La historia señala que la Guerra Fría terminó hace ya más de 25 años, y que con la caída del Muro de Berlín el conflicto entre Estados Unidos y Rusia ha quedado en el olvido, sin embargo aún se respiran vestigios de lo vivido y el deporte no se escapa de esto.
En los últimos meses, las potencias mundiales han desatado una guerra al poner en evidencia a su oponente por comprobados casos de dopaje, justamente ayer, el colectivo Fancy Bear acusó directamente a atletas estadunidenses.
Todo comenzó en diciembre de 2014 con el documental ‘Dosier secreto sobre el dopaje: cómo Rusia fabrica sus campeones’ de la cadena alemana ARD, donde se denunció un sistema para encubrir el doping de los atletas rusos controlado por el Estado. El audiovisual encendió las alarmas y el Comité Olímpico Internacional inició una investigación, al mismo tiempo, la Agencia Mundial Antidopaje (WADA) abrió una comisión presidida por el canadiense Dick Pound.
El caso provocó aún más revuelo cuando en vísperas del Mundial de Atletismo en 2015, ARD lanzó un nuevo documental titulado "Dopaje-Top Secret: el mundo opaco del atletismo", el cual acusaba ya de manera directa a atletas rusos y kenianos, lo que desencadenó la suspensión de la Federación de Atletismo rusa.
Pero el ‘golpe maestro’ se dio el 18 de Julio de 2016, cuando la WADA dio a conocer el Reporte McLaren, documento en el que se narra a detalle los protocolos establecidos por el gobierno ruso para encubrir el dopaje en sus atletas. Entre otras cosas, se resaltó la manera en la que durante los Juegos de Invierno de Sochi, se sustituyeron pruebas de orina a través de un túnel oculto en el edificio donde se llevaban a cabo los controles antidopaje.
Las revelaciones de McLaren trajeron consigo la suspensión irrefutable de los atletas rusos de Río 2016 y el COI debía tomar una decisión sobre el resto de la delegación rusa, al final la máxima instancia olímpica dejó en cada federación la decisión de dejar participar a los deportistas rusos. La situación en los Juegos Paralímpicos fue más grave, pues el Comité Paralímpico Internacional decidió que ningún deportista de Rusia participara.
Al final Rusia terminó en el cuarto lugar del medallero con 19 preseas doradas, 18 plateadas y 19 de bronce; su gran rival, Estados Unidos, dominó la justa al acumular 46 medallas de oro.
Cuando parecía que la ‘guerra’ estaba ganada y a pocos días de que se terminó la justa olímpica, ahora es Estados Unidos el que recibió un duro golpe. La WADA reportó un hackeo en su sistema realizado por el colectivo Fancy Bear, quienes acusaron de manera directa a Simone Biles, las hermanas Venus y Serena Williams y la estrella del baloncesto Elena Delle Donne de tomar sustancias prohibidas.
“Después de estudiar las bases de datos de la WADA, nos dimos cuenta de que docenas de atletas estadounidenses habían dado positivo. Hay medallistas olímpicos de Río que toman regularmente drogas ilícitas justificadas por certificados de aprobación para su uso terapéutico. En otras palabras, tienen licencias para doparse”, reportó la organización que realizó el hackeo.
Al respecto, Olivier Niggli, director del organismo, dejó entre ver que esta situación va más allá de lo deportivo y por lo tanto es una situación reprobable: “la WADA condena estos ataques cibernéticos en curso, que se están llevando a cabo en un intento de socavar a la WADA y al sistema antidopaje global y que se originaron en Rusia”, señaló.
Por su parte, el gobierno ruso se deslindó de responsabilidades, al asegurar que “no se puede ni hablar de cualquier implicación de Moscú, del Gobierno y de los servicios rusos en acciones de este tipo”, sin embargo la situación está tomando tintes de revanchismo y a la espera de conocer más información, podríamos estar ante una nueva y recargada Guerra Fría en el deporte.