-Segunda victoria en este Tour, pero después de dos malas jornadas en los Pirineos.
-Sí, soy como el Atlético de Madrid: no sabes por dónde tirará, o todo o nada. La verdad es que en la primera etapa pirenaica sufrí una crisis tremenda de hambre. Al siguiente día me quedó residuo y la caída de la neutralizada me hizo muchísimo daño. Siempre dije que llegaba en una condición muy buena. Se fueron las opciones de lograr una buena general, así que me dedico a cazar triunfos. Mi golpe de pedal quizá no dé para aguantar con Froome, Van Garderen o Nairo Quintana, pero la sensación no es tan mala.
-Conoce el terreno, ya que vive cerquita, en Andorra.
-He cubierto bastantes veces el trazado de esta jornada con mi amigo Losada. De hecho, tengo una anécdota con él. Cuando no se encontraba bien asfaltado el penúltimo puerto, me reventó la rueda. Como no llevábamos de repuesto, vino mi mujer y tuvimos que volver a terminar con la inspección. Nos salió un día en que llovía arriba, igual que ahora. La planeamos para la lucha por el podio, pero lo importante es ganarla. (Purito recibió la visita de su mujer y de sus hijos, a los que achuchó pese a su ropa totalmente mojada. También aterrizó en el Tour el patrón del Katusha, Igor Makarov. Al nuevo contrato del catalán hasta el final de 2016 sólo le falta estampar la firma).
-¿Disputará la Vuelta?
-Estaré seguro, me gusta el recorrido y le tengo mucho cariño.
-¿Por qué nunca ha podido conquistar una grande?
-Aunque lo he merecido, he padecido muy mala fortuna. No he ganado ni cuando era el más fuerte de todos, como en el Giro y en la Vuelta del 2012, o en el Mundial del 2013. Quizá me falte la suerte del campeón.
-¿Cómo se plantea el Tour a partir de esta segunda victoria?
-Buscaré la tercera, porque me encuentro de maravilla. De aquí a dos días toca Mende, donde me encantaría repetir, pero coger la fuga resultará complicado. En Alpes lo intentaré de nuevo, y ojalá así mejore en la clasificación, aunque sin presión.
-Describa cómo se gestó el triunfo.
-Después de Cauterets, los compañeros me animaron a que cogiera la escapada. Tras perder 15 minutos, la general quedaba descartada. Aunque costó, abrimos hueco y se hizo la fuga. En las dos cimas de primera guardé para la última. La batalla iba a estar entre Fuglsang, Bardet y yo. Sabía que debía ahorrar y luego apretar en Plateau de Beille. Y las cosas nos funcionaron a las mil maravillas.