La marcha de Iker Casillas al Oporto portugués no es una más para el Real Madrid. No lo es por la dimensión del portero, una leyenda del club a tenor de sus partidos jugados y títulos ganados, amén de un historial de paradas que le convirtieron en ídolo del Bernabéu. Tampoco por el ciclo que cierra: su adiós al Madrid es también el punto final al Real de los Galácticos.
De aquel equipo, que en 2003 recibió a su último integrante en llegar con el fichaje de Beckham, ya no queda nadie. El primero en marcharse fue Luis Figo, que, pese a tener un año más de contrato, recibió la carta de libertad en 2005 y firmó por el Inter de Milán. Un año después le siguió Zidane, que optó por una retirada prematura tras llevar a Francia a la final del Mundial 2006 de Alemania, que perdió contra Italia en la tanda de penaltis.
En el mercado de invierno del curso siguiente le llegó el turno a Ronaldo Nazario, que, ya lejos de su mejor nivel y sin sintonía con Capello, fichó por el Milán. Aquella temporada finalizaría con el título de Liga del Clavo Ardiendo, tras el cual Roberto Carlos (después de once temporadas) y Beckham cerraron su etapa de blanco.
Raúl, toda una institución en la Casa Blanca, sería el siguiente: en el verano de 2010, tras 16 temporadas en el Madrid, el (todavía, aunque Cristiano está al acecho) máximo goleador de la historia blanca constataba que con Mourinho no iba a contar con minutos suficientes y se marchó al Schalke 04 alemán, donde desempeñó una corta pero meritoria trayectoria. Y hasta hoy, hasta el adiós de Casillas. Con el traspaso del mostoleño, aquella foto de los Galácticos pasa a las páginas de historia.