En 1996 como una promesa del clan juvenil, rodeaba al héroe de la escena que en hombros elevaba el trofeo más preciado de América. La cinta de capitán le dio ese privilegio a Enzo Francescoli. El de ser el primero en festejar con la Copa el título de la Libertadores en un estadio Monumental fogoso. Ahí estaba Marcelo Gallardo quizá uno de sus herederos directos en el medio campo. Jugó siete de los doce partidos de esa edición e ingresó en los últimos tres de esa final con América de Cali en Buenos Aires.
El trofeo llegó a sus manos mucho después cuando el resto de titulares la compartió. Entendió entonces lo que significa ser campeón de América. El fuego sagrado que irradia esa Copa. El mismo que ahora está a punto de volver a recibir esta vez con un protagonismo mayor, el de director técnico.
La prensa en Argentina lo destaca como el gran responsable de que River Plate esté a una victoria por cualquier marcador de ganar su tercera Libertadores.
“El mejor jugador de River está en el banco”, tituló el periodista Román Iutch su columna de opinión en el diario La Nación de Buenos Aires.
Cristian Grosso del mismo diario lo graduó como líder en management: “eligió el atrevimiento, encabezó una pequeña revolución y reinstaló al club en el campo internacional. Relanzó la grandeza de una institución que se había hundido en la ciénaga del descrédito... ayer nomás”
Su primer golpe de autoridad en el continente lo dio al ganar la Copa Sudamericana del año anterior en la que superó en la final a Atlético Nacional. Ese título le dio la condición de favorito para esta Copa. Sin embargo, el arranque fue tormentoso. Avanzó a los octavos de final con lo justo, en la última casilla de los 16 clasificados con siete puntos de 18 posibles. De acuerdo con el reglamento, le correspondió como rival al mejor de la primera ronda, Boca Juniors.
Se sobrepuso a la campaña pobre en rendimiento pero firme en sus convicciones de respaldo a los jugadores y a su idea de juego. Un equipo solidario que juega con las líneas defensivas y ofensivas muy cerca y que tiene al área rival como punto de partida para la recuperación de la pelota. Así lo ratificó ante Boca Juniors al que desactivó en el 1-0 a favor del Monumental y el los 45 minutos que se jugaron en La Bombonera, antes del agresión a los jugadores con el gas pimienta.
En cuartos se midió con Cruzeiro. Cayó con los brasileños como local y aterrizó en Belo Horizonte sospechado de eliminación en un país siempre adverso. Pero entonces apareció Teo Gutiérrez que con su fútbol y un golazo dio vuelta a la serie 3-0. La semifinal lo esperó después de la Copa América. Dos meses en los que clamó por refuerzos ante la salida de algunos jugadores.
Pidió a Tabaré Viudez viejo conocido de su etapa por Nacional de Uruguay y quien resultó vital para ganar la serie ante Guaraní. En el momento más tenso del partido en Asunción habilitó con un pase magistral a Lucas Alario, otro de los nuevos, que aseguró con un gran gol la final ante Tigres.
Ante los mexicanos resistió pero anuló al francés Gignac que dejó Europa para jugar la instancia definitiva de la Libertadores. Johnatan Maidana lo incomodó, respaldado por Leo Ponzio y Matías Kranevitter quienes le hicieron sentir el rigor con que se juega en América.
“Estamos listos. Las sensaciones son buenas, más allá de muchos inconvenientes que tuvimos en estos últimos días, sobre todo con muchos jugadores que llegaron al límite y no pueden jugar. Más allá de todo eso, las sensaciones son buenas, estamos ante una oportunidad única más allá de quién juegue”, dijo en la rueda de prensa previa al partido del miércoles en Buenos Aires.
Sin misterio alguno entregó la formación titular en la que Fernando Cavenaghi es una de las novedades. “El equipo lo tengo, ¿quiéren que se los de? Barovero; Mayada, Maidana, Funes Mori, Vangioni; Sánchez, Kranevitter, Ponzio, Bertolo; Cavenaghi y Alario”
Gallardo también dijo que se tratará de un partido memorable, “porque la idea es tener esa posibilidad. La posibilidad y las ganas de ganar. Una posibilidad de mucho valor y prestigio. El privilegio de poder disfrutar una final de Copa Libertadores”.
Un privilegio para tipos como él que está muy cerca de abrir una categoría exclusiva en la historia de River Plate: ganar la Libertadores como jugador y técnico. Para revivir la emoción de esa noche de junio de 1996 cuando Francescoli se erigió como el centro del protagonismo. Una sensación que tiene apenas a una victoria…