La historia del equipo campeón, el mismo que ha maravillado al mundo y que ha jugado una de las mejores temporadas que se han visto desde las de los Bulls de los 90, está llena de pequeñas historias que, todas juntas, cobran sentido y conducen a la excelencia. En eso, más allá de su evidente categoría como entrenador, también ha revolucionado Steve Kerr a estos Warriors que han conquistado su primer anillo en cuarenta años. Y lo ha hecho gracias a una visión integral y expansiva que va más allá de las canchas y que le llevó a contratar al doctor Chris Johnson, psicólogo que lleva seis años al frente del laboratorio de neurociencia que tienen en San Diego las Fuerzas Especiales del ejército de los Estados Unidos. Acostumbrado a trabajar con la élite de la élite (los SEAL al frente), lo ha hecho también durante esta temporada con los Warriors y la historia, uno de los secretos mejor guardados durante meses por Steve Kerr, la ha revelado ahora el periodista Baxter Holmes (ESPN).
El doctor Johnson presenció en Oakland la final de la NBA. Viendo, en buena medida, el resultado de su meticuloso trabajo antes de unirse a partir de julio a Pittsburgh Pirates, equipo de la MLB de béisbol. Su planteamiento, una revolución del concepto de psicología deportiva, necesitaba conectar con alguien como Steve Kerr. Uno le preguntaba al otro cómo era trabajar con los SEAL y el otro quería saber qué se sentía al formar parte de los Bulls de Michael Jordan y Phil Jackson. Finalmente Kerr le planteó cuestiones concretas de cada jugador de su plantilla. La unión (que ha tenido “un gran impacto” según el técnico) ya era un hecho: “ Kerr es como un alto mando del ejército pero al mismo tiempo analiza a las personas de forma integral. Va más allá de lo que hace un jugador en los 48 minutos que dura un partido. Se preocupa por cómo son como padres, como hermanos, como compañeros de vestuario… se preocupa por la vida personal de cada jugador”.
Su trabajo se centra en las situaciones de estrés que viven los jugadores en los partidos y parte de su creencia en que se puede enseñar a mejorar las reacciones ante situaciones límite: “Vas a tener un equipo mejor si tienes a jugadores que en situaciones de tensión son capaces de ser mejores compañeros, estar tranquilos y seguir con precisión las indicaciones del entrenador. Con el ejército es similar. En los combates en espacios cerrados y en pleno tiroteo, un soldado tiene menos de un segundo para saber quién o qué es un objetivo y quién o qué no lo es y disparar… o no hacerlo. Eso se puede aplicar al baloncesto aunque es obvio que las consecuencias son radicalmente distintas y que en el mundo del deporte no estás decidiendo en un instante quien tiene que vivir y quien no”.
Durante toda la temporada, Johnson visitó al equipo un par de veces al mes. Los jugadores, claro, se quedaron con los ojos como platos al saber de qué entorno venía. Le acribillaron a preguntas sobre cómo era trabajar con lo más granado del ejército: “Les expliqué que los SEAL, por ejemplo, no dejan de ser tipos bastante normales que también se quedaron fascinados y me hicieron muchas preguntas cuando les dije que estaba trabajando con los Warriors”. Dos ex SEAL visitaron a los jugadores y les explicaron su visión del trabajo en equipo, cómo eran capaces de tener siempre bajo control la posición y situación de todos sus compañeros.
Su mensaje a los jugadores fue claro: “Estáis aquí porque también sois la élite en vuestro deporte. Yo lo que puedo hacer es ayudaros a ser un uno o un dos por ciento mejores”.
Sobre el terreno ha trabajado mucho, por ejemplo, con esas fases en las que un jugador entra en barrena y falla muchos tiros seguidos. Para él, lo que funciona dentro de una terapia funciona fuera de ella: “Trato de averiguar qué pasa por sus cabezas, qué se están diciendo a sí mismos. Los jugadores de la NBA son híper críticos, pueden empezar a pensar que no son tan buenos como creían ser. Les digo que no quiero enseñarles a que vean el vaso medio lleno y desde luego no quiero que lo vean medio vacío. Quiero que sean capaces de decir ‘ese vaso tiene 200 centilitros de H2O’ y que sepan qué hacer con esa información. Trato de que sean capaces de equivocarse, que asuman que pueden ser vulnerables”.
Y, por supuesto, tiene en especial consideración a un Stephen Curry al que ve especialmente dotado para jugar al baloncesto… y para ganar: “Me llama la atención que siempre crea un juego dentro de otro juego. Por ejemplo: no le vale con meter un tiro, quiere que la pelota ni toque el aro. Es como cuando los francotiradores no sólo quieren dar en el blanco sino que quiere acertar en el centro exacto de la diana. Además, sabe que puede fallar y nunca le da demasiadas vueltas, piensa siempre en lo que es importante de verdad: ganar partidos”.