Uno de los mayores errores en la carrera de Juan Manuel Vargas fue pedirle explicaciones a Nicolás Córdova, cuando el seleccionador chileno dirigía a Universitario y lo hacía jugar muy poco. El ‘Loco’ consideró que le estaba faltando el respeto a su trayectoria, así que le dio un ultimátum: si la situación no cambiaba, prefería no ser tomado en cuenta. El técnico le hizo caso: Vargas no volvió a jugar más.
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En nuestro país, son pocos los futbolistas populares que han podido planear su retiro e irse entre los aplausos del hincha. Teófilo Cubillas tuvo una gran despedida en 1986, rodeado de grandes figuras, aunque un año más tarde volvió a calzarse los chimpunes tras la tragedia del Fokker. En el 2005, el ‘Puma’ Carranza cerró 20 años de carrera en el Monumental, acompañado por viejos amigos noventeros ante una selección internacional. El adiós más fastuoso, y acaso el más emocionante, fue el de Claudio Pizarro hace tres años. El ‘Bombardero de los andes’ se marchó rodeado de ex jugadores del Bremen y el Bayern Múnich, con miles de simpatizantes alemanes vibrando en las tribunas. El caso del ‘Chorri’ Roberto Palacios es único: tuvo tres despedidas. Y en todas lloró.
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El día después del futbolista suele ser traumático. Una investigación del sindicato internacional de futbolistas (Fifpro) determinó que el 38% de los jugadores retirados sufren de depresión y otros problemas psicológicos. Algunos caen en drogas o sufren problemas económicos que desestabilizan la armonía en sus familias.
Hernán Barcos parecía tener el plan de retiro perfecto. En poco más de cinco años en el Perú, había construido una figura que trascendía los campos de juego a punta de goles y gestos que el hincha siempre agradeció. Su peruanidad nunca lució falsa y como muestra de ello abrió un exitoso negocio en Miraflores. Su calidad futbolística lo encaramó como el mejor extranjero que ha vestido la camiseta blanquiazul y uno de los deportistas más admirados del país. En La Victoria lo consideran un ídolo, apenas unos escalones debajo de Villanueva o el Nene.
El anuncio de que este será su último año tiene el talante de la injusticia, más aún cuando las versiones que provienen de la interna coinciden en que su pecado habría sido exigir profesionalismo a algunos de sus compañeros. El ‘timing’ de los directivos tampoco ha sido feliz: confirmar su partida a tan poco de los ‘playoffs’ ha acentuado la sensación de manoseo sobre un jugador que semanas atrás era indiscutido.
Sacar del cerebro del hincha que la dirigencia prefirió bajar la cabeza ante un grupo de juergueros, constituye un reto gigantesco para cualquier estratega comunicacional. Sin embargo, en el planeta fútbol, donde el razonamiento tiene poco espacio frente al juego de las emociones, la única fórmula que garantiza el olvido es tan vieja como el hilo negro: ganar. Si Alianza no consigue convertirse en Perú 2, la figura de Barcos va a crecer hasta dimensiones inconmensurables. Y serán otras las cabezas que deberán rodar.
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