Minutos después de ser el héroe nacional en el viejo Estadio Nacional, a José ‘El Tunche’ Rivera solo le sale decir que sabía que pasaría “algo bonito” contra Ayacucho FC. Una frase simple para explicar la complejidad del fútbol, de 40 mil camisetas cremas delirando por su gol y de un tricampeonato que escribió el primer capítulo con un cabezazo suyo. “Humildad y nada más”, decía el tarapotino en un video apenas el plantel de Universitario bajaba del bus con el segundo ‘Matutazo’ en el palmarés en noviembre del 2023. Sí, ese buen hijo que un día después de anotarle dos goles a LDU en la Copa Libertadores 2024 tomó un avión a su pueblo y se reencontró con sus padres mientras ellos vendían mandarinas en un camión. Si hay algún ejemplo de futbolista que se supera partido a partido, ese es el ‘Tunche’.
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Este delantero parece destinado a aparecer cuando el reloj se vuelve enemigo. Pertenece a la estirpe de los jugadores que no necesitan noventa minutos para alterar una historia. Lo suyo no es un papel secundario, es una irrupción constante en el relato principal de Universitario de Deportes. Cada ingreso suyo es una alteración del orden, un paréntesis que se abre para que el grito de gol vuelva a nacer. Revulsivo, le llaman. Yo elijo llamarlo: determinante.
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Rivera llegó al club en 2023, en silencio, sin el ruido que acompañan los fichajes mediáticos. Pero en poco más de dos temporadas ha escrito un guion que desafía la lógica. Ha marcado 25 goles con la camiseta crema, y lo asombroso es que 17 de ellos llegaron cuando ingresó desde el banco. De esos, 10 fueron después del minuto 85, cuando los corazones laten más rápido y las piernas pesan más. El ‘Tunche’ —ese apodo heredado de la selva y del misterio— se convirtió en la chispa final de Universitario, el jugador que aparece cuando los demás se apagan.

Su aporte no se mide solo en cifras, sino en momentos. En el fútbol, hay goles que no solo cambian partidos, sino también estados de ánimo, narrativas, ilusiones. Rivera tiene el don de anotar esos goles. Lo ha hecho en el Monumental, en Trujillo, en Huancayo, en Cusco. Lo ha hecho con la serenidad de quien entiende que el tiempo puede ser un aliado si se lo usa con paciencia. Y en esa virtud —esperar su momento y aprovecharlo— radica gran parte de su trascendencia.
En el 2025, su temporada más eficiente, los números hablan con claridad: 11 goles en 995 minutos jugados. Una media que lo ubica en el rango de los goleadores más determinantes del campeonato, con un promedio de un gol cada 90 minutos. Es decir, cada vez que Rivera pisa la cancha, es casi una certeza que el marcador se moverá. En un equipo donde la competencia es feroz, él ha encontrado la manera de ser indispensable desde el lugar más difícil: la suplencia.
| Nombre | Goles 2025 en Liga 1 | Minutos totales 2025 en Liga 1 | Efectividad en Liga 1 |
|---|---|---|---|
| Fancudo Callejo | 22 | 1953 | 1 gol cada 88 minutos |
| José Rivera | 11 | 995 | 1 gol cada 90 minutos |
| Paolo Guerrero | 10 | 1197 | 1 gol cada 119 minutos |
| Irven Ávila | 9 | 1245 | 1 gol cada 138 minutos |
| Alex Valera | 14 | 2336 | 1 gol cada 166 minutos |
| Hernán Barcos | 8 | 1471 | 1 gol cada 183 minutos |
El peso de los minutos finales
Fossati, con su mirada serena y su tono paternal, entendió pronto que Rivera no era un futbolista para ser medido por titularidades, sino por impactos. Lo usó como se usa una carta decisiva: sin exceso, pero con intención. En los últimos tramos de los partidos, cuando los rivales ya no tienen aire, el técnico uruguayo lo lanza a la cancha como quien libera una tormenta controlada. Rivera entra con energía juvenil, con un hambre que se contagia, y con la convicción de que el tiempo no lo limita, sino que lo potencia.
El Monumental lo ha visto entrar más de una vez con el gesto sereno, el mismo de quien confía en el desenlace. A veces basta una diagonal, un amague, un desmarque que nadie esperaba. El ‘Tunche’ convierte la ansiedad colectiva en euforia con la simpleza de un toque. No hay épica exagerada en su estilo, pero sí una eficacia casi quirúrgica.
El hincha lo sabe. Cuando el cuarto árbitro levanta el cartel con el número 11, hay un murmullo que se convierte en expectativa. No se trata solo de su velocidad o su desequilibrio, sino de algo más íntimo: la certeza de que Rivera entiende la urgencia del tiempo. Juega con la conciencia de que un minuto puede ser una eternidad si se lo usa bien.
El suplente más valioso
En un fútbol que suele romantizar la figura del titular inamovible, Rivera representa una nueva jerarquía: la del suplente trascendental. Aquél que no se queja, que espera, que responde. Su papel es el del jugador que no necesita la vitrina completa para brillar. A diferencia de otros, no reclama minutos: los justifica.
En los tres últimos partidos de la ‘U’, el Tunche saltó desde el banco y se hizo presente en el marcador. En Trujillo ante Alianza Atlético, en el Monumental contra Juan Pablo II y el lunes pasado haciendo explotar al Nacional contra Ayacucho FC. Jugando lo justo y siendo determinante en el área.

“José siempre está preparado, no importa si juega cinco o noventa minutos”, dijo Fossati hace unos meses, en una conferencia tras un triunfo apretado. Y en esa frase hay una síntesis perfecta de lo que Rivera significa para Universitario: fiabilidad. Un valor silencioso, pero decisivo.
El equipo crema, además, ha aprendido a convivir con esa versión letal del atacante. En el Clausura 2025, varios de sus triunfos —esos que hoy lo mantienen peleando por el título— tienen la firma del ‘Tunche’. Goles en tiempo añadido, remontadas improbables, puntos que parecían perdidos. Rivera, el suplente, se volvió la póliza de rescate de un club que vive del dramatismo y la fe.
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