas por el frío y por la indignación por una jugada mal ejecutada son patrimonio de todos los fans de la NFL. Me ha pasado más de una vez estar viendo un partido de ellos y pasar mi mujer por delante del televisor, echar una ojeada y decir: "madre, ¿pero sigue ese señor ahí pasandolo mal? pero ¿por qué no se va a Florida a jugar al bingo?" y sigue su camino sin darse cuenta que ha resumido el sentimiento de todo un universo de aficionados.
Lo que ella no sabe, y probablemente muchos seguidores de la liga tampoco caen en la cuenta, es que el football lo es todo para este hombre, y que esas especulaciones de que este año lo deja, este sí que sí, a él le suenan a cuento chino. Dudo que ni siquiera las escuche porque, desde luego, no parece de los que anda colgado de twitter todo el día.
Y no se trata sólo de una necesidad física por seguir pegado a su profesión. Sino que es lo suficientemente inteligente para darse cuenta que el inmovilismo sería su muerte. De ahí que, a pesar de que en la banda aparezca siempre la misma figura, los mismos gestos, la misma imagen de abuelo enfadado porque nada sale bien, en el fondo de su grupo de entrenadores se ha producido movimientos muy importantes e interesantes de cara a los esquemas que los Giants van a jugar esta temporada.
En ataque ya vimos el cambio el año pasado. Ben McAdoo cogió los mandos de una unidad que se había acostumbrado en exceso a su predecesor en el puesto de coordinador ofensivo, Kevin Gilbride.
McAdoo entendió, desde el principio, que era crucial dar un meneo al grupo. Instaló una West Coast Offense con gran predomino de los receptores y con un protagonismo creciente de Eli Manning. El QB se había pasado demasiados años en el mismo esquema y parecía adormecido. Con McAdoo pareció despertar el año pasado. Y no es casualidad.
No se trata sólo de unas tácticas más adecuadas al talento del jugador, o a su estado actual en la competición, sino que también de explotar las virtudes de un cuerpo de receptores que, por talento puro, está en la élite de la NFL. Coughlin, de esta forma, cambió de forma bastante notable un ataque se estaba quedando anclado en el tiempo e insufló nuevos aires. Al punto de que son muchos los analistas que creen que esta temporada los Giants tendrán uno de los ataques más explosivos de la liga.
Otro tanto se puede decir de la defensa, sólo que el cambio de coordinadores es este mismo año. Steve Spagnuolo vuelve a la casa que le lanzó a la fama, pues en 2007 y 2008, en el mismo puesto, construyó un grupo que aún resuena en las pesadillas de Tom Brady y los Patriots, superado en la Super Bowl XLII por una línea defensiva imparable.
Y ese es el gran cambio que Coughlin, en la figura de Spagnuolo, pretende para su defensa: volver a ser temibles en la DL. La forma de jugar que buscarán es un front seven ágil, versatil, flexible, en el que los jugadores sean capaces de jugar varias posiciones. Todos recordamos aquellas unidades en las que no se sabía quien era el DT y quien el DE porque todos rotaban en la línea para desconcierto de las OLs rivales y pánico de los coordinadores ofensivos.
El acento estará puesto en volver a generar esa presión y en devolver dinamismo a un grupo anquilosado que no ha vuelto a ser el mismo desde hace ya demasiados años.
Por lo tanto, y aunque desde fuera parece que Coughlin es la constante que hace que los Giants sean los mismos de las últimas temporadas, lo cierto es que el veterano entrenador ha asumido cambios profundos e importantes en el sistema de juego. Cambios que ha puesto en mano de sus nuevos coordinadores. Nunca se puede dar por muerto a este equipo ni a este entrenador y, encima, este año su filosofía de juego, tanto en ataque como en defensa, parece llamada a ser de las más divertidas en la NFL.