Escape a la Victoria es una película en la que un partido de fútbol es utilizado como coartada para organizar una fuga. Estamos en 1943 y unos prisioneros de guerra de los nazis, que viven todo su apogeo, organizan una selección para jugar contra los alemanes, ávidos por demostrar que en el fútbol también son los mejores. El encuentro termina 4-4 porque Sylvester Stallone –prisionero– ataja un penal en el último minuto. Desbordado de emoción, el público invade la cancha, y los jugadores aprovechan para quitarse la ropa, vestirse de civil y, ya camuflados, huir.
Cuba no es un campo de prisioneros de guerra ni Raúl Castro, el presidente, es Adolf Hitler. Pero crecer bajo un régimen comunista seguramente invita a soñar con que un día todo terminará. A arriesgarse si de uno depende. Salir de La Isla para representar al país se antoja una ocasión inmejorable, quizá irrepetible, y desde que en 1980 el halterista Roberto Urrutia resolviera no volver y pedir asilo a los Estados Unidos, cientos de deportistas escogieron la derrota deportiva, pero el escape hacia una eventual victoria mucho, mucho mayor.
La mayor cantidad de deserciones vienen del vóley, el béisbol y el atletismo, deportes en los que Cuba destaca. El fútbol es de segunda índole allí, pero desde el 2002, este deporte ha causado 23 deserciones. Esta Copa de Oro empezó el martes 7 de julio, cinco días antes de que se escriba esta nota, y ya hubo dos. Primero fue Keiler García, delantero, que dejó la concentración un día antes del debut ante México (miércoles). El viernes, el arquero Arael Arguellez desapareció cuando el equipo viajaba a Phoenix para enfrentar hoy a Trinidad y Tobago, por la segunda fecha.
Unas Olimpiadas, unos Juegos Panamericanos, cada competición internacional se vuelve un rayo de esperanza. Más que para representar al país, los atletas parecen esforzarse en ser los mejores porque así tendrán la oportunidad de escapar. No importa que en octubre del 2013 el Instituto del Deporte cubano, con la finalidad de acabar con las deserciones, haya aprobado una norma que permite a los deportistas ser contratados por ligas profesionales extranjeras –y así salir del país– y quedarse con todo el dinero que facturen, salvo por el pago del impuesto, que no es mucho.
Al ser Estados Unidos la sede de esta Copa de Oro, y estando en vigor la ley “pies secos, pies mojados”, la ocasión era perfecta. Porque basta que un cubano pise suelo norteamericano para que pueda quedarse de forma legal; por el contrario, si es detectado tratando de cruzar la frontera por el mar, se le atrapa y se le deporta. Entonces, ni la flexibilidad del gobierno, ni la reapertura de las relaciones con USA (el 20 de julio se abrirán embajadas en cada país) detuvieron a García y a Arguellez. Ante México, en el debut (derrota 6-0), Cuba presentó 16 jugadores: el entrenador y otros seis no pudieron llegar por problemas de visa, y uno estaba fugado. Ahora son dos menos. Al final del torneo, ¿cuántos escaparán fallándole a la camiseta, al país, pero buscando ‘su’ victoria?