La final de esta noche será muchos partidos a la vez. Será, por ejemplo, el último cotejo que juegue oficialmente Ángel Di María, el histórico Fideo, volante de gambeta elástica y corazón valiente que fuera tan decisivo en el desenlace del Mundial pasado.
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Será muy probablemente el último partido de Copa América que dispute Lionel Messi, quien a sus treinta y siete años ha deslizado en alguna entrevista que jugará, máximo, hasta el 2026.
Será el encuentro del campeón vigente (Argentina le ganó a Brasil 1-0 el 10 de julio del 2021, con gol, precisamente, de Di María) contra el equipo que mejor desempeño colectivo ha mostrado a lo largo del torneo (cuatro triunfos, dos goleadas).
Será un choque de viejos estilos, de culturas reconocibles, de formas de ser y de moverse en la cancha: Argentina; más ordenada, más potente, más experimentada; Colombia, más dinámica, más habilidosa, más desafiante. El duelo del tango y la milonga versus la cumbia y el vallenato.
Será también una medición para descubrir –o confirmar– cuánto sigue dependiendo el cuadro albiceleste de la magia de Messi, y cuánto crece la ‘Tricolor’ con la inspiración irregular de James Rodríguez, una estrella que aún titila y que atraviesa su último ciclo luminoso.
Será el partido de Martínez, los Fernández y los Álvarez, pero también el de los Mojica, los Sánchez y los Lerma.
Será, además, una pulseada entre técnicos argentinos de distintas generaciones: el santafesino Scaloni (46) y el porteño Néstor Lorenzo (58); el primero, deseoso de ganar su cuarta final consecutiva (antes obtuvo la Copa América 2021, la Finalísima del 2022 y el Mundial de Qatar); y el segundo, con un hambre voraz por derrotar a la selección de su país y así prolongar el invicto histórico de sus dirigidos: 28 partidos sin perder.
Será, por cierto, un partido que los peruanos no deberíamos perdernos, pues a inicios de septiembre recibiremos en Lima a esta misma Colombia por las Eliminatorias y ese encuentro, de ganarlo, podría marcar nuestra recuperación anímica, pero si lo perdemos podría hundirnos en una honda depresión.
Será, así mismo, el partido de cierre de un campeonato muy deslucido, no solo en términos de juego sino de organización. El técnico de Uruguay, Marcelo Bielsa, ha denunciado varias mediocridades permitidas por la Confederación Sudamericana de Fútbol y que, según él, han perjudicado a varias selecciones: desde el nivel del arbitraje hasta el deplorable mantenimiento de algunas canchas.
Será, por último, el evento futbolístico más importante que se haya disputado nunca en el Hard Rock Stadium de Miami, que ha sido antes escenario de varios Super Bowl, de un triunfo de Roger Federer y, próximamente, de un concierto de Taylor Swift.
Si me preguntan, me gustaría que ganara Colombia. Y si es con contundencia, mejor (¿por qué no un 5-0, como el del 93?). Creo que un resultado así le haría bien al fútbol del continente, motivaría a las selecciones pequeñas, y obligaría a ciertos jugadores y periodistas argentinos a experimentar el saludable acto de pisar tierra.