24/11/2024

Todos contra Froome

Martes 19 de Diciembre del 2017

Todos contra Froome

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El golpe es fuerte porque se trata del mejor ciclista de los últimos años. Y porque afecta al equipo más poderoso del ciclismo mundial. Y porque se añade a otras denuncias que ya habían puesto bajo sospecha a Gran Bretaña, el país que más creció en el ciclismo de los últimos años, incluyendo medallas olímpicas, títulos mundiales y las pruebas más importantes del calendario, es decir, Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta de España. El ciclista es Chris Froome, nacido en Kenia, educado en Sudáfrica y naturalizado británico. Y el equipo es el Sky, el de mayor presupuesto en el ciclismo y supuesto cruzado antidoping, juguete capricho del magnate de TV Rupert Murdoch para James su hijo menor. Todo estalló el último miércoles, cuando nos enteramos que Froome, según lo detectó un control antidoping, corrió la Vuelta de España en setiembre pasado con el doble del límite permitido de salbutamol, un broncodilatador para su asma pero que, usado en cantidades mayores, puede servir de enmascarador y tapar el uso de otras drogas prohibidas.

Es imposible no recordar una anécdota que pinta el cambio de Froome. En 2010, era un ciclista del montón, expulsado del Giro de Italia por subir el Mortirolo agarrado de una moto policial. Tres años después, al ganar el primero de sus cuatro Toures de Francia, Froome escaló el Mont Ventoux superando a las motos policiales y corriendo más rápido que lo hacía Lance Armstrong dopado. Igual que Armstrong (que fue despojado por doping de los siete Toures de Francia seguidos que ganó de 1999 a 2005 tras recuperarse de un cáncer), Froome también cambió tras superar una enfermedad parasitaria endémica en grandes zonas de África (bilharzia). Como Armstrong, él también recibió un tratamiento terapéutico autorizado que justificó el hematocrito por encima de lo que marcan los reglamentos. Brilló en el Tour de 2012. No ganó porque Sky, su equipo, le ordenó que fuera detrás de Bradley Wiggins. Un hackeo de la organización Fancy Bears desnudó que Wiggins, en su momento, también compitió bajo sospecha de doping. Pero Wiggins es cien por ciento británico, fue designado Sir y ya no corre más. Froome es un caso distinto.

Aquella subida sobrehumana al Mont Ventoux de 2013, él fresco y hasta hablando por radio con su equipo, y los rivales agotados, provocó demasiadas sospechas, aunque Froome pasó tres controles antidoping en apenas 24 horas. El equipo Sky entregó todos los registros médicos de Froome a la agencia antidoping del Reino Unido. Pero las suspicacias siguieron. En el Tour de 2015, a Froome le arrojaron un vaso con orina y a Richie Porte, su gregario, lo golpearon y le gritaron “dopado”. “Todos contra Froome”, publicó en tapa L’Equipe. Sky publicó valores de potencia, vatios por kilo, tiempos, peso, pedaleadas por minuto y pulsaciones. Tampoco alcanzó. El Sky de Froome es una continuidad del US Postal de Armstrong y hasta tenía al mismo sospechado masajista belga. Pero sus dueños se jactaban de haber iniciado la era pos Armstrong, del ciclismo limpio, una postura que hoy está bajo la picota, al punto que la prensa británica especula con el posible fin del equipo.

El doping parecía tema puramente ruso en estos últimos años, en medio de un clima de Guerra Fría que dejó al país de Vladimir Putin sin equipo oficial en los Juegos Olímpicos de Invierno de febrero en Pyongcheang. Pero el doping, estatal o privado, no es patrimonio ruso. Es una plaga del deporte de alto rendimiento. Lo aceptan ahora especialistas británicos que miraban con lupa a Rusia y se tapaban los ojos en su país. El problema es que se pretende al héroe deportivo como hombre modélico, ejemplo de superación. Imposible concebirlo como un tramposo. Froome era uno de los principales candidatos a ganar este domingo el tradicional premio de la BBC a la personalidad deportiva británica del año. Sus acciones cayeron en picada tras las acusaciones de doping que él niega y cuya resolución demandará meses, abogados y tribunales diversos. Los candidatos pasaron a ser otros. Aunque tampoco ellos eran acaso modélicos.

¿O lo es Lewis Hamilton, otra vez campeón de la Fórmula Uno, pero acusado de usar su jet privado para esconder buena parte de su fortuna en una cuenta offshore? El premio de la BBC, inagurado hace sesenta años, suele jactarse de premiar no sólo la prestación deportiva, sino también la conducta del atleta, “para que los niños puedan sentirse identificados con sus héroes”, como escribió un diario. ¿Podrían identificarse con Mo Farah, el fabuloso corredor que brilló otra vez ya cerca de su retiro en el último Mundial de Atletismo y finalmente premiado este domingo? Las denuncias de doping en Estados Unidos contra quien fue su entrenador durante largos años, Alberto Salazar, no influyeron en los votantes. No importa el nombre. Si hasta el equipo paralímpico británico, ganador de títulos y medallas, está bajo sospecha por haber mentido discapacidades físicas. Campeones sí. Modélicos no.

 

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