05/12/2025

“La curva invisible que está frenando a Piastri” : Daniel San Román sobre la lucha en McLaren por la Fórmula 1 [FOTOS]

Hace un mes

“La curva invisible que está frenando a Piastri” : Daniel San Román sobre la lucha en McLaren por la Fórmula 1 [FOTOS]

Lo paradójico es que McLaren ya tiene asegurado el campeonato de constructores. Es decir, la batalla interna es un lujo, no una necesidad.

Lo paradójico es que McLaren ya tiene asegurado el campeonato de constructores. Es decir, la batalla interna es un lujo, no una necesidad.

En la Fórmula 1 no todos los derrapes se ven en el trazado. Algunos ocurren en silencio, dentro de la cabeza. Oscar Piastri llegó a septiembre con cara de campeón precoz: seis victorias, control emocional y un McLaren que parecía hecho a su medida. Pero, de pronto, la marea cambió. Cuatro fechas después, el australiano ha perdido el liderato, la inercia y, sobre todo, el misterio. Lando Norris, su compañero, y rival más incómodo, le ha recortado 34 puntos desde Monza y ha recuperado el trono del Mundial. Todo, sin levantar la voz y sin golpear la mesa en ninguna conferencia previa, cuando le tocó el rol de reparto.

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Piastri ha explicado lo que viene sucediendo en esta definición con una frase que suena técnica, pero esconde angustia: “He tenido que cambiar el estilo que me fue bien durante las primeras carreras.” En otras palabras, el monoplaza ha dejado de hablarle en su idioma. McLaren, en su intento de mantener la paridad entre pilotos, ha seguido un desarrollo que benefició sin querer al otro lado del garaje. Los asfaltos de poco agarre, como México, Austin o Singapur, exigen una conducción más agresiva, de corrección rápida y frenada tardía. Exactamente el tipo de ríos asfálticos donde Norris se siente en casa. Piastri, más analítico y dependiente del punto de contacto exacto, sufre cuando el monoplaza se desliza. Hoy, para el australiano, la física se volvió emocional y el auto ya no le responde como antes.

Andrea Stella, el jefe de McLaren, ha intentado restarle dramatismo al momento con un sencillo “a Oscar le van mejor los circuitos de mucho agarre”. Pero en la F1 nada es tan simple. Stella añadió, ante las habladurías del paddock, que la escudería no tiene “preferencias” y que ambos pilotos reciben el mismo material. Sin embargo, en la conferencia post México, Norris habló con la calma de quien ya no necesita demostrar nada: “Solo conduzco el auto que me dan. Si funciona, funciona.” Esa frase, simple y casi desinteresada, sonó a madurez táctica, a alguien que ya no gasta energía en justificarse. Pero también evidenció que Lando está mentalmente más sólido que Oscar en este tramo de cierre.

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Cuando Verstappen ironiza sobre las “papaya rules”, esas normas internas que buscan igualdad entre los pilotos del equipo británico, lo hace porque sabe que, en la práctica, la igualdad es un espejismo. Nadie mejor que él para editorializar sobre un privilegio del que ha gozado durante años en la casa del toro alado. Él sabe que, en la cúspide del campeonato, ningún equipo puede resistirse a tener un favorito tácito. Y hoy, aunque nadie lo admita, el color papaya parece teñirse un poco más hacia el casco de Norris.

El contraste entre los pilotos de McLaren es fascinante. Lando sonríe más, celebra con menos culpa, maneja con la soltura del que ya se siente destinado. Su remontada desde el cero de Zandvoort hasta la victoria de México lo ha transformado en un piloto maduro, menos temperamental, más táctico. Ha aprendido a ganar sin ruido. Piastri, en cambio, empieza a parecerse a esos talentos que descubren demasiado pronto la crudeza de la política interna. Su segunda parada en México (un pit-stop extra en la vuelta 51, justificado por el equipo como “aire limpio” para intentar pasar a Leclerc) terminó simbolizando lo contrario: un experimento táctico que lo dejó atrás de Norris y sin ritmo para remontar. No fue para cubrir a Verstappen, ya fuera de juego, sino un intento desesperado por encontrar oxígeno en un vehículo que ya no le obedecía.

Lo paradójico es que McLaren ya tiene asegurado el campeonato de constructores. Es decir, la batalla interna es un lujo, no una necesidad. Y sin embargo es esa fricción, que Norris disfraza de serenidad y Piastri de método, la que mantiene viva la narrativa de la temporada. Verstappen, mirando desde el box de Red Bull, lo sabe: la historia se repite. Cuando dos pilotos compiten en igualdad mecánica, solo uno se queda con el alma del equipo.

Faltan cuatro carreras: Interlagos, Las Vegas, Qatar y Abu Dhabi. Dos con poco agarre, dos con mucho. Si la teoría se cumple, Norris podría sellar el campeonato antes de Yas Marina. Pero la Fórmula 1 no premia teorías, sino adaptaciones. Piastri aún tiene margen, aunque ya no tiene aire de favorito. Interlagos será su examen mental más duro: si no logra frenar la caída ahí, el resto del calendario podría convertirse en trámite para su compañero. Tal vez aún pueda revertir la curva invisible que lo está frenando. O tal vez, simplemente, estemos viendo cómo el orden natural del paddock empieza a reclamar su jerarquía. Porque en la F1, como en la vida, los campeonatos no siempre se pierden en la pista. A veces se pierden en la cabeza.

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