"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla". Así resumía Gabriel García Márquez la existencia. El paso del tiempo desvirtúa imágenes. Se agrandan o se achican según la perspectiva de cada uno. ¿Qué valor tenía aquel Gran Premio de la Argentina de 1998? Quizá nadie imaginaba que esa competencia sería la última e iniciaría la racha más larga sin Fórmula 1 en la Argentina.
Ya pasaron 20 años sin la máxima categoría. El autódromo de Buenos Aires, que recibió en 19 ocasiones a la Fórmula 1, entre 1954 y 1998 (el GP más interrumpido en la historia de la disciplina) ya no recibe al circo único de la velocidad.
Ya pasaron dos décadas de aquella victoria de Michael Schumacher a bordo de la Ferrari. El resultado acorde a la pasión que por el Cavallino Rampante reina en nuestro país. Aquel mediodía plomizo y lluvioso fue impensado, ante el favoritismo de los McLaren de Mika Hakkinen y de David Coulthard. Se agitó la bandera a cuadros y el alemán celebró desde el cockpit con el brazo izquierdo a lo alto, casi como dirigiendo a las tribunas que ovacionaban por el resultado.
Hakkinen venía de sumar el puntaje ideal en Australia y en Brasil. Y Coulthard largó desde la pole position. Pero la ilusión duró poco para el equipo de Ron Dennis. Schumacher, que en la partida falló y perdió un lugar (lo superó Hakkinen), se repuso y ganó las dos posiciones en sólo 12 kilómetros. A partir de ese momento, la Ferrari controló la carrera. Pese a la estrategia de detenerse en dos oportunidades, contra una parada de los McLaren. Pero los parciales eran favorables para el ex campeón.
Desde Ferrari explicaban que la victoria llegó por las pruebas realizadas en Europa entre los GP de Brasil y Argentina, mientras los pilotos de McLaren celebraron aquel presente ideal en Punta del Este. Coulthard perdió el primer lugar de la peor forma. Cerró el paso de Schumacher, pero se llevó la peor parte. El alemán, con oficio, salió indemne (sólo tenía dificultades para doblar hacia la derecha) y apenas peligró su liderazgo sobre el final, cuando a seis vueltas de la bandera a cuadros se despistó en la horquilla, pero eludió la leca de manera magistral para buscar el lugar más firme y continuó su paso.
Ante el asfalto traicionero con la humedad, Hakkinen prefirió asegurar el segundo puesto. Con la mente puesta en el campeonato, sumó buenos puntos. Fue allí cuando los cuatro segundos de ventaja de Schumacher se estiraron luego a 12… Pero la atención no sólo estaba puesta en la punta de la carrera. En el otro extremo estaba Esteban Tuero, que cortaba una serie de 17 años sin argentinos en un Gran Premio en el país. Tras una partida tardía con el modesto Minardi, aquel chico de 19 años superó al único rival que otorgaba un parámetro real para su realidad: su compañero Shinji Nakano. Con cuidado (en especial con los espejos, al perder varias vueltas con respecto a los punteros), Tuero buscó llegar por primera vez en un Gran Premio. Pero no pudo ser.
Protagonizó una situación incómoda y paupérrima en los boxes, al aguardar más de 40 segundos que los mecánicos encontraran un neumático en una de las detenciones. Y a 9 giros del final y con el piso mojado, el auto se descontroló y las ilusiones de alcanzar el objetivo ante su público se frustraron en la primera curva, con la parte trasera del Minardi destruida.
La carrera dejó situaciones atractivas, como las luchas entre Eddie Irvine y el talentoso Alexander Wurz o las que protagonizaron Coulthard y Jacques Villeneuve.
Para la memoria inmediata, la alegría del paso victorioso de Ferrari por Buenos Aires, de la mano de Michael Schumacher. Con el tiempo, aquel Gran Premio se transformó en el último previo a la racha más larga de la historia sin GP de la Argentina. Añoranzas de otros tiempos, que además de recibir a la Fórmula 1 también comprendía, al menos, un piloto argentino en la selecta grilla. Pese a que ese fin de semana Bernie Ecclestone no viajó a la Argentina (clara señal de que la máxima categoría ya no tenía interés en regresar a Buenos Aires), ninguno de los que estábamos en el Gálvez aquella tarde invadida por la alegría italiana suponíamos que iban a pasar al menos 20 años lejos de la F1. Y con el paso del tiempo, cuánta razón tiene García Márquez…