La natación mundial comienza la gran cita del año mañana en el Arena de Kazán. Aunque las ausencias son notables, pues ni la delegación española podrá contar con Mireia Bemonte ni otros países con sus nadadores estrella (Phelps es baja en EEUU, como Magnussen en Australia, Hagino en Japón o Agnel en Francia), hay otros ingredientes para cocinar un gran manjar en estos ocho días de competición. A un año de los Juegos de Río, el 70 por ciento de las medallas que se obtienen en el Mundial anterior se repiten en la celebración olímpica, por lo que esta competición es un banco de pruebas ideal para calibrar las opciones de cada país.
La delegación española llega con dudas y contratiempos. A la ausencia de Mireia se unen los problemas que han sufrido algunas de sus mejores bazas, que restan potencial a un equipo que mezcla juventud y experiencia. Una apendicitis dejó a Duane da Rocha un mes sin poder entrenarse y Bea Gómez, operada de una válvula del corazón, también necesitó de un tiempo de reposo. Las opciones más claras de final llegarán por parte de cuatro nadadores con ya recorrido y éxitos europeos.
Melani Costa, que competirá en 200, 400 y 800 libre y en 200 espalda, comenzará mañana con su gran prueba, los 400, en la que defiende una plata mundial. Aunque sus problemas en la rodilla derecha, que convirtieron 2014 en un calvario, ya se han controlado, la balear espera meterse en la final y allí “ya se verá”. Las medallas están muy caras, tanto como lo serán para Jessica Vall, en los 200 braza, y Judit Ignacio, actual subcampeona de Europa, en los 200 mariposa. En categoría masculina, la esperanza se llama Miguel Ortiz-Cañavate, que llega a este Mundial con la séptima mejor marca en los 50 espalda. El reto del resto de la expedición, ganar experiencia e intentar dar la sorpresa.
A nivel internacional, muchos nombres salen a la palestra en todas las disciplinas, pero hay dos que brillan con luz propia: Katie Ledecky y Missy Franklin. La primera tiene ante sí un reto histórico, sin parangón: ganar los 200, 400, 800 y 1.500 libre. Habría que remontarse a los Juegos de México 1968 para encontrar a Debbie Meyer, la estadounidense, que obtuvo el oro los 200, 400 y 800 libre. La joven de 18 años ganó ya cuatro oros en Barcelona. La gran prueba de estos campeonatos serán los 200 libre, en la que coincidirá con su amiga Franklin. La Phelps femenina, ganadora a sus 20 años de 10 medallas mundiales, pugnará con Ledecky en esta prueba y además participará en los 100, 200 espalda, 100 libre y todas las pruebas de relevos.
La braza femenina vivirá la batalla entre la lituana Ruta Meilutyte, la danesa Pedersen y la rusa Efimova, quien regresa tan una sanción por el organismo antidopaje. Sin Mireia, Hosszu se perfila como la europea con más opciones de lograr medallas, teniendo en cuenta su extenso repertorio en el agua (200 y 400 estilos, 100 y 200 libre, 100 y 200 espalda y 200 mariposa). Llega con muchas opciones en estilos y en espalda.
En categoría masculina habrá más igualdad. Sin un nadador que monopolice más de dos pruebas, ver a los brasileños en las modalidades rápidas (Frutus, Cielo y Pereira) y a Manaudou en el libre será un espectáculo en el país de Alexander Popov. El fondo tiene cómo favorito al chino Sun Yang, aunque llega tras un periodo de baja por dopaje que puede complicarle la victoria en los 400, 800 y 1.500 libre. La braza es territorio de Adam Peaty, el británico, y en la espalda sigue habiendo un vacío que quiere volver a cubrir la natación francesa, con Lacourt y Stravius.
Lochte, el amigo de Phelps y el segundo mejor nadador de los últimos diez años, se llevó un chasco en Barcelona, aunque ahora reconoce que se ha cuidado más y que espera mejores resultados. En esa mariposa que quedó vacante tras la retirada del máximo medallista de la historia en unos Juegos, Chad le Clos se ha hecho con el poder y espera repetir el trono en 100 y 200 mariposa. Se esperan unos Mundiales apasionantes en los que Estados Unidos intentará defender su corona y Francia, seguir siendo la referencia de Europa.