Este Madrid, el de Pablo Laso, ha pasado de enamorar con su propuesta atrevida, donde primaba la velocidad, un perímetro incontenible y también los vaivenes, picos y simas, a convertirse en un equipazo con ese guiño que atrae aficionados pero más maduro y completo. A la altura de los dos mejores de la historia del club blanco, de los otros dos que lograron la Triple Corona, la Euroliga, la Liga y la Copa (el de 1974 y el de 1965). En este caso, hay que añadir la Supercopa, lo que eleva el triplete a rango de poker, sin faroles, 41 años después.
Y el Palau, la cancha del eterno adversario, fue la pista de baile, el escenario de la fiesta. El quinto trofeo que celebran los blancos en el recinto blaugrana en los últimos 21 años, el 32º título liguero de su historia (los mismos que en el fútbol, por cierto). La décima final ganada en un playoff de 17 disputadas, y la segunda que logra cerrar con un 3-0 tras la de 1994, aquella en la que Sabonis reinó en el Sant Jordi. En la NBA lo llaman barrida, quizá no suene bien en román paladino, pero fue justo eso.
En el tercer duelo de la final, donde se esperaba que el Barça saltara a pista con el pecho caliente tras unos golpecitos de coraje, en plan macho alfa, pocos secundaron a un fantástico Ante Tomic: 29 puntos (14 de 15 en tiros), 7 rebotes y 3 tapones para 36 de valoración. En el Madrid vimos, en cambio, cabeza, temple y hambre incontenible, la que ha demostrado durante el curso y la que le ha llevado en esta final a devorar al Barça. El punto culmen de madurez y ambición de un grupo de ensueño.
En 2014 Sergio Rodríguez fue reconocido como el mejor jugador de la Euroliga, hace un mes Reyes recibió el mismo premio de la ACB, en la Supercopa de septiembre pasado Llull alzó el MVP, en la Copa el turno fue para Rudy, en la Euroliga Nocioni atrapó el botín en disputa con Carroll… ¿Me siguen? Seis jugadores y todos diferentes, hasta que llegamos a esta final, donde Sergio Llull, en el alambre entre saltar el charco y seguir en el Madrid, repite galardón. Y lo hace tras un tercer partido en el que firmó la peor actuación de las tres, en donde al menos cinco compañeros brillaron tanto o más que él. Magnífico reflejo de lo que es este Madrid de Laso, y ya también de Mateo y Tabak, levantado en los despachos por Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros.
La imagen que devolvía el parqué es que el cinco titular consolidado (Llull, Rudy, Rivers, Reyes y Ayón) sumaba 37 puntos por 53 de los teóricos suplentes, con Carroll decisivo (19 tantos, incluido el canastón que lo decidía todo a falta de 14 segundos: 83-88) y Maciulis ejemplar. También imperiales Nocioni y Sergio Rodríguez, que arrancó al Real cuando se apagaba (67-62 tras encajar un 16-0), y antes Rivers. Este chico no se pierde un día grande. Y en esa dinámica de Tomic contra el mundo, ganó el Madrid, que arrasó el ímpetu del croata con una lluvia ácida de juego coral. Y no una sino dos veces, la primera para ponerse 14 arriba (26-40) y la segunda para dar ya el jaque mate con parcial final de 18-28.
Una cosa es prometer y otra cumplir. Y al Barça se le fue la fuerza por la boca. Habló de actitud aguerrida, de “collons” y en cuanto el Madrid le tiró de las riendas, frenó en seco. Todos mirando y Tomic peleando, anotando y fajándose. Tiene el sambenito de pívot blando, flaquea en las ayudas defensivas sobre los bajitos, le falta contundencia, pero da la cara más de lo que se escribe y se dice. Al descanso sumaba 16 puntos y 19 de valoración por 18 y 16 del resto de sus compañeros. El Barça empezó bien en ataque, abriendo mucho el campo y buscando a Tomic como si todos fueran su perrillo faldero. El último asidero. Al final del primer cuarto, 12 de los 17 tantos culés llevaban la firma del croata, y los 17 la de los pívots. Ni un punto de los exteriores. Y el Madrid redobló la apuesta del perímetro en el segundo cuarto: 6 de 7 en triples (33-17).
La final moría, pero a este nivel, un bajón del ritmo, de la concentración, te mata en un suspiro. Tomic hizo falta y recibió una técnica por protestar (51-62) y entonces, en comunión con el público, Pascual encontró lo que reclamaba en la previa: casta y acierto para envolver a Tomic. Apareció Abrines (16 tantos en la segunda parte y ninguno en la primera) para comandar ese ‘break’ de 16-0 (+5, 67-62). El Barça se veía entonces más cerca del cuarto partido, pero el Madrid recuperó el nervio, pero siempre fuerza con control, dominio del escenario, y entre Sergio, Carroll Maciulis y Nocioni dieron el hachazo definitivo. Suplentes en el Madrid, estrellas en Europa. Poker de ases.