La presencia del Tourmalet (“vuelta mala”) nos excitó la imaginación; la carrera nos devolvió a la realidad. Nadie atacó a Froome en la segunda etapa pirenaica. Sus adversarios estaban ocupados tanteándose el esqueleto después de la paliza del día anterior. En esta ocasión, el triunfo era llegar en compañía del monstruo, viajar junto a él sin ser devorado.
Solemos decir (generalmente para animarnos) que la venganza es un plato que se sirve frío. Curiosamente, quien peor lo entendió fue el siciliano Nibali. El italiano fue instigado por su rabia y vencido por sus piernas. En plena subida al Tourmalet desplegó a su equipo en posición de ataque. Sus compañeros aceleraron el ritmo y pusieron en peligro la fuga que abría carrera. El problema (uno entre mil) es que sus compañeros eran pocos. De modo que, fundido Kangert, Nibali se quedó en cabeza del grupo, con demasiados kilómetros por delante y algo confuso, hasta que desistió. Como acto de valentía había sido impecable; como estrategia militar, penosa.
Nibali, abrumado, tampoco atacó en el descenso. Nadie lo hizo a excepción de unas hermosas vacas brunas (unos 500 kilos por ejemplar), que decidieron cruzar la carretera al paso de los ciclistas (90 kilómetros por hora). Barguil fue quien más cerca estuvo de tatuarse en el lomo de una vaca, lo que hubiera sido un triste destino para el maltrecho ciclismo francés. Pinot, Bardet y Péraud pasaron por allí cuando las vacas ya cenaban plácidamente en sus establos.
Resumen - Etapa 11 (Pau > Cauterets - Vallée de... por tourdefrance_es
Nibali se descolgó en el último puerto (de tercera) y añadió un minuto a sus múltiples desgracias; la última es que Mollema le ha arrebatado la décima plaza. Entre el resto de favoritos sólo hay que reseñar un escarceo de Valverde, que tomó dos segundos de ventaja en el sprint final. El campeón de España se encuentra en estado de inspiración; es más, da la impresión de que se está divirtiendo como un niño en un parque de juegos. Contador atravesó la meta con mejor cara que otras veces y Nairo con su habitual gesto imperturbable.
Cinco minutos antes, el polaco Rafal Majka había ganado la etapa, su tercer triunfo en el Tour después del doblete del pasado año. El compañero de Contador cruzó la meta señalando los dos patrocinadores principales de su maillot, Tinkoff (banco ruso) y Saxo (banco danés). Sus últimos kilómetros fueron tan plácidos que también podría haber hecho publicidad de la marca del sillín, del fabricante del cambio y del dentista que le hace los empastes. Majka es un corredor con el perfil de Djokovic, uno de esos tipos que gana como si fuera fácil.
Bardet llegó a 13:50 del primero y tanto Pinot como Péraud se presentaron a 21:44. Tampoco le fue bien a Purito, a 14:54. Si los cuatro guardaron fuerzas para hoy saldrán montados en un cohete.
Zafarrancho. Lo cierto es que la jornada necesita una rebelión popular que complique la vida del equipo Sky. Antes de soñar con atacar a Froome hay que empezar por su equipo. Nibali lo advirtió en su último instante de lucidez. Otros deberían seguir su ejemplo con mejores piernas y medios. De otro modo, la combatividad la ganará una vaca bruna.