El tenis peruano tiene motivos para ilusionarse otra vez. Dana Guzmán, una de las jugadoras con mayor proyección de la última década, volvió a brillar con fuerza en el circuito. En apenas dos semanas en Argentina alcanzó dos finales consecutivas y dio un salto de 221 posiciones en el ranking WTA, ubicándose en el puesto 546. El resultado fue más que un número: significó la confirmación de que, pese a los sacrificios y los años de equilibrio entre estudios y deporte, la tenista nacional sigue firme en su sueño de convertirse en tenista profesional.
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“Me voy con muy buenas sensaciones, sobre todo en lo mental y en lo físico. Siento que pude mantener un nivel alto durante dos semanas [en Argentina] y eso me da confianza para lo que viene”, le cuenta a Deporte Total la deportista de 22 años previo a su viaje a Estados Unidos.
La doble vida: universidad y tenis
El camino de Dana Guzmán ha estado marcado por una exigencia doble. Mientras competía en torneos internacionales, avanzaba también en una carrera universitaria tan demandante como Ingeniería Industrial y de Sistemas, en la Universidad de Oklahoma. Hoy, a pocos meses de culminarla en diciembre, puede mirar atrás con gratitud.
“Fue difícil al inicio. Todo era nuevo, el inglés, y no sabía cómo sería mi vida allá. Pero con el tiempo aprendí a organizarme mejor y ahora siento que puedo balancear los estudios y el tenis. Mi equipo en la universidad fue como una segunda familia que me ayudó a crecer”, explica.
Ese orden le permitió encontrar de nuevo el camino competitivo que muchos pensaban interrumpido. En realidad, nunca dejó de soñar: solo estaba aprendiendo a resistir.
El orgullo de vestir la camiseta peruana
El regreso de Dana Guzmán al equipo peruano de la Billie Jean King Cup fue otro punto decisivo en su carrera. En Lima, frente a su familia que por primera vez la veía competir con la camiseta nacional, la peruana fue protagonista del ascenso al Grupo I de América.
“Fue muy especial. Este año fui la mayor del equipo y sentí la responsabilidad de guiar a las más jóvenes junto con ‘Lu’ (Lucciana Pérez). Siempre será un honor representar al país, pero también ser un ejemplo dentro del equipo”, confiesa.
En la voz de Laura Arraya, capitana del equipo, se sintetiza lo que significó su vuelta: “Hemos recuperado a una jugadora y también a una líder”. Dana asiente con humildad, pero consciente de que ese liderazgo ahora le pertenece.

El desafío más allá de la cancha
El tenis, como deporte individual, tiene un obstáculo que no depende del talento: el económico. Guzmán lo sabe bien. “El gasto es inmenso y por ahora no cuento con auspicios. Eso va a influir mucho en mis planes, pero mi objetivo sigue siendo meterme al circuito”, explica.
Sus próximos torneos serán en Estados Unidos, donde la cercanía con la universidad le permitirá competir sin dejar de lado el cierre de su etapa académica. Allí jugará un W35 y un W100, torneos que le servirán para seguir sumando puntos y experiencia en un circuito que demanda tanto en lo deportivo como en lo financiero.
Arcilla, cancha dura y madurez
Formada en el polvo de ladrillo, la piurana se siente naturalmente cómoda en esa superficie. Sin embargo, los años en Oklahoma la han fortalecido en cancha dura, una ventaja para su futuro inmediato.
“Estar en Estados Unidos me ayudó mucho a adaptarme. La mayoría de torneos se juegan en cancha dura y ahora también me siento cómoda en esa superficie”, dice. Ese aprendizaje le permite soñar con competir de igual a igual en escenarios donde otros sudamericanos suelen sufrir.
Aunque evita ponerse plazos para no recargarse de presión, Guzmán tiene claro su norte. “Me gustaría mucho jugar los Grand Slam. Ese es mi sueño y mi objetivo. Espero poder lograrlo pronto”, afirma.
Por ahora, su mirada está puesta en diciembre, cuando la vida universitaria quede atrás y el tenis profesional ocupe todo el espacio. “Desde que era muy chica siempre quise dedicarme al tenis. La universidad fue una gran oportunidad [recibió una beca], pero nunca abandoné ese objetivo. Después de diciembre quiero darme al 100% al circuito”, asegura.

Una bandera en el ránking
Más allá de lo personal, Dana observa con orgullo el momento del tenis peruano, no solo femenino sino también masculino. “Hay un buen grupo en crecimiento, tanto en masculino como en femenino. Ver que nuestra bandera aparece en los ránkings nos motiva a seguir y demuestra que el Perú puede sacar grandes jugadores”, sostiene.
Y no solo habla de su camino. También sigue de cerca lo que ocurre con Ignacio Buse, actual primera raqueta del Perú masculino que está destacando en el US Open, el último Grand Slam de la temporada.
“Lo que está haciendo ‘Nacho’ me inspira mucho. Creo que ambos somos parte de una nueva generación que quiere poner al Perú en lo más alto del tenis. Ver sus avances me motiva a seguir luchando también”, cuenta Guzmán.
Hoy, con el número 546 del mundo al lado de su nombre y la bandera nacional flameando en la WTA, Guzmán se reafirma en el camino que siempre soñó. Un camino lleno de obstáculos, sí, pero también de esperanza. “Yo me lo tomo un torneo a la vez, un partido a la vez. Los resultados en Argentina no me aseguran nada, tengo que seguir luchando cada punto”, dice.
Palabras que resumen la esencia de una tenista que, después de diciembre, se lanzará sin red a la aventura más desafiante de su vida: ser profesional al 100% y que la empresa privada se fije en ella, en su gran talento.
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