Sin títulos que sosieguen, sin Casillas, sin fichajes de enjundia, sin sofás ni lámparas, que diría Benítez, y sin un consenso en el afición de hacia dónde tirar arrancó el nuevo Madrid con un empate sin sal ni alegría ante la Roma (cayó en los penaltis), aunque para saber cuánto pesa y cuánto mide el equipo faltan minutos de juego, semanas de preparación y posiblemente algún refuerzo.
En la gélida noche australiana y en un inicio verdaderamente exigente, ante el segundo de la Liga italiana, asomó un apreciable cambio de formato. El Madrid atacará con un 4-2-3-1 y se protegerá con un 4-4-2, con la sana intención de que el punta y el mediapunta se conviertan en una primera línea coordinada de contención. Deberá Benítez ser más persuasivo mientras sigue pendiente de resolver el problema de evitar que el equipo se parta, mal incurable en la era Ancelotti.
El primer once de Benítez ofreció concesiones a la política de club. Jugó Odegaard en la derecha para dejar en evidencia que es aún futbolista por hacer. No tuvo participación ni atrevimiento. Bale fue el mediapunta, ese papel que presuntamente su agente le pidió al club concluida la temporada pasada. Así evita la molestia de acudir permanentemente al cambio de pierna, de verse siempre desairado en la suerte contraria. Ofrece potencia y capacidad de remate en el puesto, pero le costará filtrar pases y emplearse en la presión. Y tampoco se ha sacudido ese brote egoísta de campañas pasadas. Se saltó los desmarques de Cristiano y Jesé en un contragolpe claro para acabar con remate lejano inocente e inofensivo. Primer partido y primeros reproches de sus compañeros de línea.
Jesé ofreció más soltura y rapidez que el curso pasado jugando como punta. Cristiano, en cambio, no dejó una buena impresión. Siempre le faltó un metro o le sobró un adversario. Illarramendi tampoco lució como centrocampista de clausura y Modric, que llega tras una larguísima actividad, debe mejorar su ritmo. Las buenas noticias estuvieron atrás, en Varane, atento, preciso y rapidísimo. A Ramos le exigieron poco y pasó un mal rato Carvajal ante el supersónico Gervinho. En este escenario la Roma tuvo más chispa y ocasiones más potables. Mandó una pelota al larguero (De Rossi) y Totti hizo trabajar a Keylor Navas. El Madrid sólo respondió con el controvertido pelotazo lejano de Bale.
Con el cambio de guardia (sólo los porteros empezaron y acabaron el partido) el Madrid equilibró el reparto de presencias en el área, fundamentalmente porque Benzema ha aterrizado fino en la pretemporada, con una silueta más estilizada y una velocidad por encima de la media. Le acompañó bien Isco en ese papel de enganche que le dará amplitud de miras. Acabó en dueño del partido. Lucas Vázquez y Cheryshev, los meritorios, anduvieron emprendedores y pidiendo paso, Kroos sujetó bien al equipo y Lucas Silva volvió a ser ese mediocentro sin sustancia del curso pasado. Atrás, sin Gervinho, la cuestión resultó más sencilla. Danilo disputó los últimos veinte minutos, tiempo para saber cómo le sienta la camiseta y poco más. Bale tuvo el partido en su cabeza antes de irse, Clattenburg le limpió un penalti al Madrid por mano de Torosidis, Lucas Vázquez estrelló en el pie de De Sanctis la mejor ocasión del duelo y Danilo cruzó demasiado su disparo en su primer detalle como lateral de dos direcciones. También Destro perdonó a Keylor tras un despiste descomunal de la zaga blanca. Y la cosa acabó en los penaltis. Catorce se lanzaron y sólo falló Lucas Vázquez. Un error que puso a la sombra el estreno de Benítez.